Y es de la inmortalidad de Carlos Gardel de la que quiero hablar y para ello me voy a referir a su primera incursión en el tango cuando cantó Mi noche triste
“Preguntas por los hombres, naturaleza, te lamentas igual que la lira en la que sólo toca el hermano del azar, el viento, porque el artista que la tañía ha muerto, (…)”.
Es algo raro como estas líneas salidas de Hiperión de Friedrich Hölderlin me han perseguido los últimos días, y supe desde el comienzo que las tenía que aplicar para hablar del mejor cantor de tangos de todos los tiempos, y es que hay una fecha señalada para los gardelianos, el 24 de junio, porque ese día nació el mito desde un accidente aéreo no esclarecido, ocurrido después de una gira artística, aunque, a decir verdad, hay muchas hipótesis sobre el mismo.
La mitología griega narra también la gira de un músico en la que nos sorprende el desenlace, como el de Arión de Lesbos, quien tañía la cítara y era considerado el mejor. Creyendo conseguir gran fama y fortuna hizo un recorrido por Italia, cuando estaba regresando, los marineros del barco intentaron matarlo para robarle la riqueza conseguida. Arión les pidió permiso para tocar su música hasta llegar al puerto; un delfín, al escuchar la melodía llegó hasta la nave, entonces Arión se lanzó al agua y el delfín lo salvo llevándolo hasta la orilla del mar. A la muerte de Arión, el dios Apolo colocó su figura en el firmamento junto con la del cetáceo salvador, y así formaron ambos la constelación del delfín; otra forma de inmortalidad.
Y es de la inmortalidad de Carlos Gardel de la que quiero hablar y para ello me voy a referir a su primera incursión en el tango cuando cantó Mi noche triste, pieza escrita por Pascual Contursi sobre el instrumental Lita de Samuel Castriota y aquí empezó su eternidad, porque las letras de los tangos que cantó el Zorzal sobrevivieron a las cenizas y al olvido. Ya lo había dicho el poeta griego Píndaro, “Mi canto sobrevivirá a la ciudad a la cual le canto”.(1)
De las letras de los tangos hay que exaltar la existencia de la revista El alma que canta, fundada por Vicente Bucchieri ( 1916-1961) en la que publicaba letras populares, especialmente de tango y llegó a tener en una sola edición 150.000 ejemplares con 64 páginas. De él dijo José Gobello: «Vicente Bucchieri fue factor fundamental en la difusión de la cultura de masas». Debe destacarse también la aparición de los poemas de Alfonsina Storni y Almafuerte. Fueron protagonistas los versos de Dante A. Linyera, que son palabras mayores de la lunfardía.
Es pertinente abordar las letras que interpretó Gardel, inspiradas en los distintos géneros literarios. Letras concebidas desde el criollismo, el modernismo, también las hubo machistas, y es bien importante resaltar las pertenecientes al género nostos que hablan de los regresos y fueron motivo de creación para los tangos Volver, Lejana tierra mía y Mi Buenos Aires querido, salidos de la dupla Gardel y Le Pera, por nombrar algunos. Estos últimos fueron materia sentimental afín a la población inmigrante y crearon una fuerte adhesión al hombre que en esos momentos les hablaba de su lejana patria.
Por otra parte, es preciso adentrarse hasta la entraña de la poética del tango para encontrar su esencia. En una entrevista a Piazzolla le preguntaban por qué sus tangos eran tristes y él respondió: “Mi música es triste porque el tango es triste. El tango tiene raíces tristes, dramáticas, sensuales a veces, religiosas, tiene un poco de todo… Religiosas, por el bandoneón que fue inventado para acompañar la liturgia en Alemania. El tango es triste, es dramático, pero no pesimista. Pesimistas eran las letras de antes, totalmente absurdas…» (2)
Ahora bien, el propósito inicial del artículo era escribir sobre la eternidad de Carlos Gardel, un hombre convertido en mito, del que se discute día a día su verdadera nacionalidad y se escriben libros para historiar su vida, porque es un ícono convertido en la pertenencia de todos.
Lo mismo ha pasado con las causas del accidente, rodeadas de conjeturas, además del largo ritual de su funeral, incluida la extenuante marcha hacia el destino final de las cenizas que como dijera el poeta Quevedo, “serán ceniza, mas tendrá sentido”, al fin descansó en el sitio donde se veneran los muertos, visitado por quienes le guardarán devoción y un puesto único en la interpretación del tango, junto a aquellos que aseguran que su voz quedará por siempre en el Olimpo.
En la biografía de Gardel hay un asunto muy claro, de sus restos en el cementerio de La Chacarita no hay discusión.
Cierro el homenaje con una estrofa de La Chacarita de Borges.
“Chacarita:
desaguadero de esa patria de Buenos Aires, cuesta final,
barrio que sobrevives a los otros, que sobremueres,
lazareto que estás en esta muerte no en la otra vida,
he oído tu palabra de caducidad y no creo en ella,
porque tu misma convicción de angustia es acto de vida
y porque la plenitud de una sola rosa es más que tus mármoles”.