Tres jóvenes de la Comuna 13 siguen desaparecidos desde hace 50 días, condición en la que Medicina Legal reportó más de 38.000 personas en la última década (2008-2017).
“Que alguien me diga si ha visto a mi hijo…”, tal y como se implora en Desapariciones, esa sonada canción que inmortalizó el salsero panameño Rubén Blades con el relato, ceñido a una inocultable realidad que han sufrido por décadas muchos países y en particular Colombia, de esos crueles episodios que sólo siembran dolor, angustia, incertidumbre y un infinito vacío que ahoga la vida, así mismo lo suplican hoy otras tres familias de la Comuna 13 de Medellín, que unidas por una efímera fe y un paulatino desaliento esperan saber algo de los muchachos que no ven desde el pasado 18 de septiembre, luego de que hombres armados se los llevaron con rumbo desconocido.
Cincuenta días y noches de zozobra y lágrimas, de intranquilidad e impotencia, que también se han llevado la alegría de sus hogares, donde no sólo madres y padres, sino hermanos, hermanas e hijos los siguen esperando.
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“El vacío es enorme. Extrañamos su permanente sonrisa, su gusto por la música, su tranquilidad para comer de todo, como buen pobre, y su amor incondicional por el Verde, por su Atlético Nacional del alma”, cuenta Paulina, hermana de Jaime Andrés Manco Gallego.
“Ese día él fue a visitar a mamá -doña Marisol- y al salir de la casa allá en Belencito hombres armados los abordaron, los bajaron del taxi y se los llevaron”, recuerda la hermana.
Jaime Andrés, de 23 años y padre de una bebé de 4 años, trabaja con su papá en un negocio de baterías para carros en la Zona Industrial, apunta Paulina.
A Jaime Andrés lo acompañaban ese día Andrés Felipe Vélez Correa, de 21 años, y Santiago Urrego Pérez, de 18 años, también desaparecidos desde ese día, en límites con el corregimiento de Altavista.
Claudia Patricia, madre de Andrés Felipe, dice que “lo recuerdo día y noche, lo veo disfrutando de una sopa de verduras con carne molida que es su comida preferida, lo veo vestido de alegría con la camiseta de Nacional cuando salía para el estadio, lo veo los sábado cuando se levantaba más alegre que nunca porque era un día especial, de rumba, lo veo dispuesto a irse a trabajar, lo veo en todo momento…. Y lo único que pido es que nos den una señal de dónde están, como estén, por favor… esto es mucho dolor”.
Doña Claudia Patricia agradece el acompañamiento y la disposición que han recibido de las autoridades, y en general de vecinos, familiares y amigos, pero también espera que con unos “volantes que se piensan repartir y ojalá una recompensa que esperamos se autorice, logremos ubicarlos”.
Igual escenario viven en la casa de Santiago, donde su mamá, doña Patricia, y sus dos hermanos, lo esperan: “Él no es amante del fútbol, lo que le encanta son las motos, tanto que pensaba estudiar mecánica de motos”, recuerda doña Patricia en medio de su infinito abatimiento.
Jaime Andrés, Andrés Felipe y Santiago compartían vivienda en Belén Las Violetas, de donde salieron aquel día hacía Belencito Corazón para no regresar, hasta hoy, sin saberse quiénes y por qué se los llevaron. De ellos sólo encontraron algunas de sus pertenencias, ropas, manillas, un zapato, un rosario y la cédula de Andrés Felipe, elementos que hacen parte de la investigación.
Tres jóvenes más que, hasta hoy, se suman a esa interminable lista de desapariciones forzadas que dejan una dolorosa cicatriz en la historia colombiana, y a la que casualmente se refiere Blades en su canción cuando se responde que el desaparecido vuelve “cuando lo trae el pensamiento” y desde ese tormento sólo se la habla “con la emoción apretando por dentro”.
Realidad de miedo
Hace 80 años Colombia reportó la primera desaparición forzada. En 1938 se denunció la desaparición de una mujer, de la que nunca más se volvió a saber. Fue el primero y único de esos casos en ese año.
Según informe del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en 1960 se notificaron 7 casos de desapariciones, en 1970 fueron 30, en 1980 subió a 152, en 1990 se elevó a 1.073 y en 2000 la cifra ascendió a 4.370.
De acuerdo con el informe Forensis 2017, entre 1938 y 2017 se reportaron 132.963 personas en condición de desaparecidas. De estas, el 5,58% aparecieron muertas; el 25,81% aparecieron vivas y el 68,59% continúan desaparecidas, condición que en Colombia comprende tres categorías: desaparición voluntaria, involuntaria o accidental, y forzada.
Desde 1945 y hasta 2017, en total, 515 colombianos se reportaron en esta condición, sin que hasta ahora se tenga información pública de los hechos que dieron lugar a su desaparición.
Entre 2008 y 2017 se observó una década con tendencia al aumento, siendo los picos más altos en 2011 y 2012 y con la enorme preocupación de que todavía en 2017 la cifra de desaparecidos fue mayor que en 2008, diez años atrás.
Hechos que sólo han sembrado dolor, angustia e incertidumbre en miles de hogares colombianos. Imborrables cicatrices.