El riesgo de enseñar y el temor de los combatientes

Autor: La Urna Abierta
28 mayo de 2020 - 12:01 AM

Quizá el temor a los maestros de quienes han decidido tomar las armas, se funda en el hecho de que aquellos pueden demostrar, con letras y números, que hay formas alternas de interpretar y vivir el mundo

Medellín

Por Andrés Restrepo*

Las peculiares razones que se han inventado los hombres para arremeter contra la vida han variado según el lugar y el tiempo. Durante el genocidio camboyano, por ejemplo, se ordenó asesinar a todo aquel que dominara una segunda lengua y, más particular aun, a todo aquel que llevara lentes. Para el régimen, ambos criterios o, si se quiere ambos delitos, eran infracciones en virtud de que llevar gafas o saber un idioma diferente al camboyano representaban vestigios de un pasado perjudicial que debía ser eliminado. Bajo ese mismo argumento, se quemaron hospitales y bibliotecas, mientras que los abogados, médicos y profesores no solo ya no eran necesarios, sino que representaban una suerte de amenaza para la revolución radical propuesta por Pol Pot. Este delirio utópico le costó a Camboya la muerte de casi la cuarta parte de la población y, entre ellos, casi todos los profesores preparados o con experiencia. En este mismo sentido, en el genocidio de Ruanda más de las dos terceras partes de los profesores fueron asesinados o se vieron obligados a huir.

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Los colombianos, desafortunadamente, debemos lamentar el hecho de que nuestro país encabeza la lista de los lugares del mundo en los que impartir conocimientos, desde hace años, resulta ser una actividad peligrosa. En la carrera por sembrar el miedo entre educadores, Colombia es uno de los países en llevar la delantera. Según el informe Education Under Attack 2014, en Colombia, desde el 2009 hasta el 2012, 305 maestros fueron obligados a dejar sus hogares y más de 140 fueron asesinados, lo que hace a nuestro país uno de los lugares más peligrosos para impartir conocimientos, a luz de la cantidad de profesores amenazados o asesinados. Del año 2012 al presente las cifras no parecen variar mucho; desde los 80´s hasta el 2018 fue asesinado un profesor cada 12 días. Más allá de lo que nos puedan sugerir los cálculos fríos de amenazas a nuestros maestros, es indiscutible que en Colombia hay un problema sistemático de asesinato de profesores. Sin embargo, no basta con repetir y resaltar unas cifras que, por su magnitud, son difíciles de creer. Es menester, también, intentar entender por qué los combatientes parecen ensañarse con los encargados de la educación de los niños.

En un interesante estudio sobre las consecuencias que deja el conflicto sobre la vida de los maestros, Gloria Ortiz Arcos y Juan Manuel Chaves aseguran que el temor que sienten los actores armados hacia los docentes está fundando en que los primeros temen que las comunidades y, en particular, los estudiantes reconozcan formas diferentes de ver y cambiar su contexto, y, así, encontrar vías alternas a las armas y la violencia.

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Quizá el temor a los maestros de quienes han decidido tomar las armas, se funda en el hecho de que aquellos pueden demostrar, con letras y números, que hay formas alternas de interpretar y vivir el mundo. Formas que, por cierto, puedan llegar a ser más seductoras que la vida dentro de un grupo que se alimenta con la muerte y el sufrimiento. El deseo de provocar miedo en los maestros es, tal vez, la única forma de minar su propio miedo o el intento por erradicar a aquellos actores que, con ideas y sin armas, pueden enseñar otras formas de habitar en sociedad. Resulta sumamente diciente que los hombres armados lleguen a sentir temor por alguien que, a lo sumo, se arma con un marcador y un par de libros. No es muy claro por qué, si tanta fe tiene en las armas, les temen tanto a las palabras de un maestro. ¿Será qué, acaso, los actores armados intuyen que las ideas y las palabras poseen un alcance que no ostentan las balas?

*Filósofo U de A

 

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