El documental El testigo: Caín y Abel, que retrata la vida del fotografó Jesús Abad Colorado, se lanzó en Medellín el pasado martes y tuvo la presencia de algunas de las personas que protagonizaron las historias de sus fotografias, además de miembros del mundo del arte y el periodismo.
Un documental con alma, que rescata el poder de la fotografía y la convierte en el retrato, no sólo de la guerra que por más de 25 años ha presenciado, sino, en el reflejo de la esperanza que representan sus personajes, es la cinta que hace un homenaje a la vida de Jesús Abad Colorado: 'El testigo: Caín y Abel'.
La producción, que será lanzada al público general después de mediados de este año, contó con la participación de los protagonistas de las fotografías más icónicas de Jesús Abad Colorado y le permitió al periodista regresar a los lugares que alguna vez fotografió en guerra, a blanco y negro, para llevar un nuevo retrato de vida, que esta vez, espera sea contado a color.
Usted ha crecido con sus personajes, incluso, a unos los conoce desde hace más de una década, ¿Por qué la idea de no sólo registrar el hecho de violencia por el que pasan las familias, sino, además, acompañarlos en un proceso de sanación regalándoles una nueva fotografía?
Ahí es donde está la clave de mi trabajo. Yo no busco la cara más perversa, si no la de la dignidad y es lo que hago cuando retorno a esos mismos lugares de los campesinos que he visto sufrir. Voy porque la gente continúa su vida, continúa amando y sembrando, aún en condiciones muy difíciles, sin agua o sin energía. La gente lo que quiere finalmente es vivir tranquila.
¿ Al retratar tanto la muerte, no se le vuelve paisaje o se le endurece el alma?
Para nada. El mérito del documental es mostrar que la humanidad no se pierde, incluso planteo que cada vez soy más frágil, si yo sintiera en algún momento que me está dando lo mismo cubrir un partido de fútbol y cubrir un hecho de dolor, es porque estoy muerto en vida.
Mi oficio no ha sido salir a buscar la guerra, ha sido buscar la vida, ha sido buscar los sobrevivientes, mirando como nuestras comunidades se reinventan, como siguen sembrando y no pierden la esperanza.
¿Qué le enseñan historias como la de Yeimy Alejandra, la niña que vio exhumar los restos de su madre en San Carlos (Antioquia) y que, como se ve en el documental, aún es evidente el dolor en su rostro y afirma que no es capaz de perdonar?
Las víctimas tienen todo ese derecho, además, el perdón es un acto individual, no colectivo. A cada persona le toma su tiempo, hay gente que se demora décadas y mucho más cuando te das cuenta que su temor es que le vuelva a pasar lo mismo.
A Yeimy Alejandra le tocó sacar a su madre de una fosa común en la primera exhumación que se hacía en San Carlos en el año 2007, acompañada de su abuela. Son dos mujeres unidas por el mismo cordón umbilical, mirando sacar su familiar de la tierra (…) Entonces, te tienes que detener un momento, porque observas que el cráneo está al lado del fémur, lo que significa que fue desmembrada por completo para meterla ahí; Luego, se ve un rosario debajo de la tierra que las dos identifican. Yeimy supo que era su mamá, su abuela confirmó que era su hija.
El documental tiene el tema de la religiosidad muy presente, incluso en el nombre ¿Qué le da de especial la oración a su trabajo?
Para mí la forma en la que me han transmitido la fe es una expresión de amor. Yo no soy un hombre que está yendo continuamente a orar, pero cuando estoy al lado de mi madre y de mi familia, entiendo que esa oración es amor por la vida.
Yo no salgo a trabajar sin un abrazo con mi familia y sin una bendición, ahí les estoy trasmitiendo la oración como un símbolo de esperanza y como una forma de vivir. Además es la mejor forma de protección que tengo, cuando he sentido miedo me he protegido con la fe y con la oración de mis padres. Si algún día me llega a pasar algo no será por mentir o por falta de fe.
Colombia siempre ha estado entre el blanco y el negro, Caín y Abel, el bueno y el malo. En mi trabajo me tocó ver víctimas y victimarios de todos los lados; la gente que hace ruido con las armas no es la directa expresión del mal, para mí son más criminales las personas que han hecho de las finanzas del país dinero de su bolsillo y de sus amigos; ellos tienen mucha culpa de que el país haya llegado a estos extremos.
En el documental usted vuelve a San Carlos con su tía, ¿Eso le ayudó a hacer la fotografía de su propia historia familiar?
Para mí fue muy importante, porque fue darle la posibilidad a mi tía de volver a un lugar del que había partido hace 57 años debido al desplazamiento que también sufrió mi familia.
Me gustaría hacer una fotografía de mis tíos, de mis hermanos, que también dicen que quieren ir a ese lugar, porque de allí son y de allí los desplazaron. Sí, seguramente lo haremos.
¿Tiene el colombiano la capacidad de hacer la paz consigo mismo?
Lo demostró cuando colectivamente el pueblo de Bojayá, a pesar de haber perdido en un día el 10% de sus habitantes dentro de una iglesia, votó sí por los acuerdos paz.
El Cristo mutilado, en la iglesia de Bojayá tras el ataque de las Farc.
Cortesía Jesús Abad Colorado, Semana.
¿Qué se viene para Jesús Abad y cómo es la fotografía del posconflicto?
Quiero seguir sembrando esperanza, que la gente entienda que no soy el fotógrafo de la guerra sino un fotógrafo que ha trabajado por la vida. Creo profundamente en el amor, ese que a mucha gente en este país le da pena expresar. La fotografía nos permite recordar que vivimos la guerra, pero, sobretodo, nos permitirá entender que tenemos un futuro que puede ser visto a color.