El microtráfico establece sobre los territorios de la ciudad un tipo de dominio que los viejos narcos nunca ejercieron.
Un editorial del periódico El Colombiano recordaba recientemente la necesidad de la participación activa de la ciudadanía en el rescate de una ciudad que como Medellín ve agredida hoy su población por las distintas formas de administración del miedo por parte de las nuevas organizaciones delictivas y por lo tanto con una dramática reducción de los horarios de uso común del espacio público, por la presencia de un transeúnte que reduce su tránsito a ir de su lugar de vivienda al lugar de trabajo, mecánicamente, casi como un zombi, alienado por un sistema de transporte que le impide gozar más tiempo de los horarios dedicados a la familia, a la vida de vecinos. Un espacio público del cual han desaparecido nuevamente las esquinas donde los amigos conversaban ya que quienes lo hacen están sometidos a las balas asesinas. ¿No habíamos vivido ya este horror durante los años terribles de la llamada violencia del narcotráfico donde a partir de determinada hora estar en la calle era jugarse la vida? El microtráfico establece sobre los territorios de la ciudad un tipo de dominio que los viejos narcos nunca ejercieron, hay que decirlo de manera que el reto del actual alcalde de doblegar las estructuras criminales no sólo enfrenta la presencia de estas bandas y su accionar despiadado sino a la vez la recuperación de los espacios públicos como un patrimonio inalienable de la ciudadanía. En este punto hay que señalar el mal terrible que aún supone la demagogia populista de estos últimos años y que ha confundido los valores culturales de la comunidad popular con el activismo de estas ideologías a través de la propagación del odio social, con su paternalismo indiscriminado hacia los llamados vendedores ambulantes y su disimulada justificación de la invasión del espacio público, de las invasiones, su erróneo entendimiento de la diversidad étnica dando paso a una dañina permisibilidad que evitó plantear el problema de fondo para una verdadera pluralidad: un nuevo pacto social. Si uno revisa el porqué estos populismos desde Perón a Maduro llevaron a la degradación de una sociedad destruyendo su economía daremos siempre con el mismo denominador : los subsidios que convierten al trabajador en una clase ociosa.
Lea también: ¿Qué es, en definitiva, Medellín?
Lo que revela la lucha contra estas otras formas de violencia es que, se está haciendo la individualización y judicialización de cada violento eludiendo la dañina elegía de estos personajes tal como se hizo en la época de los llamados violentólogos y lo está demostrando positivamente la presencia de una nueva ciudadanía que, libre de los nefastos intermediarios del populismo está reaccionando con la fuerza moral y las argumentos del vecino agredido que ha saltado a la palestra a exigir el derecho a estar en su calle, a una libre y segura movilidad, a que los grandes problemas de la ciudad sean enfrentados con la debida racionalidad y no mediante la demagogia del populismo politiquero. Una vez más, como lo está demostrando la masiva asistencia a los distintos eventos culturales públicos y lo hará en la Feria de las Flores, la ciudad se afirma cuando se rescata el derecho a los recorridos peatonales, poniendo al descubierto que las barreras que someten y aíslan se están dando por parte de quienes a través del terror pretenden incomunicar a comunidades enteras negándoles su derecho a la ciudad.
Le puede interesar: Sobre el centro