Llega un momento en la vida empresarial en la que los ejecutivos que han recibido beneficios y estabilidad de las empresas deban preguntarse, no lo que la empresa deba hacer por ellos, sino lo que ellos puedan hacer por la empresa.
Las empresas grandes y pequeñas están en la misma coyuntura por causa de los efectos del covid-19; quieren conservar el empleo y quieren mantenerse vivas, pero su liquidez no da para pagar más de 2 ó 3 quincenas. Tras eso, el flujo de caja de la empresa se verá en serios aprietos (y será poco confiable) por la falla sistémica generada por la pandemia. El Gobierno anunció que capitalizará el Fondo Nacional de Garantías con 70 billones de pesos, de los cuales, 20 billones serían destinados a la micro, pequeña y mediana empresa. La vicepresidente manifestó en medios de comunicación que se garantizaría que las empresas pudieran tener acceso a créditos de capital de trabajo para poder pagar la nómina en estos tiempos de crisis. Sin embargo, la buena voluntad del Gobierno la aplasta la banca, pues sus requisitos para aprobación de créditos (a veces tan absurdos como requerir una visita presencial a las instalaciones de la empresa en plena cuarentena obligatoria) están encaminados a que los empresarios desistan de los mismos y tengan que recurrir a otras alternativas.
Mientras el Gobierno toma una medida de choque que permita garantizar la subsistencia de la empresa en Colombia, se produjo una medida paliativa que permite solventar la situación de iliquidez de las compañías por un par de meses, conservándose así como unidad productora de trabajo y bienestar para las familias, mientras se navega por estas aguas turbulentas. Se trata del artículo 3 del Decreto 488 del 27 de marzo del 2020, que indica que “Hasta tanto permanezcan los hechos que dieron lugar a la Emergencia Económica, Social y Ecológica, el trabajador que haya presentado una disminución de su ingreso mensual, certificada por su empleador, podrá retirar cada mes de su cuenta de cesantías el monto que le permita compensar dicha reducción, con el fin de mantener su ingreso constante (…)”. Con base en esta norma, las empresas pueden pactar (de común acuerdo y mediante un otrosí al contrato laboral) con los empleados de mayores ingresos una disminución (temporal) voluntaria a su remuneración salarial, la cual será compensada –mes a mes- con el retiro que hagan de su fondo de cesantías, de manera tal que no se afecte su ingreso constante. Una vez superada la crisis, o cuando el Gobierno determine e implemente la medida de choque que permita salvar la empresa colombiana (créditos sin interés para el pago de nómina o subsidios para el pago de nómina), todo volvería a la normalidad, se restablecerían los salarios y la empresa podría realizar aportes voluntarios a los fondos de cesantías de los trabajadores a fin de reestablecer el mismo al valor que tenía antes de hacer el “préstamo”.
Debe recordarse que el pago de cesantías (y de los intereses a las cesantías), que con tanto rigor y disciplina hacen los empresarios colombianos, no es parte de la remuneración del trabajador, sino que es un ahorro obligatoriopara momentos de calamidad, tal como cuando el trabajador queda cesante. Si bien la ley permite retirar las mismas para efectos de educación o vivienda, la filosofía del aporte de las cesantías es la protección del cesante y no la asunción de otros gastos o inversiones (educación y vivienda) que, si bien son importantes, no son vitales. Debe decirse que, en el caso del pago de créditos de vivienda por parte de personas naturales, los bancos ya han suspendido el cobro de los mismos por el término de 6 meses.
Esta figura, que podría considerarse como un préstamo blando de los trabajadores de mayores ingresos a la empresa, es un acto de solidaridad con quien ha asumido el deber riguroso de cumplir con obligaciones legales tales como pagar puntualmente las cesantías y los intereses a las mismas. Es un acto de grandeza en momentos de crisis donde los bancos, preocupados por su propia utilidad y en un acto de miopía, han cerrado las puertas a la empresa privada. Y, además de un acto de grandeza, es un acierto estratégico, pues lograr preservar la empresa equivale a lograr preservar su propio empleo. Parafraseando a John F. Kennedy, podría decirse que llega un momento en la vida empresarial en la que los ejecutivos que han recibido beneficios y estabilidad de las empresas deban preguntarse, no lo que la empresa deba hacer por ellos, sino lo que ellos puedan hacer por la empresa.