Cruzaba por el valle de Aburrá un conjunto importante de caminos, que lo unían con las regiones vecinas y con otras más lejanas, necesarios para las comunicaciones y el comercio
Concluimos el análisis de los antecedentes de los indios aburrás.
Producción y comercio de sal y de oro en el valle de Aburrá
La producción y comercio de la sal y del oro fueron dos actividades económicas de mucha importancia para las comunidades de la cultura Pueblo Viejo, antecesoras de los aburrás.
El valle de Aburrá y las regiones vecinas hacia el occidente y hacia el oriente son ricas en fuentes de agua salobre. Aunque para los habitantes actuales de Medellín no resulte conocido ni evidente, el agua subterránea del valle de Aburrá contiene sal en concentraciones mayores a las del agua de mar. Hay evidencias de operación de una salina en Santa Elena hace mil seiscientos años. Igual sucedía en El Retiro en el paraje Los Salados (donde hoy está la represa de La Fe). En Heliconia todavía hay salinas en operación.
Los indígenas producían panes de sal secando el agua salobre en vasijas de barro puestas al fuego. La sal obtenida rebasaba en mucho las necesidades de consumo local y por tanto los excedentes se utilizaban para comerciar con comunidades vecinas.
Lo mismo ocurría con el oro. Recuérdese que la zona central de Antioquia, en las cuencas de los ríos Cauca, Porce y Nechí, ha sido una de las mayores productoras de oro de Colombia, y que los pueblos Quimbaya, con los cuales estaba emparentada la cultura de Pueblo Viejo, fueron unos de los principales orfebres en los tiempos prehispánicos. En el valle de Aburrá los aluviones de las quebradas y del río eran depósitos auríferos importantes, explotados por los indígenas. No hay evidencia de que aquí hubiese orfebres, pero el oro en bruto constituía otro producto comercializable con los pueblos vecinos.
A cambio de la sal y el oro, los indígenas de Pueblo Viejo recibían carne de animales de monte, pescado, algodón, y objetos de lujo o de prestigio como plumas, caracoles, telas y maderas finas.
Caminos y comunidades vecinas.
Cruzaba por el valle de Aburrá un conjunto importante de caminos, que lo unían con las regiones vecinas y con otras más lejanas, necesarios para las comunicaciones y el comercio de los bienes que intercambiaban sus habitantes. Entre ellos se destacaba el camino del sur, que llegaba hasta Popayán, pasando por Pácora y por Cartago; el camino del oriente, alineado con la quebrada Santa Elena, que conducía al valle de Arví, en el valle del río Negro, y al valle del río Magdalena, y el camino del norte, que cruzaba el altiplano de Ovejas y descendía hacia el río Cauca. Se cree que estos caminos también podrían ser extensiones de la red de vías de los incas, del centro del Perú, cuyo dominio llegaba hasta el actual departamento de Nariño en el sur de Colombia, pero cuyas relaciones comerciales llegaban hasta la costa caribe colombiana.
Los aburrás eran vecinos de otras tribus y cacicazgos en el territorio de la actual Antioquia. Hacia el occidente, en las llanuras del Atrato y las zonas bajas de la serranía de Abibe, estaban los urabás, los catíos y los guacas. A este último grupo pertenecían el cacique Nutibara y su hermano Quinunchú, emparentados con los sinúes. Hacia el norte estaban los cacicazgos de los nutabes, entre el río Cauca y el río Nechí, y de los tahamíes al oriente de este río, pueblos guerreros y conquistadores. Más al norte estaban los yamecíes, cerca de la desembocadura del Nechí al Cauca, pueblo muy rico en oro. Hacia el sur estaban las comunidades cinifaná más pacíficas y más inclinadas a los intercambios comerciales (no confundir con zenufaná de la federación de pueblos sinús, mencionada atrás). Hacia el oriente, estaban los pantágoras y los samanás, que llegaban hasta las llanuras del río Magdalena.
Fuentes de consulta:
Castillo Espitia, Neyla. “Las culturas indígenas prehispánicas” en Jorge Orlando Melo, editor, “Historia de Medellín” dos tomos. Compañía Suramericana de Seguros, Medellín, primera edición 1996, tomo 1, páginas 47 a 55.
Castillo Espitia, Neyla. “Las sociedades indígenas prehispánicas”. En Jorge Orlando Melo, editor. “Historia de Antioquia”. Suramericana de Seguros, Medellín, primera edición, 1988, páginas 23 a 40.
Continuará.