A todo esto, se suma un hecho de importancia histórica: el domingo Colombia vivió las elecciones más pacíficas de su historia reciente.
Las elecciones que tuvieron lugar el domingo pasado dejaron más cosas buenas que malas. El triunfo de Iván Duque y el deplorable resultado de Alejandro Ordóñez en la consulta de la derecha, sumados a la “quemada” de candidatos extremistas como el pastor Oswaldo Ortiz, muestran que Colombia apoya a la derecha, pero en su versión más moderada. Es cierto que Duque jamás habría podido ganar sin el padrinazgo de Álvaro Uribe, que no es propiamente un tibio. Pero el apoyo de Uribe a Duque sugiere precisamente que el ex-presidente sabe que el país no está interesado en apoyar discursos extremistas.
Por el lado de la izquierda, los casi tres millones de votos obtenidos por Gustavo Petro son una excelente noticia para la democracia colombiana: con el fin del conflicto con las antiguas Farc, la izquierda legal por fin parece volverse un competidor electoral de peso en el país, lo cual puede imprimirle un dinamismo interesante a los debates públicos nacionales. La desigualdad socioeconómica es un problema acuciante en Colombia y es la izquierda la que puede contribuir a ponerla en el centro de la agenda pública.
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Respecto de las elecciones legislativas, el triunfo de partidos como el Centro Democrático y Cambio Radical fue más bien agridulce. A pesar de que el Centro Democrático fue el partido más votado, sus resultados, al menos en el Senado, fueron peores de lo esperado: ellos anunciaron a viento y marea que elegirían más de 20 senadores, y quedaron con 19. Cambio Radical fue el partido que más creció, pasando de 9 a 16 senadores. Pero de manera similar al Centro Democrático, los de Cambio habían repetido insistentemente que serían el partido más votado en las elecciones. A ambos les fue bien, pero no cumplieron con las expectativas que ellos mismos generaron. La lección es clara: el pez muere por la boca.
En contraste, los resultados de partidos y movimientos minoritarios, como la Alianza Verde, el Polo Democrático Alternativo, la Lista de la Decencia y el MIRA fueron mejores de lo esperado. Los verdes doblaron su número de senadores (pasaron de 5 a 10), y el Polo, la Lista de la Decencia y el MIRA, en contra de diversos pronósticos, superaron el umbral electoral y lograron obtener 5, 4 y 3 curules respectivamente. No parecen resultados espectaculares, pero la verdad es que no son poca cosa.
A todo esto, se suma un hecho de importancia histórica: el domingo Colombia vivió las elecciones más pacíficas de su historia reciente. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia dejaron las armas y pasaron a ser la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, y aunque sus resultados electorales fueron pésimos, su participación en las elecciones es una victoria para ella y para el país. Además, con las 10 curules que tiene aseguradas en el Congreso, tendrá la oportunidad de demostrar sus capacidades para el debate político más allá de lo electoral.
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Lo más probable es que Iván Duque gane las elecciones presidenciales. Incluso, en el eventual escenario de una coalición integrada por Humberto De La Calle, Gustavo Petro y Sergio Fajardo, esta sería derrotada por una alianza de Duque, Vargas Lleras, los conservadores y, al menos, una fracción de los liberales. Por supuesto que todo esto es especulación, pero no son conjeturas disparatadas.
No es un panorama que me alegre. El Centro Democrático nunca ha sido el partido de mis preferencias y el hecho de que Duque represente la cara más amable de esa colectividad no logra consolarme. Sin embargo, quienes no simpatizamos con la derecha poco ganaremos quejándonos. Los resultados de las fuerzas de centro, centro-izquierda y de izquierda en las elecciones legislativas no fueron despreciables. En los próximos cuatro años, la tarea que estas tendrán será hacer un control político serio a la coalición de derecha que gobernará a Colombia. De manera simultánea, y pasados los afanes propios del periodo electoral, el centro y la izquierda podrán buscar puntos de acuerdo que permitan construir una coalición con una verdadera plataforma de centro-izquierda, que sea una opción real de poder para las elecciones presidenciales de 2022.