Dice el conocido refrán que en el desayuno se sabe cómo será el almuerzo.
Dice el conocido refrán que en el desayuno se sabe cómo será el almuerzo. El proceso de paz puede traer muchas cosas en 2017, pero no necesariamente la paz. Para comenzar, hay disputas evidentes entre frentes de las Farc y supuestas disidencias en el sur del país. Y nadie puede creer en cuentos de hadas, se trata de luchas intestinas por caletas de dinero, armas y drogas; de peleas por los cultivos ilícitos, los laboratorios y las rutas; de insidias por las minas ilegales de oro, coltán y otros minerales. Todo esto, sin mencionar muchos otros negocios, incluyendo algunos legales, mediante los que la guerrilla se enriquece cada día más.
La negociación no incluía por parte alguna que los farianos se convirtieran en monjitas de la caridad, ni que dejaran sus fortunas. No se les pidió un centavo para reparar a sus víctimas y se subsumieron como conexos del delito político todas las actividades que les generaran recursos para mantener sus tareas subversivas, empezando por el narcotráfico. Pero la cosa va más allá. Se prohibió la fumigación aérea con glifosato, con lo que se disparó el área sembrada con coca, y se ha avanzado notablemente en el tema de la legalización, bajo ese constructo de unas supuestas propiedades medicinales y el manido derecho a la “recreación”.
Estos combates en el seno mismo de la organización terrorista no son los únicos enfrentamientos que están cobrando vidas. Como en el pasado, estos criminales se están matando entre ellos y le están haciendo creer a la opinión pública que se está dando un exterminio de “líderes sociales”, reclamantes de tierras o defensores de los derechos humanos por parte de “paramilitares”. No, la única verdad que ha dicho en años el ministro de Defensa Luis Carlos Villegas, es que aquí no hay paramilitares, entendidos estos como grupos contrarrevolucionarios o antisubversivos. Eso se acabó.
El 6 de enero, en el Cauca, fue capturado alias ‘cazuelo’, cabecilla del Eln que venía asesinando a “líderes sociales” en ese departamento. En septiembre pasado, Carlos Lozano Guillén, director del semanario comunista Voz y vocero del movimiento de las Farc Marcha Patriótica, le dirigió una carta pública al Eln en la que le solicitaba cumplir la promesa de no asesinar a más comunistas. Han sido famosas las purgas de las Farc en toda su historia, lo que incluye parte del “exterminio” de la Unión Patriótica, y la masacre de Tacueyó (Cauca), en 1985. Y habría que mencionar el exterminio de más de 800 desmovilizados del Epl por parte de las Farc en Urabá, a mediados de los noventa. Todo esto da cuenta de la vocación asesina de estos delincuentes: se matan entre ellos.
Por otra parte, los campamentos de los sitios de concentración están tan atrasados que la desmovilización que iba a tardarse 180 días se tomará, si no es más, todo este año, pues las construcciones se ejecutan a paso de Gramalote y su culminación aún se demora. De hecho, ni siquiera han empezado. Pero esa es apenas una cuestión anecdótica. El problema con los campamentos es de mayor calado como lo ha denunciado el gobernador de Antioquia, Luis Pérez. Esas zonas son tierra de nadie, sin Dios ni ley, donde las Farc hacen y deshacen a placer. Las denuncias sobre explotación sexual de menores y prostitución son totalmente creíbles porque coinciden con la idiosincrasia guerrillera.
Las rumbas de diciembre en los campamentos son escandalosas no tanto por las Farc sino por los deslices de los delegados de la ONU y los integrantes de la Policía Nacional que no tenían por hacer nada distinto que cumplir con sus deberes con el debido profesionalismo, guardando las distancias. Parafraseando el adagio sobre la mujer del César, no sólo debían ser neutrales sino parecerlo. Ahora, después de tan grotesco amacice, ¿cómo puede confiarse en la ONU para la elección de magistrados de ese engendro de la Justicia Especial para la Paz?
Y ahora que viene Hollande, ¿será que también va a bailar?