Hombre nuevo y mula muerta

Autor: Eufrasio Guzmán Mesa
16 noviembre de 2017 - 12:07 AM

El problema del hombre nuevo está asociado a la implementación de una manera de ser civilista, humano, responsable, solidario

Lo que quiero señalar son actitudes valiosas en la actividad reflexiva a diferencia de vicios de perro viejo o mula muerta. En nuestra cultura ancestral pensamos que capacho no es mazorca y eso está bien pues de lo contrario caemos en el vicio muy colombiano de aplazar y no resolver lo sustantivo por atender la forma, en otras palabras: creemos que si cuidamos la forma el contenido no importa. No resolvemos lo de fondo y nos enfrascamos en largas discusiones sobre los procedimientos.

El mejor ejemplo es que frente a los acuerdos de paz y la necesidad de implementar un marco de justicia y racionalidad, lo cual implica trabajar por una nueva Colombia y una ciudadanía civilista, nos estamos consumiendo en largos debates sobre la cruel revolución rusa de hace un siglo o el significado benévolo o maligno de una figura como el Che Guevara. Como es una discusión pública un sector de ella quiere sostener que el Che Guevara representa “uno de los símbolos éticos más prominentes de la historia contemporánea”. Otro sector radical lo quiere relacionar con los crímenes de la revolución de octubre en Rusia y las estrategias depredadoras de Stalin y Lenin. Ambas perspectivas tienen su dosis de verdad.

El hecho fundamental es que estamos frente al horizonte práctico de generar un hombre nuevo, un colombiano no pugnaz y se nos olvida que sin embargo el Che es uno de los que con más fuerza en América Latina plantea en el siglo XX la necesidad de asumir con entereza lo que el cristianismo primitivo ya planteó hace dos milenios. El programa cristiano le propone a la humanidad una re significación de lo que podría ser el “homo novus” de los romanos. El problema del hombre nuevo está asociado a la implementación de una manera de ser civilista, humano, responsable, solidario, líder en la adopción de valores de gran importancia para la sobrevivencia enfatizando en la práctica lo coherente a su actitud vital. El signo de la propuesta es el amor unido a una política de las pasiones.

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Los antiguos romanos utilizaron el término “homo novus” para designar al ciudadano que era el primero de su familia, que tenía acceso a cargos y honores públicos y en eso se distinguía del resto, adoptando una importancia de carácter estamental y político; se trataba de un ciudadano de calidad social superior. El cristianismo inicial reinterpreta esto planteando un ser humano con un sentido de unión que permita una sociedad en la cual el amor triunfe sobre el odio, una sociedad en la cual la equidad esté por encima de las élites de riqueza o las aristocracias de sangre o de estirpe.

Los métodos espantosos de Lenin y Stalin no nos pueden alejar del reconocimiento de los éxitos materiales de la revolución rusa, ni la valoración del Che se puede concentrar en sus errores de crueldad o perspectiva. Es un hecho que en Rusia, China, Cuba o Venezuela la implementación de sociedades más justas se tropezó con el obstáculo angular de generar un ser humano solidario que pusiera el interés común sobre sus peores egoísmos. En Colombia estamos de nuevo viendo como la mula muerta de nuestras peores actitudes humanas es el gran obstáculo para la generación de una nueva nación. Necesitamos un colombiano diferente que sea capaz superar su sed de venganza y construya, hombro a hombro, ese hombre nuevo que necesitamos para hacer habitable y sostenible la tierra o de lo contrario tener que abandonarla después de destruirla en medio de una nube de fuego y polvo.

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