Formemos en lo humano

Autor: Ricardo Ernesto Torres Castro
7 abril de 2019 - 09:03 PM

Pensar la formación como un arte es adecuadamente necesario

Medellín

Ricardo Ernesto Torres Castro

+“Se recompensa mal a un maestro

si se permanece siempre discípulo”

F. Nietzsche

La educación, día tras día va haciendo grandes esfuerzos por lograr ubicarse en el contexto; cada escuela, cada agente de formación es víctima de los intentos por lograrlo. En los años 90 el asignaturismo era necesario ya que se debía formar al hombre todero y por esto, entre más asignaturas cursara sería mayor su grado de posición y ubicación en el mundo. Cuando el nuevo milenio empieza asomarse, haciendo guiños para hacer estragos, las escuelas, colegios y centros de educación se asustaban frente a los cambios que se venían dando. No era una novedad que muchos empezaran a reformar sus proyectos educativos, simplemente por no quedarse aislados de un proceso forzado por las escuelas de envergadura. En el ámbito científico, se sabía que el siglo de la física estaba declinando. Ya teníamos carros, se había teorizado y formulado leyes de movimiento, gravedad, choques, etc. La electricidad y el sonido ya son parte de nuestra cotidianidad, así que hacer un bombillo hoy no es de gran novedad. En cada esquina de barrio, en cada centro comercial los talleres de electrodomésticos abundaban y la razón de ser de una vivienda era que estos elementos fueran indispensables. El siglo XXI, aparece agresivo en la forma como busca ubicarse. Este siglo quiere dejar de lado la física, la da por supuesta y por entendida. Este siglo quiere romper las estructuras que siglos atrás habíamos construido acerca de la posición de la persona en la esfera global. Ya no hablamos de descubrimientos sino de interpretaciones, ya no hablamos de necesidades sino de vacíos, ya no hablamos de física sino de biología, quizá en unos años ya no hablemos de maestros sino de desarrolladores.

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Se me viene a la memoria aquel acontecimiento consciente de la modernidad cuando Nietzsche con su estilo intenta provocar la buena lectura, una más abierta invitación a descifrar y obligar la interpretación, una brillante capacidad de hacer despertar a las mentes y provocar un sinsentido de la educación, ya que todo lo hecho hasta el momento no valía la pena. El genoma humano llegó y unos intentaron despedirlo inmediatamente. No quisieron escucharlo y lo condenaron, otros lo excomulgaron. Sin creerlo, el mapa genético llegó buscando mejorar el nivel de vida y brindando posibilidades para el cuidado de sí. Más tarde intentó ir más allá. Quiso que la especie humana no se acabara y que la prolongación de la vida fuera posible. El genoma inició la discusión de la clonación, la construcción de los mapas genéticos y el mejoramiento de la especie. De esta discusión no se quiso aislar al aborto, la eutanasia, la eugenesia y todas las manifestaciones que buscaban argumentar sobre la dignidad humana. La filosofía se cansó de la metafísica de sustancias, esencias, potencias y actos. Se construyó la genealogía de la moral, la historia de la sexualidad, la historia de la mierda; quiso ir más allá del bien y del mal; quiso pensar de nuevo los cinco sentidos, volver sobre los órganos haciendo un proceso decostructivo de la realidad, hasta que en la actualidad giramos en torno al cuidado de sí y la posibilidad de entendimiento a partir de la lógica ascendente: gastronomía, pasiones, climas, sentidos, etc. Los juicios estéticos de nuestro tiempo ya no se enmarcan en el concepto de belleza, hoy el clima, la gastronomía, el tiempo y el espacio de la persona, reevalúan las consideraciones que antes se habían descuidado. Con optimismo la tesis de la estética de Tomás de Aquino unida a la idea de justicia es y será realmente el ideal de la belleza.

La música se ve forzada a ser un fármaco. Hoy sólo se piensa en hacer fusiones de ritmos que contagian y alivian. Se quiere hacer gregoriano con pop, rock con ritmos tropicales y mezclamos fácilmente los sonidos intentando hacer que la música se enferme y nosotros focalicemos nuestra emoción en la enfermedad de la música. Los teólogos ya no quieren saber nada más de dogmas. Hoy los teólogos quieren reivindicarse con la realidad de los pobres, los desposeídos y marginados, de lo sagrado, del medio ambiente, la naturaleza y el lenguaje. Hoy, hasta la argumentación está acuñando términos que dejan de lado la posibilidad de lenguaje del siglo anterior. Por citar sólo un caso, ya no se hacen críticas textuales o mecánicas sino viscerales. A esto está llamado quien se encargue del ejercicio filosófico y educativo, a reflexionar visceralmente sobre la realidad. Visceralmente la mujer asume una posición relevante. Cuando en el siglo pasado se quiso tomar la voz de la mujer como un problema de género, hoy es un fortalecimiento hegemónico de la afortunada condición de ser mujer. La condición sexual y la diversidad se ubican en primer plano. La reflexión ética se estandariza y la moral se reduce.

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Con éstas y muchas más cosas, la educación y la formación siguen luchando por establecerse en un mundo cambiante. ¿Qué difícil es hoy educar? Es difícil pero siempre es posible. La cuestión en el plano donde nos ubicamos es, ¿Qué difícil es formar? ¡Hoy no es difícil formar! Nuestro siglo pone al relieve una infinita posibilidad de formar a partir de lo humano. Esto no sólo se limita a las consideraciones físicas, ya que se puede correr el riesgo de reducir lo Biológico a lo físico. Esta es mi propuesta: “Volver sobre lo humano”. Esto requiere que el artista (formador) convierta los materiales que utiliza en materia prima en el sentido que lo era para los alquimistas: ingredientes imprescindibles para obtener el oro. Todo lo que hereda el hombre contemporáneo le llega cargado de un sentido que ya le han dado sus antepasados. El artista tiene que poseer el poder de descargar esa materia de los sentidos que le han sido asignados y devolver los materiales a materia prima original. Este es el papel del artista, del formador. Pensar la formación como un arte es adecuadamente necesario. “El arte dona doblemente: da la escultura y la vista, da la música y el oído. Es el secreto por el cual se mantiene el hilo, a veces débil, entre la obra y el espectador”.

 

 

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