En el Museo de la ciudad, del cerro Nutibara, se expone desde el pasado martes 24, una muestra de fotografías que hacen memoria de Medellín. Esta es su reseña.
La historia de Medellín es la de su gente, sus esperanzas y frustraciones, su grandeza y mezquindad, su tenacidad y su persistencia. Y debemos su recuento a sus cronistas y narradores, a sus periodistas y reporteros, a la cultura en general y a la tradición en particular. Pero sobre todo tenemos una enorme deuda con los fotógrafos que desde el Siglo XIX hacia adelante capturaron momentos cotidianos, tal vez sin ninguna pretensión, que hoy forman la materia prima de nuestro devenir como ciudad.
La memoria colectiva se fue llenando de eso, pero también fue cargando archivos de imágenes que no se publicaron, que apenas quedaron en armarios improvisados de personas tan relevantes hoy día como Melitón Rodríguez, Pastor Restrepo, Benjamín de la Calle, Jorge Obando y tantos otros, que escribieron con luces y sombras esos retazos de historia de una Medellín que jugaba a ser grande, que crecía de un lado a otro de sus laderas y que albergaba gente de los más diversos intereses.
Para cuando la fotografía era aún algo mágico, y los periódicos habían hecho de ella una obligación diaria, Medellín presentaba signos de gran ciudad con afanes de metrópoli, y tal vez por eso mismo indiferente a su memoria. A mediados de 1980 llegó a la dirección de la Biblioteca Pública Piloto para América Latina un joven talentoso y emprendedor. Tal vez demasiado joven para ese cargo, decían algunos, pero jamás para los rigores que le impuso a su gestión. De un día de esos recuerdo su desmesurada alegría cuando presentó a los medios de la época su voluntad y primeras prácticas en la adquisición de la totalidad de los archivos de Melitón Rodríguez y Benjamín de la Calle, que fue en adelante una política constante de adquisiciones.
Ahí fue cuando vencimos la amnesia, pues aún en medio de todas las limitaciones de espacio, de especialistas en la materia, de presupuesto, La Piloto hizo acopio y puso bajo custodia las imágenes de nuestra más reciente historia. En los años siguientes se fueron aumentando las adquisiciones, la clasificación, registro y catalogación de esos nuevos fondos y, por supuesto, los primeros procesos de investigación sobre temas puntuales del acontecer ciudadano.
El crecimiento fue exponencial. Durante los años de gestión de Gloría Inés Palomino se crearon todas las estrategias necesarias para crecer semejante patrimonio y proporcionar las mejores condiciones de conservación. Y ahora la nueva directora de la Biblioteca Pública Piloto, Shirley Zuluaga Cosme, abre los archivos para mostrar la grandeza de esa colección de imágenes única, diversa y maravillosa. Son más de un millón setecientas mil imágenes, ya una buena parte de ellas digitalizadas y clasificadas, puestas en red y disponibles a solicitud de proyectos culturales y científicos.
Fue con parte de ese material que Carlos Velásquez propuso darle una mirada al uso de los espacios públicos de la ciudad entre 1890 y 1950, con la anuencia inmediata y cómplice de Carlos Uribe y Esteban Duperly. El resultado fue la exposición conjunta entre la Biblioteca Pública Piloto y la Casa Museo Pedro Nel Gómez para el Museo de Ciudad, que fue curada bajo el título Gente y Ciudad y que estará visible hasta febrero del año entrante, con el propósito de generar diálogos y reflexiones sobre la ciudad pasada y lo que vamos haciendo de la futura, sin nostalgias pesarosas pero con mirada crítica. Plazas, calles, mercados; rituales y vida diaria. En fin, gente habitando su ciudad en todas las formas públicas.
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En total la curaduría de la muestra arrojó una historia bien narrada con apenas 116 fotografías de Benjamín de la Calle, Melitón Rodríguez, Francisco Mejía, Manuel Lalinde y Gabriel Carvajal, entre otros. Y la pregunta que queda flotando, para Shirley Zuluaga y para mí, para todos, es cuántas narraciones quedan pendientes con el enorme acervo fotográfico de La Piloto.