Hay sentimientos y valores que no conocen distancias geográficas ni barreras culturales, que estos son inalienables al ser humano, como el amor, la solidaridad y la justicia.
El pasado fin de semana en un grupo de Whatsapp de la familia, un primo nos recomendó la película “Milagro de la celda 7” del director turco Mehmet Ada Oztekin y que está disponible en Netflix, los comentarios de los que ya la habían visto no se hicieron esperar: “no paramos de llorar”, “es muy hermosa pero tiene escenas muy fuertes”, “me han dicho que es muy buena pero muy triste”, “lloramos de principio a fin”.
No me quedé con las ganas de verla y la vi con mi familia a mitad de semana, incluso me di cuenta de que, por estos días, es la película más vista de Netflix Colombia.
No quiero relatar escenas para no dañar el encanto a los que no la han visto, pero sí puedo decir que me pareció una película hermosa, dramática y con una lección de inocencia extraordinaria, ideal para estas fechas de cuarentena, en especial para los que tenemos niños pequeños que no dimensionan por lo que estamos pasando y para los cuales la vida sigue casi igual.
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La cinta es original de Corea del año 2013 y su historia es tan conmovedora que ha tenido adaptaciones en países como la India, Filipinas y Turquía, que es la versión más reciente (2019) y de la que todos estamos hablando. Permite entender que hay sentimientos y valores que no conocen distancias geográficas ni barreras culturales, que estos son inalienables al ser humano, como el amor, la solidaridad y la justicia. Motivos de aliento para superar las dificultades y ser buenas personas.
Nos muestra, además, que, en culturas como la turca, los hombres no suelen ser cariñosos con sus hijos, es raro darles un beso, un abrazo o incluso jugar. Los turcos prefieren mostrarse firmes y fuertes, y por eso dentro de la inocencia de un padre con discapacidad mental -al que despectivamente le dicen loco-, llama la atención cómo rompe esa rigidez siendo todo lo contrario a su cultura. A pesar de las circunstancias, este hombre no conoce maldad, sólo le importa estar con su hija y compartir mutuamente su inocencia.
¿Cómo tratamos nosotros al distinto? ¿al que tiene dificultades de aprendizaje? ¿Al que está en situación de discapacidad? ¿Al que piensa diferente? Sin duda, hemos avanzado mucho como sociedad y hoy hay más respeto por la diversidad que antes, pero hay que seguir generando condiciones para que los que nacen con limitaciones físicas y mentales, no sean tratados, como en muchos casos, con lástima, sino con dignidad.
Un mundo mejor, como lo enseña esta obra, es un mundo donde entendamos la condición y la perspectiva del otro sin necesidad de estar de acuerdo.
Si pueden, véanla y si tienen hijos pequeños, aprovechen estos días para disfrutarlos, mimarlos y jugar con ellos. No perdamos nunca esa esencia. Como hijo que soy, los días más felices de mi infancia estuvieron marcados por el tiempo que me dedicaron mis padres. Estos días de estar en casa, nos dan esa oportunidad.