Siempre hay luz al final del túnel
El 9 de marzo de este año comencé a publicar semanalmente una columna en el periódico EL MUNDO de Medellín, para mí fue retador comenzar a escribir con consistencia y generar opinión a través de los temas que me interesaban, también empecé a sentir mayor responsabilidad y presión. Sentía que no podía salir con cualquier bobada. Un admirado amigo mío me decía: “obligarse a escribir es atreverse a pensar, eso genera una dinámica reflexiva y desencadena transformaciones al interior de uno mismo”. Había días en que me sentía bloqueado, que no era capaz de redactar con fluidez y encontrar las palabras correctas. Sentía que tampoco debía volverme monotemático. Por el día a día laboral, me costaba ampliar el espectro. Sin embargo, siempre lo lograba. Enviaba a tiempo mis artículos. Verlos publicados cada viernes hacía que el esfuerzo valiera la pena.
EL MUNDO comunicó la semana pasada el cierre de su periódico tras 41 años de existencia, por “un complejo cúmulo de circunstancias propiciadas en buena medida por la incursión del internet, las redes sociales y los teléfonos inteligentes, (que) generaron cambios radicales en las dinámicas y procesos de la comunicación, desplazando la atención de las audiencias a formatos gratuitos, más ligeros y llamativos”.
A lo anterior se le suma el covid-19, que obligó al medio a inicialmente dejar de circular de manera impresa y ahora a cerrar por completo. Los medios de comunicación tradicionales se han visto bajo amenaza desde el surgimiento del internet; están obligados a repensar su modelo de negocio. La historia dice que siempre fue así. Cuando veía clases de historia relacionadas con la comunicación, los profesores nos contaban que, con el auge de la radio, la gente decía que los periódicos se iban a acabar y no pasó; con la televisión, se rumoró que sería la radio la que llegaría a su fin y tampoco. Hasta principios de los años dos mil, estos tres medios fueron las principales fuentes de información de la humanidad. Pudieron coexistir. Se dice coloquialmente que la radio informa, la prensa analiza y la televisión muestra.
EL MUNDO no es el primero y el único que hace un alto en el camino, periódicos como El Espectador dejó por un tiempo de ser diario para volverse semanario y después de ocho años, precisamente desde el 2008, retomó su circulación diaria. Hace poco hubo un debate a propósito de este medio, porque se rumoraba que estaban en crisis económica por el coronavirus y que planteaban volver a circular únicamente los fines de semana para apostarle a los contenidos digitales y reducir costos. Medios televisivos como RCN no tienen el rating de antes y Noticias Uno se ha visto obligado a acudir a la solidaridad de sus televidentes para seguir al aire.
Siempre hay luz al final del túnel. Esta semana, el periódico The New York Times, registró por primera vez en su historia más ingresos por suscripciones digitales que impresas. Esto manda un mensaje de que el internet, más que una amenaza, es una oportunidad que permite crecer exponencialmente al no haber barreras físicas y que las audiencias están dispuestas a pagar por contenidos de calidad. Lo del medio de comunicación estadounidense es un ejemplo, así como las plataformas de servicio streaming como Netflix y Spotify.
Quiero aprovechar este espacio para agradecerle a Luz María Tobón Vallejo, quien fue la directora de EL MUNDO hasta su cierre y también fue mi profesora de la universidad. Ella me abrió sin restricciones una vitrina para opinar, para expresar libremente mis ideas, haciéndole honor a los principios de libre expresión y el derecho a la información que este periódico defendía. Siempre le estaré agradecido.
A partir de ahora comenzaré a publicar en el periódico El Suroeste, medio al que también le agradezco su apertura y la oportunidad por obligarme a escribir. Las democracias requieren cada vez más medios fortalecidos e independientes y los ciudadanos somos parte fundamental para su sostenimiento.
@josemariadavila