El trasteo de ministerios

Autor: Jorge Alberto Velásquez Peláez
16 enero de 2020 - 12:02 AM

El problema no es dónde viven los ministros con sus subalternos, sino lo que hagan, y créanme, lo que no hace un mal ministro en Bogotá, no lo hará en otra ciudad.  

Medellín

Durante los últimos días se ha planteado en Colombia la posibilidad, muy lejana por cierto, de descentralizar los ministerios, domiciliándolos en determinadas regiones según la importancia de éstas en los temas de pertinencia de algunos de los despachos gubernamentales, como por ejemplo: Valle del Cauca recibiría a Minagricultura y a Coldeportes, la costa Atlántica al Mintransporte -por su importancia en puertos- o, según propuesta concreta de su nuevo burgomaestre, Medellín albergaría al nuevo Ministerio de Ciencia; no faltará quien proponga a Valledupar como sede de la cultura, por aquello del Festival Vallenato, o a Leticia para el Ministerio de Salud, gracias a su gran oferta de productos homeopáticos, brujos y chamanes. Fragmentar la burocracia estatal para beneficio del empleo en los territorios nacionales no parece mala idea, y quizás esa sea la principal motivación para esta propuesta de quitarle puestos de trabajo a los bogotanos y concedérselos a paisas o costeños, eso sí, siempre con la exigencia de palancas políticas, que quizás seguirían siendo las mismas; sin embargo, la verdad es que el impacto en este frente sería menor del que muchos estiman: en 2017 Colombia tenía 1,2 millones de empleados públicos, de los cuales solo 463 mil eran de planta, y de estos, 61% trabajan en los territorios; poco más de 400 mil soldados y policías, y 322 mil maestros, completan la nómina y están por todo el país, o sea que no es tan grande la cantidad de puestos de trabajo por disputarle a la capital.

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Pero si lo que se busca es mayor eficiencia, tampoco creo que el trasteo de ministerios sirva para lograrla. El despacho de Agricultura nunca ha servido para nada, no por su ubicación en la Avenida Jiménez sino por la ausencia de políticas, y por la presencia de pésimos ministros, y lo mismo podría decirse del Mincomercio, con excepción en los últimos años del buen ministro actual. De otra parte, si el eje cafetero, Antioquia, Huila y Nariño, son fuertes en café, si la sabana de Bogotá domina el cultivo y exportación de flores, y si Valle del Cauca es líder absoluto en el cultivo del azúcar, ¿tendríamos entonces tres ministerios de agricultura? Y de trasladarse sus oficinas, digamos que a Apartadó, ¿cuál sería el beneficio para los productores de los Llanos Orientales, distinto al de no tener que transitar por la horrible vía que los conduce a nuestra capital? El problema no es dónde viven los ministros con sus subalternos, sino lo que hagan, y créanme, lo que no hace un mal ministro en Bogotá, no lo hará en otra ciudad.  

Pero podría pensarse, más que en descentralización burocrática, en autonomía y descentralización de programas y de recursos, de acuerdo con las realidades y/o potencialidades de cada una de las regiones de nuestra geografía. Veamos algunos casos, como ejemplo, que justificarían cierta independencia del actual centralismo, y por qué no, la creación de "secretarias especializadas regionales o municipales" para la concepción y desarrollo de proyectos prioritarios. Para empezar, acudo al sector de las confecciones, huérfano de acompañamiento gubernamental y privado, expuesto al riesgo de su desaparición por el incremento de las importaciones y del contrabando, no obstante reunir muchas de las condiciones necesarias para generar cientos de miles de empleos en todo el país, atendiendo como en el pasado el mercado nacional y posicionándose en el global gracias a diferenciación por calidad, diseños o estrategias novedosas, y abandonando de una vez por todas la absurda insistencia de vender minutos de mano de obra. No hay que esperar que el Mincomercio proponga, pues no ha sabido ni sabrá cómo hacerlo; hay que considerar acciones propias, por qué no conjuntas, como podría darse en beneficio de este sector con una alianza entre las alcaldías de Medellín y de Bogotá. De similar manera, no sería absurdo pensar que los municipios de Salento en Quindío y de Jardín en Antioquia pudieran desarrollar unidos un proyecto encaminado al desarrollo de su actual piscicultura, con propósitos de penetración de mercados externos, con vinculación a favor de ambos territorios, de cooperación técnica y económica internacional; esos dos municipios igualmente podrían trabajar en asociatividad de productores de cafés especiales para la exportación, incluso con una marca territorial que se posicione en góndolas de supermercados europeos, logrando además que su ejemplo sea seguido por cafeteros de Huila y de Nariño.

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Arándanos y fresas, gulupa, uvas, espárragos, miel de abejas, productos lácteos, legumbres y hortalizas, alimentos procesados, calzado, artículos decorativos, ropa de cama, cafés especiales, chocolates,  marroquinería, y productos cerámicos, entre muchos otros, son renglones de indiscutibles realidades productivas unos, y de grandes potencialidades otros, que con autonomía e independencia podrían impulsarse directamente en las regiones, sin necesidad de antesalas para solicitud de apoyos a funcionarios capitalinos que desconocen las realidades nacionales. La descentralización podría darse desde cada ministerio apoyando con recursos técnicos, económicos y humanos, propios y extranjeros, a esas secretarías especializadas, a esas iniciativas territoriales. Y nos ahorramos los altos costos de un trasteo.

 

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