La primera y más elocuente lección que deja la actual pandemia es que la salud debe ser pública o, dicho de otra manera: sin salud pública no hay salvación.
Cuando se pregunta a las personas por el concepto de salud, las respuestas aluden a palabras como prevención, altos costos y corrupción.
La prevención en salud siempre es más rentable, pero se trabaja poco. El día que le demos más importancia a la prevención, seremos una sociedad madura y desarrollada, pero para lograrlo necesitamos programas educativos permanentes, que incluyan ejercicios físicos, alimentación sana y hábitos saludables, así como derrotar algunos paradigmas que hablan del poco sentido que muchas personas le dan a la vida. Hay una frase que escucho con inusitada frecuencia: “De algo nos tenemos que morir”. Esa frase me parece una grave expresión de descuido y egoísmo, porque toda enfermedad representa un traumatismo familiar y altos costos para las familias y la sociedad. La rentabilidad social de la prevención en salud la pone en evidencia la pandemia del Covid-19, que afecta en mayor proporción a las personas que tienen enfermedades previas.
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La salud es muy costosa, aquí y en el resto de países, aunque en algunos hay que sumar los costos de la corrupción y de la privatización, que encarece tratamientos y medicamentos, como sucede en Colombia.
A raíz del crecimiento de contagios de Covid en Colombia, el Ministerio de Salud y Protección Social estableció, mediante la Resolución 914 de 2020, el valor de referencia de las Unidades de Cuidados Intensivos -UCI- para los pacientes con Covid-19.
Según esto, un día de atención en una unidad intermedia para adultos cuesta $1.715.690, un día en la UCI para adultos cuesta $2.373.400 y un día en la UCI pediátrica alcanza los $2.160.780, costos que no están al alcance de la mayoría de las familias colombianas. Sin embargo, los médicos y hospitales rebaten estas cifras. Alegan que un día de UCI, incluyendo atención y medicamentos, vale 4 millones de pesos.
Un día de UCI en España vale entre 1.600 y 1.800 euros (entre 6.7 millones y 7.5 millones de pesos), costos que en ningún país pueden asumir los trabajadores o la clase media.
En Estados Unidos, la situación es más grave. Allí, un día de hospitalización cuesta 5.200 dólares. En Estados Unidos la sanidad es privada. La gente debe comprar un seguro médico que cuesta en promedio 2.500 dólares al mes. En el país más rico del mundo, una tercera parte de las familias no puede pagar los costos de la salud. Por esa razón, miles de personas no van a los hospitales, aunque se sientan enfermas, especialmente los inmigrantes. Cuando comenzó la crisis del Covid-19 en Estados Unidos, algunas personas reconocían ante la televisión que preferían no ir a los hospitales o si tenían que asistir, trataban de “volarse” para no pagar los gastos de la alta factura hospitalaria. Multipliquen estas cifras por 40 días que es el promedio de hospitalización de enfermos de Covid-19. Ya entiendo por qué a una víctima del coronavirus que logró recuperarse en Estados Unidos le pasaron una factura por más de 3 millones de dólares. Si no lo doblega el virus, se muere del susto.
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Y si en los hospitales llueve, en los medicamentos no escampa. Una investigación periodística comprobó que una dosis de un conocido remedio contra la artritis cuesta en Suiza 822 dólares, en España 1.253 dólares, en Reino Unido 1.362 dólares y en Estados Unidos, 2.669 dólares.
Estas cifras quizás nos convenzan que es más barato prevenir que enfermarse. Esta es una posibilidad y sobre ella no tenemos control absoluto. Lo que sí representa una certeza es que la salud debe ser un Derecho Fundamental y un servicio público y no un negocio privado.
La primera y más elocuente lección que deja la actual pandemia es que la salud debe ser pública o, dicho de otra manera: sin salud pública no hay salvación.
Este es un problema que se resuelve con políticas públicas y las políticas públicas se alcanzan con votos.