Habrá que esperar su propuesta de plan de desarrollo para saber cual será su apuesta principal de gobierno, su eje articulador
Caracterizar el gobierno Duque con apenas 60 días de existencia sería por lo menos irresponsable. Su arranque fue traumático, sin luna de miel, las encuestas fueron inclementes como si en Colombia no hubiera habido cambio de gobierno y Duque siguiera siendo candidato y no presidente en ejercicio. La designación de los ministros no despertó mayor emoción y muchas personas los ven más como los amigos del mandatario y no como los responsables del ejecutivo. De pronto es el costo de su poca visibilidad por su origen gremial o académico; costo mayor porque van a requerir más tiempo para comprender las dinámicas propias de lo público, en especial la presión de los órganos de control fiscal, disciplinario y político, además de los medios de comunicación, todos en procura de resultados prontos, al son de las exigencias de las comunidades que fácilmente pueden recurrir a los paros y marchas, y los sectores productivos que recibieron con alborozo la llegada del nuevo gobernante pero con expectativas desbordadas, como sucede hoy con los cafeteros que se sienten desinflados por la oferta oficial para compensar la caída de los precios del café en el mercado internacional. No faltan las comparaciones entre los mismos cultivadores, cercanos bastante al uribismo, entre los 100.000 millones ofrecidos por Duque y el billón y medio dispuesto por Santos para el mismo fin.
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Pero el gobierno Duque muestra rasgos de ser mediático, más que reformador.
Habrá que esperar su propuesta de plan de desarrollo para saber cual será su apuesta principal de gobierno, su eje articulador; tal como fue el plan Colombia y el Caguan para Pastrana, la seguridad democrática para Uribe y la paz para Santos. La mayoría de los electores de Duque depositaron su voto pensando en ponerle cortapisas a los acuerdos con las Farc, pero ese anhelo no está tan expedito por la injerencia de la comunidad internacional en el tema, el blindaje jurídico y porque la perspectiva sobre la dimensión de lo firmado es muy distinta desde el ejecutivo, respecto a la del legislativo, más desde la oposición cerrera como fue la del CD.
Duque va a intentar aplacar a los sectores más radicales de su partido con otro tipo de ofrecimientos, que van desde la mermelada cuestionada para los demás, pero bienvenida para los propios, así haya que llegar a exabruptos como nombrar personas cuestionadas y condecorar al presidente del congreso con una medalla que se acaba de desvalorizar totalmente como la Cruz de Boyacá, sin ninguna justificación. Otra manera de complacer a tales sectores antes de que se envalentonen por su afán de hacer trizas los acuerdos de paz, es la de darles gusto con iniciativas radicales, pero intrascendentes en el fondo, de cara a los grandes problemas del país, impactantes eso sí, como la persecución a los consumidores de mariguana y la insulsa cadena perpetua para los violadores de menores. Temas que venden y entretienen, pero no transforman.
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Lo de prohibir el porte de cualquier dosis de uso personal, así se confunda a las personas diciendo que la dosis mínima persiste, mientras se permite el consumo en lugares no públicos, conlleva múltiples complicaciones además de distraer a la policía de otras prioridades. Se prohíbe el porte, pero no el consumo. ¿Si no se puede portar, cómo se va a consumir? ¿habrá servicio legal a domicilio? ¿huertas caseras de mariguana? Además de todas las amenazas que pesarán sobre los consumidores por parte de la policía, con el decreto el gobierno quiere hacer creer que el vicio puede desaparecer con la prohibición, al no posibilitar que el consumidor se acerque a lo que consume. Echando al mismo costal a todos los consumidores sin distinción alguna, sindicándolos de ser los responsables de la inseguridad o del deterioro de la tranquilidad pública. Las cifras pueden demostar otra realidad: que el desbordamiento del consumo es un mito, que los homicidas y ladrones en su gran mayoría no son los mariguaneros y que un consumidor exagerado de drogas es un vicioso como puede ser un consumidor exagerado de coca cola, azúcar, aguardiente, cigarrillo o chicharrón. Todo es cuestión de dosis, lo dijo alguna vez García Márquez. Y si el argumento es proteger la salud de los consumidores, que no lo es, el Estado debiera prohibir primero el sobrepeso o el sedentarismo. Matan más personas.
Y lo de la cadena perpetua es una distracción. Que más cadena perpetua que la posibilidad real hoy de condenar a más de 50 años de prisión a cualquier violador encontrado culpable. El gobierno Duque recurre al efectismo mediático propio de quienes creen que la justicia es un espectáculo que aumenta con el incremento de las penas, en lugar de ser más pronta y oportuna.