A diferencia de Abad, yo sí considero que el fútbol y el deporte en general, son muy importantes para la sociedad, permiten fortalecer el tejido social, tener mejor salud mental -añorada más que nunca en estos tiempos de confinamiento- y sí que ha ayudado a combatir el hambre.
Héctor Abad escribió hace días en El Espectador una columna titulada “De fútbol no vive el hambre”, una crítica al deporte más popular del mundo y una invitación para que no reciba ayudas del gobierno, insistiendo en que es mejor que estas vayan para la salud. Afirmó textualmente: “hace dos meses no hay fútbol y no ha pasado nada. Nada”. Si nos vamos a ese extremo, como se lo mencionaron en Twitter, también se podría decir que de libros no vive el hambre, ni de escribir, ni pintar, ni cantar, ni estudiar; para mitigar el hambre simplemente hay que comer y producir alimentos; sin embargo, hay que considerar que como humanos no vivimos exclusivamente para satisfacer esa necesidad; que somos la única especie en el planeta que tiene sueños y razona, que no se rige únicamente por el instinto, que tiene otras prioridades y aspiraciones, como lo señala Abraham Maslow en su pirámide de necesidades: primero satisfacemos las fisiológicas, aquellas necesidades básicas como comer y dormir; luego las de seguridad, que se suplen con empleo y vivienda; vienen las de afiliación, donde consolidamos lazos de amistad y afecto; en las de reconocimiento buscamos tener confianza, respeto y éxito; y finalmente, en la cúspide de esta pirámide, tenemos la necesidad de sentirnos autorrealizados, en ese nivel no tenemos prejuicios, aceptamos los hechos y nos ocupamos por resolver problemas.
Lea también: Audiencias públicas virtuales
El pasado fin de semana, el Gol Caracol nos regaló la transmisión de uno de los mejores partidos que ha jugado la selección Colombia en los mundiales, el partido frente a la poderosa Alemania de Klinsmann, Voller y compañía, que a la postre sería la selección campeona del mundo en Italia 90. Yo, que no había nacido para la época, pude corroborar y con razón, por qué buena parte de la opinión pública, asegura que aquella generación de futbolistas que nos llevó a tres mundiales seguidos era inigualable. Qué partido tan emocionante y qué metáfora tan bonita sobre lo que es hacer equipo en la vida cotidiana y laboral. No había caudillos, todos estaban al servicio de la misma causa, de un mismo propósito y ese era hacer grande a Colombia, con corazón, valentía y pasión. Lo lograron.
A diferencia de Abad, yo sí considero que el fútbol y el deporte en general, son muy importantes para la sociedad, permiten fortalecer el tejido social, tener mejor salud mental -añorada más que nunca en estos tiempos de confinamiento- y sí que ha ayudado a combatir el hambre; este deporte, ha sido en muchos casos, el vehículo de salvación que le ha permitido a niños y jóvenes vulnerables del mundo, salir de la pobreza y de situaciones de violencia, los Dávinson Sánchez, Yerry Mina y Cuadrado, son muestras de ello.
Este deporte es hermoso, muestra la esencia competitiva del ser humano, invita a superarse; es una analogía con las batallas a muerte, al mejor estilo de los gladiadores romanos, pero sin armas, y sí con mucho talento y disciplina. Desde luego hay que promover su práctica en la sociedad, este fortalece valores como trabajo en equipo, disciplina, respeto, espíritu de lucha. Territorios con mayores canchas de fútbol por km2, son más armónicos y con mayores principios. Varios de los jóvenes que caen en problemas de drogadicción o delincuencia es porque no tienen suficientes alternativas para ocupar su tiempo libre. Por su propia naturaleza, de ser un deporte que únicamente requiere de una pelota para practicarlo, lo hace accesible para casi todo el mundo, sin importar su condición social y por eso es tan popular.
Le puede interesar: Progreso y medioambiente en el suroeste
El coronavirus ha dejado a buena parte de la población en condiciones precarias, son diversos los negocios que han quebrado y de todo tipo: bares, restaurantes, librerías, teatros, discotecas, gimnasios, aerolíneas; otros, trabajan a menor ritmo; la prioridad ahora es proteger la salud, evitar que la pandemia no nos desborde y asegurar que la población tenga los mínimos vitales. El fútbol no escapa a esta realidad, y es cierto, no es una necesidad básica, pero yo sí soy de los que espera el día, en que podamos ver de nuevo a nuestros jugadores en las canchas, celebrar los goles y abrazarnos como hermanos; en una sociedad tan polarizada, son deportes como estos, los que nos enseñan a unirnos, a remar juntos, a potencializar nuestras diferencias para trabajar por propósitos comunes, que no deben ser otros, que lograr porque en este país podamos tener mayor justicia social y oportunidades.
El fútbol como la cultura, es una poderosa herramienta de transformación social, no nos quita el hambre, pero sí nos da muchas alegrías. Nos hace más sensibles como seres humanos.