Gobernar no es imponer criterios prevalidos de contar con una mayoría, porque la democracia no es la dictadura de las mayorías ni el reino del consenso sino el respeto al disenso y la posibilidad de entenderse con quien piensa distinto.
El comienzo de un periodo gubernamental viene acompañado, en todas las comunidades del mundo donde la democracia permite cambios de gobierno, de un sentimiento de esperanza. Crédulos irredentos en las ventajas de la democracia, creemos que esta vez sí se harán realidad las promesas electorales, que sí habrá coherencia entre los discursos de los candidatos y las acciones de los gobernantes y que, entonces, se hará el portentoso milagro de que el pueblo, en nombre de quien se gobierna, será también el destinatario de las políticas públicas y no el convidado de piedra de cada cuatro años.
La política no es solo la facultad de obtener los votos para gobernar. Es escuchar a la gente y respetar el derecho de todos a expresarse, a opinar., a protestar, inclusive, cuando considera que las cosas no van por el camino indicado. Gobernar no es imponer criterios prevalidos de contar con una mayoría, porque la democracia no es la dictadura de las mayorías ni el reino del consenso sino el respeto al disenso y la posibilidad de entenderse con quien piensa distinto. Gobernar es gestionar las contradicciones y buscar la aplicación de políticas comunes en medio de la diversidad.
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A los gobernantes que inician su período se les pide escuchar. Escuchar no solo las voces de apoyo, sino también las contrarias. Escuchar a la gente de la calle, escuchar a quienes sufren las vicisitudes del día a día para sobrevivir en medio de la adversidad.
En momentos en que crece la desconfianza ciudadana hacia la política y cuando los partidos políticos agotan su capacidad de convocatoria, los nuevos gobernantes saben que tienen la inmensa responsabilidad de reinventar la política para recuperar la confianza popular. Todos sabemos que está en juego el futuro de la democracia como concepto y como sistema para enaltecer la vida. Los plazos se agotan tan rápidamente como crecen las expresiones autoritarias que desean devolver el reloj de la historia hacia tiempos aciagos, para desconocer el valor de la equidad, de los derechos fundamentales y de las nuevas sensibilidades sociales.
Para descorrer la polarización que nos corroe y para buscar nuevos caminos de entendimiento como sociedad, escuchar debería ser el compromiso que todos asumamos este año. Si lo hacemos, reconoceremos la gran riqueza que entraña la diversidad de visiones, de opiniones, de salidas a las enormes crisis que nos consumen de tiempo atrás. Gana la sociedad, gana la democracia y se gana en el aprendizaje permanente del respeto al otro.