Esos muertos viven en el tango

Autor: Laura Cecilia Bedoya Ángel
25 agosto de 2019 - 10:44 PM

El guapo no era hombre de malas costumbres, podría haber tenido una desgracia, matar a alguien, por ejemplo, y según Leopoldo Lugones era un peleador desinteresado.

Medellín

Bandoneón, como tantas veces los versos de Jorge Luis Borges me salen al encuentro, hoy está el que da título a la columna, “esos muertos viven en el tango”, y de la historia de esos muertos es de la que voy a hablar.

Lea también: El alma del suburbio

Pero antes voy a decir algo sobre un cierto imaginario del tango, en el que hay quienes opinan que sólo menciona cuchillos y traiciones, sin embargo, su poesía viaja por muchas emociones, el tango me ha conmovido con versos salidos desde la más honda ternura y me ha llevado a los barrios con charcos de luna y complicidad de farol.

Ahora bien, de los guapos del tango, aunque hay literatura abundante, me voy a referir a El guapo, de Ezequiel Martínez Estrada, al poema El guapo de Evaristo Carriego y a la segunda conferencia de tango que dio Jorge Luis Borges: De compadritos y de guapos.

Martínez Estrada empieza su disertación así: “El guapo es un órgano atrofiado del pueblo, resumen de una época y albacea del indígena.” Ser solitario, que sólo obedece a un sistema propio, no le interesa la relación y menos la comprensión, es inflexible y sin los rastros de marioneta que tienen otros, lo que deriva en sus gestos serios e inmodificables.

Martínez Estrada

Martínez Estrada recibió por segunda vez el Premio Nacional de Literatura en 1937 por su ensayo Radiografía de la pampa.

No está afiliado a ninguna banda puesto que no se deja influenciar y tampoco le interesa el ascendiente hacia los demás. Da la pelea si lo provocan, sin indulgencia y sin miedo, no conoce la premeditación ni el arrepentimiento.

Cuando la organización social adolece de enormes fallas, el antisocial representa los sentimientos reprimidos, de ahí el carácter heroico que en algunos casos recubre la maldad del guapo.

Es un hombre que conoce las labores del campo, pobre y a veces mantenido por una mujer de mala vida, a quien le gusta trabajar para él, porque tiene alma de varón y es quien da las órdenes en el prostíbulo.

Termino con Martínez Estrada “En las ciudades y poblaciones mayores decae en el compadre, ya retórico, burocrático y político. Y no es hijo del gaucho malo, sino del extranjero pobre que quiere hacer pueblo de la ciudad”.

Había mencionado El guapo, de Evaristo Carriego y voy a presentar la primera estrofa:

“El barrio le admira. Cultor del coraje,

conquistó, a la larga, renombre de osado

se impuso en cien riñas frente al compadraje

y de las prisiones salió consagrado (…)”

 

Evaristo Carriego

Evaristo Carriego (1883- 1912).

Empiezo por comentar el segundo y tercer verso en el que hace referencia a muchas peleas y no con cualquier paisano, sino con otros compadres que le igualarían en bravura, y fue con ellos con los que logró ganar el título. Por otra parte, haber pagado cárcel es, para este contexto, una especie de condecoración.

La primera línea merece consideración especial, porque ya el término cultor nos conduce al proceso de ejercitar una habilidad, en este caso el manejo del cuchillo y/ o de la fuerza, y pues las circunstancias de admiración que le profesa el barrio nos remiten al coraje como mérito, que se le da a este hecho en una agrupación social.

Además de todas las características que he referido, el guapo es un tipo cautivador, que canta como un juglar contando hechos que lo acercan a Santos Vega, y cuando sus notas hablan de hechos rojos, recuerda la memoria de Juan Moreira, a quien el bardo dedicó este poema.

Llego ahora con Jorge Luis Borges, y nos va enseñando la influencia del gaucho en el tango, en primer lugar porque había una afinidad entre el compadrito que era un plebeyo criollo de la ciudad o de las orillas, y el gaucho. Ambos trabajaban con animales, entonces Borges aquí nos entona con el manejo del cuchillo de los guapos, por el oficio que desempeñaban. Eran matarifes, cuarteadores, carreros, y dice “los guapos más famosos salieron de esos gremios”.

El guapo no era hombre de malas costumbres, podría haber tenido una desgracia, matar a alguien, por ejemplo, y según Leopoldo Lugones era un peleador desinteresado. Sin embargo, los caudillos los buscaban como guardaespaldas, y también formaban parte del elemento electoral.

Dice Borges: “No quiero decir que todos los compadres fueran valientes o fueran pendencieros, eso sería absurdo… y pensemos sin embargo que esos crearon lo que yo he llamado en algún poema la secta del cuchillo y del coraje.  El poema El guapo de Carriego reúne varias cualidades, guitarrero y bailarín, lo que sí podría reunirse en un hombre, pero generalmente no se daba, al guapo lo único que le interesaba era pelear”.

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Después de la lectura de estas visiones, quiero despedir el artículo con los siguientes versos del poema El tango, de Borges.

…hoy, más allá del tiempo y de la aciaga

muerte, esos muertos viven en el tango.

 

… “En la música están, en el cordaje
de la terca guitarra trabajosa,
que trama en la milonga venturosa
la fiesta y la inocencia del coraje. (…)”

Y están: Cruz Medina que “era un malevo sin trampas, sin padrinos ni agachada”, “Aldo Saravia, tallador de la vida y de sus cosas, por su pinta y su labia” y Eufemio Pizarro, que “entraba en los disturbios del suburbio/con frío de puñal”.

 

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