Es urgente que las instituciones capaciten a los miembros de los diferentes cuerpos colegiados, definan su lugar dentro de este y garanticen que la participación no sea solo en el número de miembros sino en la actividad
Esta columna de hoy es el resultado de las conversaciones que he sostenido últimamente con algunos amigos rectores, todos ellos preocupados por lo mismo, así que como el asunto resultó ser tan generalizado, por esta razón he decidido escribir sobre este tema. Una de las cosas que más puede honrar a una institución de educación superior, es contar con una estructura de gobierno que le garantice estabilidad, sostenibilidad, y desarrollo en el tiempo. Los gobiernos corporativos han contribuido de manera eficaz para estos fines, inclusive, aportando de manera considerable en el posicionamiento de marca de las mismas instituciones. Por otro lado, ser parte de esa estructura de gobierno resulta igualmente honroso y por lo tanto, contribuye de manera muy importante en los perfiles profesionales de sus integrantes. Esto, aplica igualmente para el sector empresarial, ser miembro de una junta directiva es un honor, desarrollan las motricidades propias de las empresas y de las personas que integran estos cuerpos colegiados.
La implementación del gobierno corporativo les ha permitido a las organizaciones ser mucho más eficientes, mucho más innovadoras y por lo tanto mucho más integradas al mercado. Las universidades que cuentan con una estrategia de gobierno corporativo, han definido rutas de gestión yendo de lo realmente importante, pasando por lo urgente y focalizando la operación en proyectos que impulsan su posicionamiento y desarrollo. Sin embargo, hay quienes en su estructura pueden decir que cuentan con los cuerpos colegiados y los esquemas propios de un gobierno corporativo en sus universidades. Si esto es así, ¿entonces por qué no la institución no avanza? ¿en qué se está fallando? Y, es que la respuesta se puede inferir fácilmente, y hay que ser crudo y claro para responder: el problema está en los miembros que conforman los cuerpos colegiados. Vayamos a fondo: ¿cómo se eligen estos miembros? ¿cuáles son los perfiles para pertenecer a dichos entes? ¿conocen realmente la organización, desde sus políticas hasta su modelo de gestión? ¿conocen la legislación y normatividad de la educación superior en el país? ¿se ha preocupado la institución por capacitarlos? ¿agregan valor? ¿existe un régimen de inhabilidades o código de ética que oriente la participación de los mismos? Es que no podemos pecar más por defecto. Esas instituciones que, por ser “muy participativas” metieron a un poco de gente en cuerpos colegiados, desconociendo lo que esto significa, lo que representa para el esquema de gobierno de las universidades, su influencia e impacto, pues del todo ha sido un fracaso. ¿Por qué no hacer participación responsable?
El tema es de vital importancia y no se la hemos dado como corresponde. La disciplina que exige ser miembro de un cuerpo colegiado, se ve reducido a un simple estar, asistir y no saber qué es lo que está en juego. ¿Quién elabora las agendas? ¿quién hace seguimiento a las actas? ¿cómo identificar si lo que se presenta realmente es importante? ¿qué temas deberían ser prioritarios? ¿cuál es mi responsabilidad frente a la decisión que toma el cuerpo colegiado? ¿cómo entender y aplicar el principio de subsidiariedad en el esquema de gobierno? ¿qué impacto produce en la institución las políticas del ministerio de educación? Es urgente que las instituciones capaciten a los miembros de los diferentes cuerpos colegiados, definan su lugar dentro de este y garanticen que la participación no sea solo en el número de miembros sino en la actividad cotidiana que implica ser miembro de la estructura de gobierno. A un rector amigo, que está haciendo esto en su universidad, uno de los miembros le respondió que, al asumir la responsabilidad como él lo estaba proponiendo, implicaba renunciar a su trabajo para dedicarse a esto. Lo que realmente pasa, es que en estos cuerpos colegiados hay personas que no tienen las capacidades, las aptitudes y la actitud para pertenecer. No hay capacidad directiva y ejecutiva y, por eso se puede llegar a pensar que ser miembro de un cuerpo colegiado puede ser una carga más, un trabajo más y no realmente el honor que esto representa. Gobierno corporativo sí, sin duda, pero no así.