Seguimos dejando en el último lugar los servicios de inteligencia civil, perdiendo así, una importante fuente de información estratégica
Todos nos preguntamos qué va a pasar con el Eln. ¿Aún es posible sacar adelante un proceso de paz con esta guerrilla? ¿O no tiene ningún sentido la Mesa de Quito? La respuesta, parece depender de la voluntad del presidente de turno, o del respaldo político con el que cuente, de la coyuntura de las elecciones o incluso, de los comunicados que ordene publicar alias gabino. Sin embargo, hay formas más serias de manejar el futuro y la seguridad de un país.
Para tomar decisiones tan delicadas como las que hoy nos convocan, es necesario contar con herramientas adecuadas y suficientes para la recopilación, análisis y transformación de información confidencial dirigida a garantizar la seguridad de más de 48 millones de ciudadanos.
Me refiero a las agencias de inteligencia que deben ser la principal fuente para la toma de decisiones sobre estos temas. En la actualidad, en Colombia, existe la Inteligencia de la Fuerza Pública y las Unidades de Inteligencia de la Fiscalía General de la Nación. Recientemente, en el 2011 se creó la Dirección Nacional de Inteligencia, como un cuerpo civil encargado de producir inteligencia estratégica y contrainteligencia de Estado y asesorar al presidente de la República y al Consejo de Seguridad Nacional.
Vea: Los agentes de inteligencia
Sin embargo, seguimos dejando en el último lugar los servicios de inteligencia civil, perdiendo así, una importante fuente de información estratégica para la toma de decisiones sobre negociaciones de paz. La única manera de lograr tener información adecuada y suficiente en materia de inteligencia es diseñar un sistema de incentivos para que los organismos encargados de ella, vuelvan a los objetivos para los que fueron creados y afinen sus herramientas de recolección y análisis. Así, los recursos financieros destinados a la defensa y seguridad del país, se deben distribuir dependiendo de la efectividad de la labor de cada agencia y no de su carácter civil o militar.
Finalmente, en relación con la actual coyuntura de las elecciones populares, es necesario encontrar un balance adecuado entre la autonomía de los organismos de inteligencia y los procesos políticos en curso. Garantizar dicha autonomía, asegura que independientemente de cuál sea el gobierno de turno, éste tenga la información que necesita para decidir frente a un pacto político, de acuerdo con sus alternativas reales en la negociación.
La decisión sobre si se debe volver o no al camino de la negociación con el Eln, debe depender más de la información que tengamos sobre la capacidad efectiva del Comando Central de controlar a sus miembros, que de la voluntad individual de un mandatario. Sin una adecuada inteligencia, estaremos abocados a dar palos de ciegos.
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