Dos argentinos, uno cantor y otro religioso. Ambos están en el corazón de los antioqueños. El primero arraigó el gusto por el tango en la capital antioqueña y, el segundo, cautiva con su ejemplo a creyentes y no creyentes. La ciudad rinde homenaje a ambos, aunque por ahora el músico gana el duelo.
Óscar Domínguez G.
En Medellín dos monumentos perpetúan la memoria de Carlos Gardel. Cuando el papa Francisco regrese a su base, en Ciudad del Vaticano, después de una visita de ocho horas, un mosaico de cara de cincuenta metros y dos toneladas, recordará su fugaz estadía en la Bella Villa.
Como lo sabe hasta el policía de la esquina, Gardel tuvo a bien morir el lunes 24 de junio de 1935 en un accidente aéreo en la capital de la segunda trinidad bendita que cantó Gregorio Gutiérrez González: frisoles, mazamorra y arepa.
Por el detalle de morir en al aeropuerto Olaya Herrera, bautizado así en honor del expresidente liberal, el cantor tiene un monumento en el mencionado “campo de aviación” como se le denominaba antes. El segundo monumento está en la Carrera 45, la Tangovía del barrio Manrique.
Personaje o equipo de fútbol que visita Medellín deja su placa en el Olaya. O va en romería a visitarlo. El último en hacerlo fue el Racing Club hace unas semanas.
La agenda del papa no incluyó depositar una jaculatoria floral ante el monumento a Gardel cerca del cual Francisco ofició una misa de dos yemas con feligreses como las arenas del mar.
La estatua de Manrique, el Vaticano del tango, está ubicado a media milonga de la Casa Gardeliana que perpetúa el legado del cantor. La Gardeliana salió de la inspiración de un paisano del papa, don Leonardo Nieto, quien a los 90 años largos sigue tan campante.
Si el papa se hubiera escapado a Manrique se habría llevado la sorpresa de ver la letra el tango Volver, de su admirado Gardel, dibujado en una escalera que conduce a las alturas del célebre barrio.
Más arriba, en el bar Alaska, que tiene la edad del papa, 80 años, podría haber escuchado tangos de sus amados Julio Sosa, Juan D’Arienzo, el rey del compás, o Astor Piazzola.
Y de otros consentidos suyos como la cantante y compositora Azucena Maizini, su vecina de barrio en Buenos Aires, a la que le aplicó la extramaunción, según recuerda el periodista Guillermo Romero, estudioso del papa gaucho.
En el Alaska suenan temas que siempre le han gustado a Francisco como la centenaria La cumparsita, Canaro en París, Por una cabeza, Yo no sé qué me han hecho tus ojos. (Existe el peligro de que cierren el histórico bar para poner allí una panadería. “Qué atropello a la razón”, protestan los tangueros de ley).
Don Leonardo Nieto se ha ganado estruendosos aplausos porque de su propia inspiración es también el tradicional Salón Versalles, un ícono gastronómico, social, cultural, deportivo y nostálgico que siempre le ha guardado fidelidad a la avenida Junín, la joya de la corona callejera de los paisas.
Para recortar ventaja frente a Gardel con los dos monumentos erigidos en su honor, Francisco reencarnó en vida en Medellín en un mosaico que se levantó, con paciencia jesuítica y benedictina, en el segundo destino de Francisco en la capital antioqueña: una pared exterior de 50 metros cuadrados del Hogar San José, cerca del parque Obrero, en el barrio Boston, en el centro de Medellín.
Iván Darío Gil Bolívar, de Yarumal, autor del mosaico mural, se las apañó para obtener el imprimatur del arzobispo de Medellín, monseñor Ricardo Tobón, y del entonces gerente para la visita papal, Carlos Raúl Yepes, el ejecutivo que prefirió vivir a perpetuarse en el estrés como presidente de Bancolombia.
Yepes también renunció, esta vez calladamente, a la gerencia de la visita del papa, cargo para el cual había sido nombrado por el alcalde Federico Gutiérrez.
El Hogar San José es la obra social más antigua de la ciudad con cien años y monedas de servicio. En la actualidad, en dos centros, reciben atención integral 1.400 alumnos que han sido abandonados por sus taitas. Monseñor Armando Santamaría, director del Hogar, le contó la película completa al cardenal Bergoglio.
Gil Bolívar es un empresario retirado que convirtió en profesión su afición por el mosaico, vieja expresión del arte religioso que pelechó inicialmente en Persia, de donde pasó a Roma, floreció en Rávena, Italia, Constantinopla, Tesalónica, Venecia y México en tierras de América.
Aprendió el oficio a partir de su condición de dibujante. Lo demás fue estudiar, visitar un taller en Rávena, Italia, la mata del mosaiquismo, y dejarse guiar por el maestro Pablo Jaramillo, ceramista de Sonsón. Y como familia que “mosaiquea” unida, permanece unida, su esposa Beatriz Upegui y su hijo José Daniel, le aportan sustanciales luces en su arte.
Como Gil es católico de amarrar en el dedo gordo, de misa semanal, confesión y comunión, le ha cargado la mano a personajes de su cuerda religiosa.
Se inició haciéndole un homenaje a seis yarumaleños ilustres a los que volvió mosaico en un muro levantado cerca del parque principal de su ciudad. En esta ocasión optó por el mosaico italiano a base de azulejos fragmentados. En la obra quedaron Epifanio Mejía, poeta, Mariano de Jesús Eusse, presbítero, Francisco Antonio Cano, pintor, el vicealmirante Rubén Piedrahita, uno de los quíntuples de la Junta Militar que remplazó a Rojas Pinilla, Gil J. Gil, médico, y Benjamín de la Calle, fotógrafo.
A la entrada del municipio de Angostura, vecino de Yarumal, repitió mosaico del siervo de Dios, el padre Marianito. En el municipio de Jericó hizo ejecutó el mosaico de la madre Laura, Santa Laura.
En la estación del metro de Bello, tiene otro mural de un santo laico, el expresidente Marco Fidel Suárez, oriundo de ese municipio del Valle de Aburrá.
Hasta el momento, el mosaico de cara más grande del mundo que ha elaborado Gil Bolívar, es el del padre Rafael García-Herreros, de 80 metros cuadrados, en la plazoleta del Minuto de Dios, en Bogotá. Su causa de beatificación avanza sin mucho estrés.
Hizo el mosaico del eudista con motivo de los 60 años del programa de televisión El Minuto de Dios que ha tenido solo dos directores: el padre García-Herreros y su sucesor, el padre Diego Jaramillo, otro hijo de Yarumal.
Entre otros, tiene listos en su taller mosaicos de Luis Carlos Galán y del maestro Fernando Botero de 85 metros cuadrados, uno por cada año cumplido por el artista. Espera el visto bueno de la familia de Galán y del propio Botero que se levantaría en la plazoleta que lleva su nombre en Medellín.
El papa Francisco pasó en dos ocasiones en su papa móvil frente al mural en el hogar San José: a la entrada y a la salida.
Seguramente, el pontífice se vio reencarnado en el mosaico de dos toneladas representadas en 638 baldosas que albergan 91.872 teselas, pequeños cuadritos de cristal fundidos. Con el mosaico, el marcador en monumentos seguirá favoreciendo a Gardel 2-1.
La respuesta la da el padre Francisco Eduardo Toro Betancur, también mosaiquista:
“Un mosaico es un mural hecho con trocitos de materiales duros. Un piso recubierto de baldosas es un mosaico. Pero el mosaico artístico se hace con teselas de un centímetro cúbico. Cuando están pegados a un muro se llama mosaico mural. Y es un mosaico de pavimento cuando las teselas están pegadas en el suelo. También se puede hacer un mosaico artístico con teselas irregulares: Antoni Gaudí, un renombrado arquitecto catalán, hacía mosaicos quebrando platos de loza decorados con dibujos o coloreados. Hay mosaicos que se hacen recortando por los bordes la figura deseada: algo semejante a lo que se hace con las incrustaciones o enchapes de madera”.