Extinción masiva de la fauna

Autor: José Hilario López
22 enero de 2019 - 09:03 PM

Estamos viviendo el inicio de la pérdida más severa de la fauna que haya sufrido nuestro planeta.

Estamos viviendo el inicio de la pérdida más severa de la fauna que haya sufrido nuestro planeta, así lo advierte el artículo Fauna en desaparición publicado por la Revista Science en 2014, catástrofe mucho más severa que la causada por el impacto de un asteroide hace 65 millones de años que extinguió los dinosaurios y la mayor parte de la fauna terrestre. Pero con una diferencia, la actual catástrofe está siendo provocada por la actividad humana, que hace que cada año desaparezcan miles de especies, desde pequeños microorganismos a grandes mamíferos. En aquel mismo año el Earth Police Institute (USA) señaló que el nivel de extinción a que se había llegado era entre 1.000 y 10.000 veces más rápido que el registrado en los últimos 60 millones de años, durante los cuales el crecimiento de las nuevas especies había sido más rápido que la desaparición de otras formas de vida, proceso éste que ahora se ha invertido; el mismo informe también indicaba que para 2050 el cambio climático haría desaparecer el 15% de las especies animales y el 37% de las especies vegetales.

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En 2008 biólogos de la Universidad de California señalaron que la tierra está sufriendo su sexta extinción masiva de plantas y animales, con cerca del 50% de las especies en vías de desaparición, esto es lo que Rodolfo Dirzo ha llamado “defaunización del Antropoceno”, época geológica del Cuaternario que se inició en el Siglo XVIII con la Revolución Industrial y que algunos remontan hasta el descubrimiento y conquista de América en el Siglo XVI, cuando el hombre empezó a impactar global y masivamente los ecosistemas. Veamos algunos datos de la defaunización: Extinción de más de 320 vertebrados terrestres y de un 25% de las especies restantes; disminución del 45% de los invertebrados en un 67% de la población monitoreada. La megafauna (elefantes, rinocerontes, osos polares…) es la que acusa una mayor tasa de desaparición, lo que implica el aumento de roedores y con ello los ectoparásitos causantes de enfermedades de alto riesgo para los humanos. Por otro lado, un 41% de los anfibios y un 17% de los pájaros están amenazados.

Todo esto mientras la población humana se ha más que duplicado en los últimos 40 años.

En un artículo publicado en octubre 30 de 2018 en Proceedings of the National Academy of Science (USA) se concluye que el calentamiento global hace imposible la vida de los artrópodos en los boques tropicales, y con ello la extinción de las especies insectívoras. En el bosque tropical El Yunque, un bosque protegido en Puerto Rico, la población de insectos ha disminuido al menos sesenta veces entre 1977 y 2013. El número de insectívoros, como lagartijas, ranas y aves, también ha decaído. Uno de los autores de esta investigación, Bradford Lister del Instituto Politécnico Rensselaer en Nueva York, cartografió por primera vez en 1976 la población de insectos existentes en el Parque El Yunque. El trabajo fue repetido 40 años después, con resultados que indicaron una reducción masiva de artrópodos (arañas y escorpiones): la biomasa en peso seco de los artrópodos capturados en muestras de barrido ha disminuido entre 4 y 8 veces, y entre 30 y 60 veces en trampas adhesivas. La desaparición se registró también en los depredadores de los artrópodos: sólo los lagartos han disminuido en más de un 30% en relación con el primer estudio.

Pero el caso más dramático y preocupante, sin lugar a dudas, es el de la desaparición de las abejas. Según Albert Einstein: “Si las abejas desaparecieran, a la especie humana solo le quedarían 4 años de vida”. Todo lo que afecte a las abejas es una amenaza para la alimentación mundial: del 90% de los cultivos destinados al consumo humano, el 70% es polinizado por estos insectos antófilos (que aman las flores). En USA el 60% de las abejas han desaparecido, en Europa el 50% y se sospecha que en China y otros países la situación es aún peor.

Una sola abeja melífera visita alrededor de siete mil flores en un día. Para producir un kilogramo de miel cada individuo debe polinizar cuatro millones de flores. Multitud de especies vegetales dependen de estos seres para reproducirse y sin estas plantas los humanos moriríamos físicamente de hambre. La principal causa de la extinción de las abejas se debe al uso de plaguicidas o xenobíoticos (sustancias por fuera de la naturaleza), en especial los del tipo nicotinoides y a los monocultivos, así como a la utilización de semillas transgénicos. Otro factor que ayuda a producir el llamado Síndrome de colapso de las colmenas” son los cambios climáticos severos, que afectan los ciclos muy marcados de estos delicados insectos, debido a que ellos son los más evolucionados dentro del reino de los insectos y por lo tanto son más frágiles. Cada jardín que cultivemos o nuevo bosque natural que conservemos podría dar a las abejas una oportunidad de sobrevivir, pero sobre todo, como agrega la ecóloga Lilliam Eugenia Gómez, si en la agricultura se sustituyen los insecticidas químicos por manejos con prácticas naturales, tales como: controles biológicos con enemigos naturales, con plantas repelentes y con biopreparados, y si además se siembran especies provenientes de semillas nativas.

En Policy design for the Anthropocene publicado hace poco por Nature Sustainability, Thomas Sterner et al argumenta que el cambio climático exige una nueva forma de hacer política ambiental, que debe ser más rigurosa, integrar los intereses de regiones y países y asumir con responsabilidad que estamos en el Antropoceno. En el informe los científicos argumentan que, si bien las políticas ya existen y están siendo aplicadas, es preciso abordar desde una nueva perspectiva las complejidades geográficas, de fronteras, territoriales, ecológicas y sociopolíticas del problema, lo que requiere combinar diversas disciplinas para dar con las soluciones adecuadas.

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El mismo documento muestra que “la naturaleza integrada de los problemas planetarios requiere una respuesta política integrada”; a continuación añade: “las políticas tradicionales tienden a ser muy poco sistemáticas, son altamente ineficientes, propensas al fracaso e incluso pueden ser contraproducentes”. Explica que estas políticas se valen de recursos vitales para estrategias cortoplacistas, que a menudo sólo tienen ambiciones políticas.

Si bien el referido informe reconoce que no hay "soluciones simples", describe varias acciones para ayudar a enfrentar la creciente amenaza ecológica provocada por el cambio climático. Estas medidas incluyen la selección de estrategias científicamente rigurosas para formular decisiones políticas, la necesidad de que las decisiones se tomen de manera coherente, integrando intereses regionales, nacionales y mundiales, y una visión más concluyente de la verdadera medida en que la actividad humana está impactando el medio ambiente.

 

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