Tenemos el reto de devolverle el valor a la ciudadanía por encima de la imagen de los políticos, para fijar nuevas metas comunes en una agenda en la que no se disfracen las diferencias a punta de estadísticas ni encuestas. Escuchar las voces distintas y promover la diferencia.
Con la serenidad de quien habla como ejercicio de reflexión y no para convencer al otro, ni menos para descalificarlo, Jorge Orlando Melo nos dijo hace unos días en Medellín que el gran acierto de la Consejería Presidencial que le recibió a María Emma Mejía, fue escuchar a la gente y fortalecer las organizaciones sociales. Nos lo dijo en el cierre de Otras Memorias, una estrategia de conversación pública que promueven la Universidad de Antioquia, Confiar y Comfama, conducida por Alonso Salazar, quien estuvo vinculado a la Consejería y a la Corporación Región, mucho antes de ser alcalde.
Pero el historiador Melo hizo hincapié en que para alcanzar el desarrollo humano es necesario ampliar el espectro y el campo de conversación. Insistió en que es más importante la sociedad, la gente de a pie como suele decirse, que el capricho de los políticos. Y dicho en voz alta en esta Medellín narcisista y endogámica resulta por lo menos retador. Sí, recordó sus orígenes en el barrio Villa Hermosa, pero dejó entender que no hace parte del sentimiento regionalista y que el ethos antioqueño no es más que un cuento chino. Ni siquiera le da valor como germen de la ilegalidad o el afán por el dinero rápido, que considera es una costumbre bastante más antigua y lejana que las mafias del Medellín de los 70 y 80.
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Melo participó también de las celebraciones de los 30 años de Región, que en su momento fue fundamental para alimentar la discusión pública y ayudó a hacer visibles a las organizaciones de barrio, a los líderes juveniles que se batieron por salir adelante en un momento aciago, sin caer en la ilegalidad ni en la veleidad del narcotráfico. Esa organización que, junto con la Fundación Social, aprovechó el potencial que ofrecía tener un canal cercano como Teleantioquia para exaltar a quienes, sin pretender ser modelo de nadie ni vivir en un paraíso se podían definir como “Muchachos a lo bien”. Y como parte de la celebración del aniversario, el archivo de la serie documental le fue entregado al Laboratorio de Fuentes Históricas de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín, para que sea de pública consulta y, por qué no, ayude a inspirar a los jóvenes de hoy, como hizo con los de entonces.
Una estrategia de escucha que bien puede replicarse y que todavía puede contar más. Como pueden, y deben, recuperarse lugares de encuentro y de controversia en la ciudad y el departamento, que han sido reducidos o cooptados en el afán estadístico de hacernos pensar que somos el mejor vividero del mundo. Pero estamos lejos de ser la mejor esquina de América y de los sueños que nos fijamos para 2020. Y no vamos tan bien como nos dicen los encuestadores ni somos tolerantes, ni pacíficos, ni educados ni hemos mantenido la armonía con la naturaleza ni entre nosotros.
Hoy el reto es devolverle el valor a la ciudadanía, escuchar y propiciar lugares de encuentro, volver a fijar metas comunes, pero plurales, sin desdibujar las diferencias ni arroparlas bajo el manto estadístico que las disfraza. Es hora de entender que la mayoría no tiene siempre la razón y que las voces contrarias son necesarias para avanzar. Que más importante que la imagen del político o el falso apego por la ciudad o la región, es la defensa de la vida y procurar que los Objetivos de Desarrollo Sostenible sean posibles para todos.
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Implica que los nuevos gobernantes trabajen más por el bien común que por la imagen propia, que se rodeen bien y trabajen en equipo, que promuevan la participación ciudadana, las veedurías, las voces en contra, sin estigmatizarlas. Que, en la construcción de esas nuevas metas, de la nueva agenda como ha propuesto el Gobernador electo, quepamos todos sin falsos consensos y sin tener que agredirnos. Que de una vez por todas entendamos que escuchar es una tarea pendiente que debemos acometer como ejercicio fundamental de lo público, de la vida en sociedad.
La filósofa española Adela Cortina dijo recientemente en Bogotá que la labor de los líderes y los políticos no es prometer felicidad, sino garantizar oportunidades para generar esperanza. Quiere decir que el ejercicio de la ciudadanía no siempre es un camino de rosas, pero tampoco tiene por qué ser el camino al cementerio. Tal vez, si la escucha fuera un ejercicio más cotidiano, marchas como la de ayer serían menos necesarias.