Son muchas las facetas de este ciudadano especial. Y a ellas se hace referencia de modo honrado en la película. Algo y alguien de quien nuevas y viejas generaciones de antioqueños tenemos siempre mucho que aprender.
Por fin ha aparecido una película colombiana que destaca valores reales, positivos. Presenta lo justo, lo bello, lo verdadero, precisamente cuando lo usual es oscurecer la virtud en medio de una catastrófica crisis de estética y de valores. La producción de cine, series televisivas, literatura, incluso las artes plásticas, en Colombia, en los últimos años, han sido monotemáticas y mal olientes: vulgaridad, violencia, narcotráfico, corrupción, prostitución, trata de personas, todos los colores de la miseria humana. Tales han sido los temas usualmente explotados con fines comerciales por industriales de lo grotesco, cuyos beneficios económicos se derivan de lo que hacen creer al mundo: lo que muestran y de lo que se lucran, muchos lo creen así, es la “realidad”. Como si la realidad local se limitara a lo amarillista, a lo detestable. Por supuesto, las cosas no son así. Aunque, a fuerza de repetir las malas imágenes, esto sea algo difícil de explicar a los extranjeros –y a muchos locales- que creen saber algo de estos lugares pues son “informados” por esos oscuros y repetitivos productos del comercio mediático. Y así lo han hecho desde hace décadas, generando una mala estrella y una penosa imagen que sólo se borrará en décadas.
Por el contrario, en la preciosa película de Iván Obando Me llevarás en ti, al fin nos encontramos con una realidad que tenemos en nuestro entorno, pero que al mismo tiempo, ha permanecido opacada por las razones anotadas.
Don Gonzalo Mejía, el legendario industrial antiqueño, un creador, un ejecutor, un “fabricante de sueños”, es uno de los poderosos caracteres propios de esta región, cuyos méritos personales hablan para ser genuino modelo y ejemplo. Jugó gran papel en el nacimiento de la aviación colombiana, la industria cinematográfica, la comunicación vial de Medellín con nuestro Urabá, la generación de industrias… Son muchas las facetas de este ciudadano especial. Y a ellas se hace referencia de modo honrado en la película. Algo y alguien de quien nuevas y viejas generaciones de antioqueños tenemos siempre mucho que aprender.
Puntos a destacar: el decoro y alto sentido humano con que es presentada la historia de amor juvenil del paisa con Isolda, una bellísima aristócrata polaca, con sus altibajos, proximidades y lejanías. Hay nobleza e intensidad afectiva en Me llevarás en ti. Hay decoro y profundidad en la presentación de sentimientos, “congelados en el tiempo” y enriquecidos por unas anécdotas y circunstancias históricas de gran complejidad: revolución bolchevique, guerras europeas, circunstancias familiares muy verosímiles, aquí en este trópico y allá en la convulsionada Europa.
Las imágenes y hechos son tratados con sentido estético: escenas rurales que hacen parte de la memoria y la genética de los antepasados de cada antioqueño, el poderoso verde del río Cauca, la navegación por el Magdalena, la evocadora arquitectura de fincas y caserones, corredores, patios, puertas, ventanas, pisos, establos. Se obtiene el máximo efecto del elegante carácter de nuestro hospital San Vicente, también protagonista, junto con la canción del médico y compositor huilense Jorge Villamil, Me llevarás en ti, con excelentes interpretaciones.
Se trata de una obra cinematográfica digna de ser tenida en cuenta por nuevas y viejas generaciones. Se elogia en ella lo que merece elogio, la vida y obra de un hombre y una familia que hizo mucho por su región, don Gonzalo Mejía y su ilustre parentela. Es bueno llamar las cosas por su nombre, cuando es verdad que también hemos tenido el ejemplo, el decoro, el buen gusto, y la puesta en práctica de las virtudes humanas de la fidelidad, la constancia, el afán de superación, laboriosidad, creatividad y progreso: la obra del director Iván Obando es respetuosa con la realidad y con el amor, y los exalta. Merece aplausos.