Energías renovables y cambio climático

Autor: José Hilario López
6 junio de 2018 - 12:09 AM

Nuestra matriz energética es una de las más limpias del mundo ya que su principal componente es la hidroelectricidad, una energía renovable y de baja intensidad en la generación de carbono

Para contribuir a la mitigación del calentamiento global, en nuestro país se ha estado insistiendo últimamente en la necesidad de sustituir las energías producidas por fuentes fósiles-vale decir gas natural, petróleo y carbón-por energías limpias, entre las cuales se incluyen las pequeñas centrales hidroeléctricas o centrales operadas a filo de agua, que se caracterizan por no requerir embalses, pero, sobre todo se insiste en la generación aprovechando  las energías solar y eólica.  Estas últimas incluso ha sido tomadas como bandera de uno de los dos candidatos que compiten hoy en la campaña por llegar a la Presidencia de la República.
Aunque en este propósito podríamos estar todos de acuerdo, vale la pena analizar la composición de nuestra matriz energética, para mostrar sus aportes al calentamiento global y sobre todo lo que la sustitución de las energías convencionales por renovables significaría, en el corto plazo, para el desarrollo económico nacional.
Según el Banco Mundial las emisiones de CO2, la principal causa del calentamiento global, medidas en toneladas por habitante, en Colombia durante  2014, último año disponible en la base de datos de ese organismo multilateral, nuestro aporte a las emisiones totales de carbono es marginal y su reducción tendría un efecto también marginal. En efecto, nuestra matriz energética es una de las más limpias del mundo ya que su principal componente es la hidroelectricidad, una energía renovable y de baja intensidad en la generación de carbono.
De los 16.420 MW de potencia instalada con que cuenta Colombia, un 70% son hidráulicos, 29% térmicos y 1% cogeneración y eólica. La solar es mínima y está por fuera del sistema interconectado. Por otro aspecto, nuestra  producción en toneladas de CO2 por habitante y por año alcanza a ser apenas 1,8,  una de las bajas del mundo, si se compara con Norteamérica (16,4), los países de ingresos altos (11,0) y medios (6,6), respectivamente y aún con Latinoamérica y el Caribe (3,1).

Vea también: Del homo habilis a la ingeniería
Según la Unidad de Planeación Minero Energética-UPME el costo de instalación por MW en US$, para la energía solar fotovoltaica (FV) es de 1.107, para la solar FV distribuida (la de los paneles solares instalados en los techos de las residencias) es de 1.687 y de 1.663 para la eólica, mientras que para las térmicas a carbón es de 1.870, de 1.151 para las de gas y de 2.102 para la energía hidráulica con embalses, la de mayor costo de inversión unitaria.  Si se mira sólo el costo de inversión resultarían favorecidas las energías solar y eólica, pero lo que realmente cuenta en el análisis es el Factor de Planta (FP), que mide la disponibilidad en tiempo durante el cual la capacidad instalada de la planta de generación puede operar efectivamente, tal como se explica en los siguientes párrafos.
El FP de una planta térmica depende de la disponibilidad de combustible, de tal manera que si el suministro está asegurado la central sólo estaría fuera de operación por causa de  los mantenimientos rutinarios o daños accidentales  en  los equipos, razón por la cual el FP de estas instalaciones se estima en 90%, aunque esto no significa que se utilicen efectivamente todo este tiempo: por ejemplo, en el caso colombiano se operan menos por el alto costo del petróleo y del gas natural. El FP de las centrales hidroeléctricas es del 70% y depende fundamentalmente de la hidrología.
Veamos ahora el FP de las energías solares y eólicas, los cuales resultan ser apenas del 20% y del 30%, respectivamente, esto en razón de no todo el tiempo se dispone de luz solar o del viento. Esto quiere decir que para reemplazar un MW hidráulico se requieren 3,5 MW solares y 2,3 MW eólicos, mientras que para un MW térmico se requerirían 4,5 solares y 3,0 eólicos. Esto traducido a costos significa que para sustituir un MW carboeléctrico  por uno solar se requeriría un 270% más de inversión, mientras que para sustituir un MW hidroeléctrico se necesitaría un 85% más.
En un reciente  artículo publicado en el Periódico Debate, el economista Luis Guillermo Vélez Álvarez sostiene que los países que han incorporado energías eólicas y solares para sustituir energía térmica convencional, lo han logrado mediante grandes subsidios estatales, finalmente pagados por los consumidores (http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/otras-opiniones/item/19295-desvirtuando-a-petro-parte-l-el-cambio-climatico-y-las-energias-renovables). Esto en razón de que  los costos reales de inversión en instalaciones solares y eólicas son todavía muy superiores a los de las fuentes convencionales. No obstante lo anterior, estas energías limpias se irán imponiendo en el mundo, a medida que se reduzcan los costos de instalación y se avance en la tecnologías que posibiliten el almacenamiento de la energía producida en baterías o en  otros dispositivos. 
Ahora miremos el escenario energético que se vislumbra para el país por causa de del grave accidente de Hidroituango, y consecuente retraso en su entrada como generador al sistema eléctrico interconectado. Según XM, la firma encargada de la negociación de la energía en Colombia, en el año 2022 “la energía que se produzca en situaciones de escasez de agua, tales como la del fenómeno Niño 2015-2016, la demanda de energía superaría los escenarios medio y alto que proyecta la UPME”.  Esto significa la necesidad de una mayor generación térmica, en especial la carboeléctrica, dada la gran abundancia de este recurso mineral, no solo en la región caribe sino en el interior del país. Para Antioquia esta es la oportunidad de revivir el proyecto carboelectrico del Sinifaná, que se puede optimizar con las nuevas tecnologías hoy disponibles para la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero.

Lea también: Cambio climático y desastres naturales

Por último y como conclusión, incrementar la generación térmica (con carbón y gas natural, aunque este último tenga que ser importado) e impulsar las energías no convencionales (solar y eólica), significa diversificar la matriz energética nacional, lo que se traduce en mayor firmeza y seguridad  para el  sistema eléctrico nacional.

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