Empirismo vs. racionalismo

Autor: José Hilario López
25 julio de 2018 - 12:07 AM

El problema radica, entonces, en separar la conciencia o los contenidos de la conciencia (la mente) del mundo físico, desconociendo que el conocimiento forma parte de nuestra naturaleza humana

Como simple aficionado a la filosofía siempre me ha inquietado el origen del conocimiento, sobre todo del conocimiento científico, para lo cual existen dos teorías contrapuestas, el empirismo y el racionalismo. El empirismo es la escuela filosófica que considera la experiencia como criterio o norma de verdad para el conocimiento, mientras que el racionalismo considera la realidad como gobernada por un principio inteligible, al que la razón puede acceder y que, en definitiva, identifica la razón con el pensar.

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Como profesional de la geología durante muchos años estuve convencido de que con la sola observación, ayudada por la medición y la experimentación se podría acceder a un conocimiento de la realidad que, aunque limitado, podía ser utilizable para ayudar a resolver problemas prácticos relacionados con los impactos de las obras de ingeniería, sobre en el entorno natural, lo que ahora se denomina los ecosistemas. Más tarde cuando empecé a estudiar la Lógica de la investigación científica de Karl Popper, el gran filósofo racionalista y matemático alemán del Siglo XX, en especial su crítica al método inductivo, empezaron mis dudas y reflexiones, que todavía me persiguen. Aceptar, como lo afirma Popper, que sólo es válido para la ciencia el conocimiento basado en la deducción y que primero existen las ideas abstractas, que llegan a ser conocimiento científico cuando son sometidas a la prueba ácida de la falsación o refutación, significaría desechar toda aproximación al mundo de lo real y todo el empirismo que soporta el estudio de las ciencias de la naturaleza, vale decir la física, la química, la bilogía y la geología como la física y la química de la tierra vistas en un contexto histórico.
Me debatía en esta confusión cuando conocí el texto Conocimiento y felicidad, de Fernando Broncano, sobre Bertrand Russell, el gran filósofo del Siglo XX y digno representante del empirismo inglés de todos los tiempos, publicado en la preciosa colección sobre el pensamiento de los grandes filósofos de la historia al alcance de lectores no filósofos, editada por el periódico El Tiempo. De esta misma colección también me llegó el libro Dos gigantes de la ciencia Popper y Kuhn, que junto con las juiciosas explicaciones recibidas de los profesores José Lopera y Luis Antonio Mejía, estudiosos ambos de la obra popperiana, me han permitido conciliar en algo la confrontación entre mi trabajo empírico y el sustento racionalista.
Para entender esta conciliación retomo el texto de Brocano, cuando afirma que “la intuición del empirismo es que formamos parte de la realidad y que esta integración... explica el conocimiento”. El problema radica, entonces, en separar la conciencia o los contenidos de la conciencia (la mente) del mundo físico, desconociendo que el conocimiento forma parte de nuestra naturaleza humana. Así, para quienes entienden el mundo bajo la dicotomía mente-mundo, es difícil de aceptar la integración del conocimiento con la práctica y nuestra corporeidad.
Sin abandonar mi empirismo, tengo que aceptar que con el solo aporte de los sentidos no se hubiesen dado las llamadas grandes revoluciones científicas, a saber: la concepción copernicana del universo, la teoría de la evolución de las especies y el descubrimiento del subconsciente de Freud. Contra toda evidencia sensorial, que mostraba que el sol siempre aparece por el oriente y se oculta por el occidente, indicativa de que era el astro el que giraba alrededor de la tierra, atreverse a concebir una teoría contraria, como lo hizo Copérnico, fue una idea extrasensorial, producto del más puro racionalismo. Lo mismo sucedió con Darwin cuando entendió que la diversidad de la vida y su evolución obedecen a procesos ambientales y geológicos, no observables con los meros sentidos. Y qué no decir del psicoanálisis freudiano, cuando afirmó que no es la consciencia la que gobierna nuestros actos, sino que éstos en su mayor parte dependen de un mecanismo inobservable, el subconsciente. 
Dejando el mundo de la ciencia, quien explica la genialidad de la creación artística de los magistrales pintores renacentistas, o las sinfonías de Beethoven creadas en el mundo silencioso de su sordera.

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En conclusión, diría que para llegar a crear Ciencia se requiere, ante todo, el empirismo basado en el laborioso método inductivo (observar, medir y confrontar resultados), pero complementado por una gran idea originada en mecanismos mentales de abstracción. Así se dieron los grandes avances científicos, que aunque no lo dicen todo del mundo, para las presentes generaciones explican de manera satisfactoria los procesos físico químicos y biológicos. Esto hasta que, resistan los embates de la falsación y la refutación que reclama Popper.

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