Prima el derecho colectivo a un medio ambiente sano sobre la comodidad individual de los pobladores.
Las decisiones tomadas por las autoridades medioambientales del valle de Aburrá y las alcaldías de sus municipios con motivo del peligroso enrarecimiento del aire que respiramos los habitantes del lugar, merecen nuestro respaldo y nuestro acompañamiento, no obstante las incomodidades momentáneas que nos puedan causar. Prima el derecho colectivo a un medio ambiente sano sobre la comodidad individual de los pobladores.
Pero las decisiones no parecen tener igual tratamiento con todos los que contaminan el ambiente en la región, pues deja de lado a conocidas empresas que exhiben una desafiante fumarola negra en forma permanente en sus elevadas chimeneas y que están distribuidas a lo largo de todo el valle de Aburrá. No voy a citar nombres para no ser injusto, pues carezco de la lista completa, pero los habitantes de las distintas ciudades saben y conocen de sobra muchas de ellas que contribuyen en grado sumo a la crisis que hoy padecemos.
Tampoco son extraños a la generación de tan peligrosa polución algunos vehículos de servicio público y de transporte de carga que pasan por las vías dejando una estela de humo y contaminación que parecen desafiar a la ciudad y a sus autoridades. Las redes sociales son un fenómeno reciente que le permiten al ciudadano común y corriente informarse realmente e informar a sus paisanos de una forma elemental y rápida. Por esa razón durante esta semana hemos conocido innumerables videos donde se denuncia la presencia de buses, volquetas y camiones contaminando de forma grave a las ciudades del área metropolitana. Este grave pecado medioambiental deja al descubierto las falencias que presenta el programa de la revisión técnico-mecánica que todo vehículo debe garantizar para poder circular sin problema alguno. O estos vehículos transitan sin la debida revisión o se los otorgan sin el lleno de los requisitos, simple y llanamente por un fenómeno de corrupción.
Otro fenómeno que debe estar gravitando en forma primordial sobre contaminación de Medellín y sus ciudades vecinas son algunas obras públicas interminables que se están construyendo y creo que la más dramática de estas son los colectores de aguas negras y lluvias que a la altura del barrio La Paralela y Tricentenario en la vía Regional realiza un contratista para las Empresas Públicas de Medellín. Ya desde estas columnas hemos narrado las dificultades que notoriamente se observan sobre estos trabajos: llevan ya algo más de seis meses en esa construcción, hasta esta semana trabajan en una sola jornada y forman unas congestiones vehiculares de padre y señor mío. Transitar entre la calle Barranquilla y Solla por esa vía es un calvario que puede tardar desde cuarenta minutos hasta dos horas, cuando normalmente se puede transitar en diez minutos. Personalmente enteré de la situación al doctor Jorge Londoño de la Cuesta, gerente de EPM y amablemente prometió tomar las decisiones del caso.
Debemos pues respaldar las decisiones tomadas por las autoridades municipales y medioambientales, pero también debemos reclamarles que amplíen su mano protectora de la vida para que todos los que contaminamos contribuyamos definitivamente a la solución del problema.