Si nos quedamos anclados a la destrucción y al crimen es como si enterráramos nuestro futuro en un sombrero de mago sin capacidad ya de sorprendernos
Quizás nadie mejor que un profesor de filología clásica, que pasó la primera mitad de su vida anclado al pasado, comprendió que hay dos clases de seres humanos: los que se mantienen en el pasado remoto practicando la historia como memoria de la humanidad y los que se lanzan a las fundaciones y la realización de las visiones. Hay gran diferencia entre quién vive para los muertos y quién los ata a la espalda y se lanza a conquistar nuevos horizontes.
Hay amigos que tienen estos diferentes destinos y ello no los separa, para nada, el que uno habite los rigores de la academia y que el otro se lance como un pirata a capturar las riquezas que ofrecen el mar de conflictos. Se dice que una sociedad que no conoce su pasado lo repite en el crudo retorno de lo idéntico; otras naciones se lanzan con fuerza hacia el futuro ampliando horizontes para todos y proyectándose desde un pasado que no actúa como lastre. Santa Teresa de Jesús, después de una juventud cruzada por el juego y la desobediencia, se proyecta hacia el futuro en medio de fundaciones y conquistas. Otros han querido permanecer en un dialogo interminable con el pasado; en entrevista reciente Carlos García Gual, buen filólogo y mejor profesor, aseguró que la colección de los más de 400 libros de la colección de clásicos Gredos que realizó con colegas serán su alegría y la de sus descendientes. Eso es hacer resplandecer el pasado. Hay también el otro horizonte de quienes se dedican como piratas y aventureros a capturar, reinterpretar y crear mundos nuevos.
Esto que digo también se aplica a nuestra nación, a ese lastre de conflicto y guerra permanente; continuamente me pregunto si el camino de la rememoración perfecta será lo que nos va a liberar de los tormentos que hemos transitado, o si más bien nuestra salvación está de lado de los que apuntan con sus herramientas y recursos a la construcción de una nación nueva, sin olvidar el pasado, pero quitando la vista fija en eso. Otras naciones también han experimentado esos contrastes entre la ornamentación de un pasado glorioso y un presente diverso que no los rebela “como eran”. Yo diría que prefiero lo que Galileo denominaba una mente poética, lanzada a la aventura de la creación que la repetición jubilosa de un pasado emblemático.
Esta pandemia que cruzamos como a un mar proceloso también nos pone frente a la capacidad humana de desnudarse y olvidar un poco el pasado para construir con las uñas y los dedos ensangrentados ya. Por supuesto que admiramos a Carlos García Gual y a Julián Marías cómo preceptores de lo convencional, pero yo valoro más personalmente a otros brillantes testigos de la guerra y la muerte que han preferido, mediante su fantasía y su capacidad de observación de la realidad fresca, construir las ficciones qué nos muestran el camino espléndido de los piratas. Los conquistadores y los estadistas crean mundos nuevos, el mejor ejemplo es América. Y la realidad es que se funda siempre superando un pasado, sea cual sea; es doloroso tan sólo recordarlo, pero si nos quedamos anclados a la destrucción y al crimen es como si enterráramos nuestro futuro en un sombrero de mago sin capacidad ya de sorprendernos.