Ellos se sentarían como la abuela desalmada de la cándida Eréndira a exprimirnos y disfrutarnos, con base en los préstamos extorsivos de la confrontación y de la reconstrucción
El equilibrismo locuaz del presidente Duque, candoroso rezago quizá de sus discursos “políticos” de niño según sus más cercanos familiares, testigos de sus tarimas, nos ha llevado hacia una preocupante situación ambivalente, en referencia con las casi siempre problemáticas relaciones con la hermana Venezuela. El aparente “fuego amigo” de su partido el Centro Democrático y su mentor quedó descartado de tajo con la reciente condecoración con la Cruz de Boyacá, en su más alta dignidad, por el mismo Duque al presidente del Senado, el Bachiller Macías, que había contradicho –verso a verso- su discurso de posesión como 117° presidente colombiano. Cuando Duque asegura algo sobre otro algo, su mentor o el bachiller presidente o nuestro conspicuo embajador en USA o sus fogosas senadoras o c-u-a-l-q-u-i-e-r-a de ellos, afirma lo contrario… Y se hace lo contrario. Y nuestro presidente, como si nada, sigue hablando sobre su cándida cuerda equilibrista. Es su don de la palabra.
Lo grave es que entre gracia y gracia infantil, poco a poco nos acercamos a posiciones que –también poco a poco- se irán haciendo irreversibles, en nuestra relación política con la dictadura venezolana.
El 22 de octubre de 2016, un titular de The Whashington Post, señalaba “Colombia debe descarrilar la nueva economía venezolana”, así, como si nada, como si eso fuera un entretenimiento de niños que juegan trompo o un picado de fútbol. Claro, aprovechaba que por esos días la dictadura madurista incrementaba sus vesánicas crueldad y cinismo. En algún programa hispano de la tv gringa, un reconocido periodista peruano, proponían con su entrevistado, palabras más o menos: es que si Colombia quiere, Colombia puede; no es si no acercar su ejército a la frontera, ¡y listo, porque el ejército venezolano se asustaría y se volcaría contra su dictador! ¡Así de fácil!
Parto de que el “gobierno” Maduro es una dictadura, es condenable, cruel y cínica contra su pueblo. Cuando no lo asesina en las calles, lo mata de hambre o con carencias como medicamentos, salud, etc., mientras él, con su familia y sus adláteres se refocilan con cenas en los restaurantes más costosos del mundo. Estoy absolutamente de acuerdo en que se necesita un cambio, pero la élite política de la oposición tampoco genera confianza. Ya se ha visto cómo se arrancan a dentelladas las mínimas piltrafas de poder, cuando la ocasión les llega. Claro que también hay algunos pocos políticos serios y confiables en la misma. Pocos.
Entonces, ¿cuál es el problema? Que detrás del discurso de solidaridad del gran capital y de las compañías gringas con nosotros, con el pueblo de Venezuela y contra su gobierno, ellos vienen detrás no sólo del petróleo de ese país con las mayores reservas del mundo, sino también del resto de riquezas minerales y de biodiversidad, no sólo de Venezuela, sino también de las nuestras, cuando –después de la ruinosa victoria de cualquiera de nuestros países- ellos se sentarían como la abuela desalmada de la cándida Eréndira a exprimirnos y disfrutarnos, con base en los préstamos extorsivos de la confrontación y de la reconstrucción.
¿Que quien “ganó” fue Colombia? Excelente para ellos. Siempre hemos sido y somos un país de gobiernos obsecuentes para con sus mandatos. Algo así como el patio de atrás de sus gobiernos. Con “nuestra victoria” entrarían a hacer lo que les dé la gana, como siempre lo han hecho, pero además tendrían la puerta abierta para hacer lo les diera la gana con el país y el pueblo venezolanos. ¿Qué la guerra la “ganó” Venezuela? Ese país quedaría tan postrado que sería el pasto de los depredadores internacionales (empezando por USA, China, Rusia) que se lo arrancarían pedazo a pedazo, entre sí, lo que podría llevar a otra confrontación mayor aún en Latinoamérica y el Caribe. ¿Que después del desangre, finalmente hubo armisticio y acuerdo y nadie ganó? Todo sería igual, porque nuestros países quedarían tan postrados que lo único que buscarían serían extorsivos préstamos a cualquier costo. Olvidémonos de la solidaridad y del humanitarismo de las empresas del gran capital y del gobierno gringos de una vez por todas. Ellos jamás han tenido amigos, sólo negocios. Con la guerra, el gran capital y gobierno gringos -con pérdida, ganancia o “empate”- ganarían. Así de simple.