Hay que pensar y actuar sobre la aplicación de alternativas de largo alcance, que impacten positivamente las raíces de esa realidad.
Mucho me han preocupado ciertos problemas urbanos, que crecen día a día, producto de la crisis del capitalismo, de la sociedad de consumo, con manifestaciones de toda índole, como la marginalidad económica, el desempleo, la informalidad; todo esto se refleja físicamente, en la presencia de los cinturones de pobreza que se dan en las grandes ciudades de América latina, incluido nuestro país Colombia, en la invasión física de los espacios públicos, de circulación.
Se ha buscado soluciones diversas para enfrentar estos problemas, una realidad del país, que han sido paños de agua tibia, para una sociedad que crece permanentemente, y cambia con su dinámica propia.
Muchas respuestas y propuestas del sector público no han logrado resultados profundos, trascendentales como: ayudas económicas sectorizadas, vivienda gratis, alimentación escolar, subsidios de diferentes formas, becas, amnistías en asuntos tributarios.
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Hay que pensar y actuar sobre la aplicación de alternativas de largo alcance, que impacten positivamente las raíces de esa realidad, para que progresivamente, se vaya logrando la recurrente equidad humana, social, cultural, económica, acompañada de una verdadera, sincera y permanente voluntad política de acción sobre lo propuesto.
La actividad comercial informal se da en espacios públicos, que permiten el intercambio de la oferta de productos, espacios que no son propiedad de los actores, ya que por su misma índole, no están en capacidad de tenerlos o adquirirlos en arrendamiento. Se necesita buscar el mecanismo, para lograr tener y ofrecer esos espacios a usuarios potenciales, que verdaderamente respondan a la oferta y la demanda.
Un ejemplo puede ser, el de la frecuencia de la venta de ciertos productos alimenticios en los centros de las ciudades: frutas, aguacates, otros, que son llevados a los hogares en el transporte público. En los parques de los barrios, corredores verdes, pueden comercializarse ampliamente y mejor. Esto es parte de un proceso cultural.
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El pasado nos pregunta sobre la necesidad de que los gobernantes con sus funcionarios, hagan una reingeniería sobre el diario vivir de sus gobernados; siempre le oí decir a mi madre, que las cosas pequeñas, los detalles, son más difíciles de accionar, que las cosas grandes.