Todo ello nos permite mirar el futuro con optimismo. Sin embargo, no podemos perder de vista que el país sufre hoy problemas de inequidad social, corrupción y violencia que debe controlar y superar.
Con el artículo anterior terminamos la revisión analítica de la historia de Colombia. He tratado de identificar los principales procesos sociales, políticos y económicos que han determinado nuestra nacionalidad, nuestra cultura, nuestros valores y nuestra estructura social, económica y política, y presentarlos de forma concisa, a manera de gotas.
La selección de los temas y su desarrollo no pretenden ser exhaustivos. En otras palabras, estas gotas pueden haber dejado al lector con sed, pero motivado para ampliar la información en otras fuentes más caudalosas. La semana próxima publicaremos un listado de libros de consulta.
Hoy presento esta reflexión con la advertencia de que constituye solamente mi interpretación personal de los hechos y procesos descritos en este texto, y que no pretendo hacer con ella una relación definitiva ni concluyente.
Una pregunta fundamental de todo ser humano es “¿quién soy yo?”. La historia es una fuente necesaria para responder esa pregunta, porque las circunstancias que hoy condicionan la vida comunitaria y personal devienen de la evolución histórica de los procesos sociales.
La historia patria es un instrumento pedagógico para la formación de las nuevas generaciones, pues les permite conocer las raíces de las realidades que hoy vivimos, recibir los valores y principios morales que la sociedad ha desarrollado y entender mejor el papel que todos debemos cumplir como ciudadanos.
Los aborígenes prehispánicos tenían una relación natural con el medio y lo conocían bien. Sus conocimientos pudieron haber aportado a la formación de la nación colombiana, pero se perdieron porque las comunidades fueron diezmadas, su cultura fue destruida y sus legados fueron distorsionados.
Como resultado de su evolución histórica, Colombia tiene valores importantes, tales como el emprendimiento, la tenacidad, la cultura, la moral ciudadana, la religiosidad. Pero también hemos generado antivalores como la inequidad social en las ciudades y en el campo, y la corrupción administrativa en los sectores público y privado.
Posee, igualmente, un sistema político democrático con instituciones sólidas. Sin embargo, es preocupante que esas instituciones hoy estén muy contaminadas por la corrupción, y que sus dirigentes polaricen y dividan más que unir.
Ha conseguido un buen desarrollo económico en términos cuantitativos. Sin embargo, hay frentes en los que ese desarrollo necesita fortalecerse. Su industria genera bajo valor económico agregado. Los recursos naturales se exportan en bruto sin procesos de transformación que los valoricen. No se ha desarrollado una producción agropecuaria adecuada. La agricultura y la ganadería no tienen niveles de productividad competitivos ni para el consumo interno ni para el mercado externo.
Por acción y por omisión la nación colombiana ha tolerado durante más de siete décadas del siglo veinte la violencia originada en la guerrilla y en el narcotráfico, sin resolverlas como problemas estructurales. Hoy tiene una oportunidad de avanzar si desarrolla el acuerdo de paz con las Farc-EP y culmina el proceso con el Eln.
Colombia ha progresado mucho. El crecimiento demográfico y económico alcanzado desde los principios del siglo veinte es importante. Se han mejorado las condiciones de educación, higiene, salud y régimen laboral. El sistema educativo tiene logros muy importantes, pues la cobertura en los niveles básico, secundario y superior es alta. El analfabetismo está casi eliminado. Las universidades tienen una oferta de buena calidad en formación, extensión e investigación. El sistema democrático que nos rige es fuerte y estable.
Todo ello nos permite mirar el futuro con optimismo. Sin embargo, no podemos perder de vista que el país sufre hoy problemas de inequidad social, corrupción y violencia que debe controlar y superar. También debe procurar que la polarización ideológica no se convierta en una barrera para el entendimiento ciudadano y el crecimiento de la sociedad. Las diferencias ideológicas deben servir para generar un proceso dialéctico en el cual se enriquezca la visión de país y de sociedad, para identificar la esencia de la nación y trabajar unidos en pro de lo fundamental. Es el reto para el futuro.
Continuará.