No han logrado probar nada contra él hasta el momento.
Lo de François Fillon no es un caso “de escándalo de corrupción familiar realmente impresentable”, como escribe Ricardo Angoso en su artículo intitulado “Francia, entre el populismo y la incertidumbre”, en Periodismo sin Fronteras, del pasado 7 de marzo. Esa fórmula cuestionable es, precisamente, lo que proponen los enemigos del candidato presidencial francés, quienes, además, no han logrado probar nada contra él hasta el momento.
Es cierto que desde hace unas semanas hay en Francia una atmósfera de caza de brujas, de violento hostigamiento político y mediático contra François Fillon, uno de los candidatos más opcionado para dirigir este país desde mayo próximo. Empero, la autoridad judicial no ha dicho su última palabra. Ni mucho menos. Fillon no ha sido siquiera inculpado ni condenado. Por el momento lo que hay de tangible es la ruidosa ofensiva desestabilizadora contra esa candidatura, la enérgica defensa política y jurídica del candidato conservador, la labor de defensa de sus abogados, la presunción de inocencia que protege a la familia Fillon y, finalmente, la investigación que adelantan, a cargo y descargo, tres jueces de instrucción. Lo demás es suputación y demagogia política.
Todo comenzó el 25 de enero pasado con un artículo del semanario satírico Le Canard enchainé quien aseguró -días después de que el partido neo gaullista Les Républicains invistiera a François Fillon como su candidato presidencial- que Penélope Fillon, la esposa del ex primer ministro, se había beneficiado durante varios años de un empleo ficticio (salario sin trabajo) como auxiliar del equipo parlamentario de su marido, por un valor presunto de 500.000 euros.
Presentando esas afirmaciones como ciertas, los medios, sobre todo un noticiero de televisión en continuo y la prensa escrita de izquierda, desataron una masiva labor de demolición del candidato, quien hasta ese momento era el favorito en los sondeos y tenía una imagen de persona intachable y determinada a sacar a Francia del actual caos y rehabilitar, como nuevo jefe de Estado, el trabajo, las empresas, la autoridad y a combatir el comunitarismo y el islam político.
Desde la víspera de la publicación de la sensacional “noticia”, algunos periodistas, informados de la supuesta “revelación”, habían lanzado la ofensiva. Con especial rapidez, el recién creado polo financiero del tribunal de París (PNF) se apoderó a su vez del tema y abrió una investigación preliminar tras escoger contra Fillon la más infamante calificación del supuesto delito: haber desviado fondos públicos. El 31 de enero, Éliane Houlette, jefa del PNF, ordenó el allanamiento de la oficina de Fillon para obtener “las pruebas de la realidad del empleo” de Penélope como auxiliar parlamentaria. Los efectos no tardaron en aparecer: un viento de pánico se apoderó de los dirigentes del partido LR y, en sólo 48 horas, Fillon perdió seis puntos en los sondeos de opinión.
¿En beneficio de quién? De Emmanuel Macron, un asesor económico y exministro de presidente socialista François Hollande y candidato presidencial de En Marcha, un partido sin programa y (presuntamente) sin ideología. El creador de ese partido, Macron, dice que “no hay cultura francesa” y que él “jamás ha visto el arte francés”.
El incendio avanzaba con furor hasta que el 24 de febrero el PNF dejó ver que no había encontrado prueba alguna para inculpar a Penélope y a su marido. Sin querer dar el brazo a torcer, ese organismo, en lugar de archivar el expediente, optó por pasarlo a tres jueces de instrucción, conocidos por su celo y sus duros métodos, para que continuaran el trabajo. En menos de 48 horas éstos anunciaron que el 15 y 18 de marzo François y Penélope Fillon deberán comparecer ante ellos “para ser inculpados”. Como tal movida –anunciar una sanción de esa naturaleza antes de haber cerrado la instrucción- no es legal, los abogados de Fillon denunciaron eso y se preguntaron cómo esos magistrados habían podido examinar en detalle, en pocas horas, las 2 000 páginas del expediente. Uno de los abogados detalló que los documentos que habían vertido al expediente, donde están las pruebas y testimonios que muestran con precisión que Penélope sí había trabajado todos esos años como auxiliar de su marido, y que nada había sido ocultado a la administración de impuestos, “no han sido siquiera examinados”. Y agregó: “Más de un tercio del expediente muestra la realidad del trabajo de Penélope. Nos convocan sin haber conocido el expediente. ¡Eso no es serio!”.
El abogado del líder republicano subrayó que “ningún colaborador ha indicado que ella no trabajaba. La gente sabe que ella trabajaba, lo que contradice la leyenda que quieren hacer creer”.
Sin tener en cuenta esos elementos de juicio, los jueces ordenaron el allanamiento del domicilio de los Fillon, el 2 de marzo y, al día siguiente, el de la casa de campo de ellos, decididos a encontrar las pruebas de cargo. ¿Resultado? No encontraron nada, parece, pues los dos periodistas de Le Monde que habían recibido ilegalmente extractos de las diligencias iniciales protegidas por el secreto de la instrucción, nada obtuvieron esta vez. “No hay más filtraciones pues no hay nada que filtrar”, resumió el abogado defensor Antonin Lévy.
A pesar de la cruzada desestabilizadora, Fillon no se dio por vencido. Desde el primer momento replicó que no se dejaría aplastar, que respondería a las convocaciones de la justicia y que continuaría su campaña electoral para impedir que “maten la alternancia” y que la casta actual complete la destrucción del país. Sus adversarios esperaban descarrilar la esperanza de cambio que encarna la candidatura de Fillon, quien promete ponerle fin a la absurda política económica y social de Hollande, quien ha hecho de Francia el hombre enfermo de Europa.
Una parte de los caciques del partido LR salieron corriendo ante el falso escándalo, convencidos como estaban que Fillon aceptaría ser reemplazado por uno de los jefes vencidos en las primarias abiertas de noviembre pasado. Nada de eso ocurrió. Las bases republicanas respaldaron a Fillon, primero en el mitin de La Villete, al que 15.000 personas acudieron a escuchar al candidato, y sobre todo en la enorme manifestación del 5 de marzo, preparada en solo tres días, en la plaza de Trocadero de París, donde cerca de 200.000 personas se concentraron durante tres horas bajo la lluvia, el frio y el viento, para demoler los cálculos de la izquierda.
En Francia, todo diputado de la Asamblea Nacional tiene derecho a una suma de dinero mensual, fuera de su salario, para cubrir los gastos de su acción parlamentaria. El diputado suele pagar con eso los honorarios de sus auxiliares y puede emplear a sus propios familiares. Muchos diputados emplean a miembros de su familia por razones de confidencialidad y confianza. No hay nada de ilegal en ello y a nadie le habían reprochado eso. El diputado hasta puede tomar ese dinero sin emplear a nadie. Empero, la opinión pública ha evolucionado y considera ahora que aunque es legal el diputado no debe emplear familiares. Por ese solo aspecto de desfase con la opinión, Fillon presentó sus excusas a los franceses el 6 de febrero y rechazó, al mismo tiempo, las acusaciones del PNF.
Sus abogados exigieron al PNF abandonar el caso pues éste carece, según ellos, de competencia. Explicaron que el intento de valorar el sistema de emolumentos de un auxiliar parlamentario, regido por la Asamblea Nacional, constituye una violación de la separación de poderes y una intrusión ilegal del poder judicial contra el poder legislativo.
“¿Por qué el primer reflejo [de los tres jueces] es allanar mientras que había una lista de personas dispuestas a ser escuchadas por ellos?”, preguntó en otro momento un diputado pro Fillon, antes de responder: “Ellos buscan el espectáculo”. El candidato se interroga por su parte sobre la fecha escogida por los jueces, el 15 de marzo próximo, para convocarlo. El defensor Levy responde: “Todos saben que el 17 de marzo es el día del cierre del registro de las candidaturas presidenciales. (…) Si ellos inculpan a François o a Penélope Fillon ese día yo no sabré qué pensar del funcionamiento de este país”. Sorda a toda argumentación, cierta prensa pedía la cabeza de Fillon. Un conocido periodista había escrito en su blog el 5 de febrero: “el último servicio que tenemos derecho a pedirle” es que retire su candidatura. Fillon no le dio gusto.
Lo que había sido programado como un crimen político implacable y casi perfecto, en el que Fillon era despojado brutalmente de su candidatura por la dirección de su propio partido, para que ésta inscribiera el 17 de marzo a otro político, Alain Juppé, por ejemplo, arruinando así la posibilidad de que los republicanos lleguen a la segunda vuelta, podría terminar ayudando a Fillon. Este recordó que la dirección de LR no podía removerlo y que continuaría su combate al precio que fuera, aún si es inculpado. Ante la contundente respuesta de la militancia el domingo 5 de marzo, y el mitin exitoso dos días antes en Nimes y los aplausos de los empresarios el lunes y la cena con electores ese mismo día, Fillon recibió finalmente el respaldo “unánime” de la dirección de LR.
Sin perder un minuto, mirando hacia el 23 de abril, Fillon reestructuró su equipo y emprendió una campaña nueva, “con más mítines, reuniones y terreno, pues no es apoyándose en los medios donde está la clave del éxito”. Y empezó a recuperar algunos puntos en los sondeos. Desde luego, le falta terreno por recorrer pues en las intenciones de voto sigue en el tercer puesto (20%), detrás de Marine Le Pen (27%) y de Emmanuel Macron (24%). Tal es el estado de esa candidatura al momento de redactar esta nota. Luego lo del “escándalo de corrupción familiar impresentable” refleja más el subjetivismo interesado de la izquierda francesa que un hecho cumplido.