Da la impresión de que la sombra de Santos estuviera aun rondando el palacio de Nariño, para hacerle cargos de todo lo malo que sigue sucediendo en el escenario Nacional.
A pesar de los esfuerzos realizados y de la muy segura y sana intención que acompaña sus actos gubernamentales, no ha sido posible que la dirección del Estado asuma el rumbo que es esperado por el pueblo colombiano y mucho menos frente a las propuestas –promesas- realizadas por el actual mandatario al convocar a la ciudadanía a refrendar sus programas políticos, respecto de los cuales trazaría los cambios y la nueva ruta gubernamental y administrativa que habría de darse en el ejercicio de su mandato.
No cabe la más mínima duda que el éxito electoral logrado se debió a la creencia que se formó en el pueblo de que las cosas estaban mal y que en este gobierno iban a subsanarse y a “enderezarse” dichos problemas y que todo iba a ser distinto- mejor. Hasta el mismo ex presidente y máximo jerarca del partido de gobierno, hace algún tiempo y, en medio de todo ese maremágnum de desaciertos y equívocas actuaciones, con la contundencia y la vehemencia que le caracteriza en las diferentes confrontaciones que asume en el ejercicio de su actividad política y la defensa de sus ideales, afirmó tajantemente, diría yo que hasta con preocupación, “necesitamos que Duque enderece, porque si Duque no endereza nos va muy mal”.
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No obstante lo anterior, en lo fundamental, nada ha cambiado; muy por el contrario, el gobierno -a nuestro juicio- de manera por demás testaruda y arrogantemente, quiere hacer creer que los equivocados en este país, frente a todo lo que ha venido ocurriendo, no es el gobierno, sino quienes se atreven a controvertir sus políticas y actitudes en medio de precarias y muy difíciles situaciones para poder expresar sus inquietudes y constructivas críticas.
El actual gobierno ganó las elecciones porque propuso el cambio, porque prometió darle un vuelco total al país. Ahora, a más de un año de asumir dicha responsabilidad, le sigue echando la culpa de todo el desbarajuste presupuestal, político y administrativo al gobierno anterior. Da la impresión de que la sombra de Santos estuviera aun rondando el palacio de Nariño, para hacerle cargos de todo lo malo que sigue sucediendo en el escenario Nacional, distrayendo la atención sobre su propia ineficacia.
Frente a todo ello el pueblo colombiano, a través de sus organizaciones; esto es, la sociedad civil, no pudo encontrar otra alternativa distinta y tuvo que convocarse a las calles, para a través de marchas y de civilizada protesta: mingas, reuniones, fogatas, danzas, conciertos y hasta cacerolazos, indicar, expresar y suplicar, inclusive exigir, que ¡por favor Señor presidente! escuche al pueblo, permita el diálogo y posibilite la concertación respecto de todos esos asuntos que el gobierno cree unilateralmente haber superado con su unilateral manera de ver y entender las problemáticas que hoy llaman la atención de la ciudadanía a lo largo y ancho de toda la geografía nacional y que han sido el común denominador de las falencias y necesidades, angustias y aspiraciones que han hecho salir del anonimato en los territorios y poblados a toda esa gran cantidad de líderes y manifestantes que no aguantan ya tanta decidía, orfandad e insensatez frente a la forma como se los ha venido gobernado y han salido a manifestar democrática y pacíficamente sus ideas y sus inquietudes -sin-que hasta el momento hayan podido aún lograr que efectivamente se les escuche como debiera, por parte de su máxima autoridad.
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No cabe pues duda alguna que hay que “enderezar”. Ello no sólo lo ha pedido con toda razón el ex mandatario, sino que ahora el pueblo lo reclama con alborozo y entusiasmo, con la esperanza de que prontamente emprendamos el camino de redención, cambio y trasformación que se nos ha prometido y el país retome el rumbo de pacificación y reconciliación que desde hace tantos años hemos soñado y por el que tantos esfuerzos, recursos e inclusive muchas vidas hemos dilapidado, por el mezquino y extraño proceder de quienes asumen el compromiso de construir, luchar y trabajar por estos objetivos y no lo hacen y; por el contrario, someten al país con su personalistas y caprichosas formas de actuar y pensar a innecesarios e infructuosos desgastes que lo único que ocasionan es más desesperanza e insatisfacciones sociales.