El interés de una porción cada más grande de la sociedad se centre en cuestionar los abusos, los robos, las artimañas, las mentiras.
Democracia: “gobierno que tenga raíces en el pueblo, no porque sea elegido por votos de aldeanos conducidos a las mesas de votación como rebaños, sino porque encarna las tendencias raciales y para ellas gobierna”. Fernando González
La urgencia de enfrentar la corrupción será, como ya se ha comenzado a notar, uno de los temas más presentes y a la vez más dolorosos y escandalosos que se tratarán en las elecciones presidenciales. Y es que, a pesar de los esfuerzos de diversos sectores y de diferentes sectas por ponerle trabas al proceso de paz con las Farc, lo que se ha logrado con él ha permitido que, viéndose reducidos los terrores de la guerra, el interés de una porción cada más grande de la sociedad se centre en cuestionar los abusos, los robos, las artimañas, las mentiras y muchas más de las manifestaciones de la falta de integridad y de la corrupción de quienes están en el poder. Pero, ¿qué tan fácil será mantener este enfoque y no desconcentrarnos en la tarea de escarbar y descubrir las raíces de la corrupción? Hay vientos que soplan en contra.
Lea también sobre lucha contra la corrupción
Es explícita, por ejemplo, la voluntad de personas indolentes de “volver trizas” el acuerdo con las Farc, y aunque se haya tratado de suavizar o disfrazar este propósito, está ya más que anunciado que en vez de contribuir con propuestas para solucionar las dificultades de la implementación -que no son pocas- (o por lo menos hacer críticas inteligentes que conduzcan al deseo de mejorar), personajes del corte de Álvaro Uribe y Alejandro Ordóñez seguirán desfilando por el país con sus discursos incendiarios y plagados de falsedades, buscando desvergonzadamente generar miedo para que importantes avances retrocedan y la horrible noche no cese. Es también desvergonzado el abierto llamado que se está haciendo a involucrar las creencias religiosas en las decisiones políticas. Y no es sólo Ordóñez. Viviane Morales, senadora del Partido ¿Liberal?, convoca, al lanzar su candidatura, “al cristianismo todo, a los católicos y a los evangélicos” para “resembrar de valores esenciales” la sociedad, desconociendo para su conveniencia que los valores a resembrar o sembrar en una sociedad no pueden venir desde la religiosidad. Respeto y valoro la libertad religiosa, pero quiero expresar, tomando prestadas unas palabras de Antanas Mockus, que a estas alturas del partido de la civilización “toda fuerza organizada debe apoyar el proceso de secularización”, es decir, “el debilitamiento de la fuerza reguladora de la religión”. No es tanto de afuera, sino mucho más de adentro, que tienen que venir los valores y la elaboración y el reconocimiento de un marco ético que nos ayude a ser más humanos.
Tres armas interrelacionadas pueden fácilmente desviar nuestra atención de eso que tendrá que arder en las discusiones sobre las elecciones presidenciales al 2018: el fin de la corrupción. Son tres esas armas o enfermedades que pueden embobarnos: la posverdad en contra de los avances hacia la paz, la inescrupulosa manipulación de las creencias religiosas y la fuerza de la histórica trayectoria de procesos de exclusión y de perpetuación de una falsa democracia (o, como la calificaba Fernando González, de una democracia apenas formal, consistente “en un método erróneo, en una creencia errónea: que por medio de papeletas, en que siempre interviene el fraude, el engaño y las pasiones más ciegas, se manifiesta la voluntad de un pueblo”).
Vea sobre la democracia en Colombia
Germán Vargas Lleras, Alejandro Ordóñez, Viviane Morales y, sin duda, “El que ponga Uribe” (¿o “Uribe-Pastrana”?), serán todos más de lo mismo y sus energías estarán destinadas a enfermarnos o a no dejarnos aliviar. Con desvergüenza y cinismo frente a la corrupción, estos y otros individuos se seguirán burlando de la democracia y tratarán de darle continuidad a lo que los favorece y perjudica a las mayorías. ¿Hay alternativas? Yo creo que sí, ¿y usted?