Invito a los candidatos que se centren más en la educación como apuesta y no como disculpa. Aún podemos, aún es posible cumplirle el sueño a Bolívar.
Por estos días uno escucha de todo. Ahora todos hablan “con propiedad” de la educación. Resulta que, en un país con los problemas estructurales, la historia de la violencia, la no superación de los conflictos, la polarización, el partidismo mesiánico y le liderazgo oscuro de muchos de nuestros gobernantes, es entre profético y cínico hablar de la educación como la gran salida para superar todos nuestros problemas. Si, es que la educación se convirtió en la cenicienta de este cuento. Esa niña bella, pero descuidada, maltratada y escondida también sueña con tener su salida a la luz, su encuentro con aquel príncipe que la valorará y que después de una gran noche sale presuroso en su búsqueda, precisamente porque disfruta de su belleza. Que no se nos ocurra pensar que los políticos son ese príncipe. La educación por años en Colombia ha sido totalmente manoseada, hemos jugado con ella, no la hemos tomado en serio y por lo mismo resulta siendo desconocida, muy técnica, cargada de procedimientos y políticas que, en muchos casos, hace que su belleza sea escondida. Nos han dicho muchas mentiras, es muy fácil constatar la falacia de quienes dicen que ahora se está invirtiendo más en educación que antes. Tampoco pueden decir nuestros gobernantes que la educación es una prioridad. Ahora resulta que todos los candidatos venden la educación como su bandera electoral, ahora resulta que todos están consientes de su necesidad, ahora resulta que para todos los candidatos la calidad educativa es el eje principal de su agenda. No más mentiras, no más falacias. Hoy invertimos menos por cada estudiante y mucho menos de lo que invierten los países de la región, miremos el caso de la educación superior donde el gasto por estudiante cayó de 9,1 millones de pesos en el 2000 a 8,1 millones de pesos en el 2015. El panorama actual no es nada alentador. 200 años de un país que archivo la agenda educativa para darle paso a la agenda militar.
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A propósito del Bicentenario de nuestro país, un ilustre historiador de la academia boyacense de historia nos recordaba en el pantano de Vargas, en la conmemoración del 7 de agosto el famoso sueño de Bolívar: hacer de Colombia una gran universidad. El sueño se frustró y fuimos los colombianos los que acabamos con ese sueño. Hemos oído decir que para el 2027 Colombia será el país más educado de la región, que lejos estamos de este propósito, mientras nuestros vecinos han tomado medidas para mejorar la calidad, nosotros no hemos llevado a cabo ninguna estructural. El ultimo decreto sobre la calidad de la educación superior es un paño de agua tibia, es tan solo la derogación de otro y la apertura tímida de una puerta que por años el país estaba esperando y que aun, no es la puerta abierta que los colombianos estamos esperando. Pensar en el propósito superior de hacer de Colombia el país más educado de América Latina es tan irreal que, mientras Chile hizo una profunda reforma curricular que le permitió organizar las asignaturas para impulsar los procesos de pensamiento e interpretación de los estudiantes y, vinculó a los docentes a completos programas de formación, antes de implementar la jornada única. Al hacerlo, resolvió tres problemas de manera articulada: currículo, formación y jornada única. En Colombia, hoy hay candidatos que le están diciendo a los posibles electores que van a revolucionar la educación con la jornada única. ¡Triste, muy triste, increíblemente es triste!
Que van a construir colegios, que van a hacer más jardines para la primera infancia, que van a mejorar el servicio de alimentación escolar, que nos van a hacer muchos factores. Mejor sería que hicieran un curso de profundización y entendieran realmente cuál es el foco del problema. Cuando pensamos en educación a ningún gobernante se le ocurre plantear mecanismos de formación docente, de incentivar la carrera del docente como actor fundamental del proceso educativo, a nadie se le ocurre que los registros únicos de las universidades no deben tener fronteras de cobertura para que estos puedan llegar a todos los rincones del país, nadie se preocupa por regular tanto centro, institutos de garaje que sin ningún estándar de calidad se volvieron en los repartidores de títulos que han hecho fracasar el mercado laboral. Allí en la Colombia profunda donde hay un normalista haciendo cumplir el sueño de Bolívar, allí donde el estado es insuficiente y la institución más creíble es ese profesor, en los campos y montañas hay quien ha asumido una tarea fundamental y es a ese precisamente al que le incumplen con su salario, el que no tiene estabilidad y cada año debe ir donde el “doctor” a ver si por caridad le renuevan su contrato, ese mismo que tiene que dejar su propia vida para llevar educación a quienes por cuenta de estos “doctores”, son los reales damnificados. La educación no puede ser más la cenicienta de los políticos, no puede ser el objeto de grandes discursos y pocas acciones. Invito a los candidatos que se centren más en la educación como apuesta y no como disculpa. Aún podemos, aún es posible cumplirle el sueño a Bolívar.
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