Aún con el desarrollo tecnológico y económico, los problemas que aquejaban a la sociedad colombiana decimonónica no distan mucho en materia política y social de las problemáticas actuales.
Por: Daniel Hernán Roldán posada
El desconocimiento de los acontecimientos históricos que marcaron el rumbo de nuestra nación y el poco interés que parecen tener los gobernantes por la educación de los ciudadanos en este tema (y en la educación en general), hacen de Colombia un país sin memoria, un país incapaz de aprender de los errores de su pasado, condenado a repetirlos en un ciclo sin final aparente.
Los asesinatos de líderes y opositores políticos, el uso de las armas para obtener reivindicaciones de orden político y económico, la falta de presencia del Estado en gran parte del territorio, la existencia de caudillos con el poder económico, político y social suficiente para designar cargos públicos, la posesión de la tierra en manos de unos pocos; y así, muchos de los problemas que aquejan a la sociedad colombiana en la actualidad, se han venido presentando a lo largo de la historia de la nación.
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Hablemos de casos concretos. Las tierras siempre han sido un problema en Colombia, durante décadas ha sido imposible lograr una reforma rural exitosa que responda a las necesidades de los campesinos y permita cerrar las brechas de la desigualdad. “En Colombia el 1 % de las fincas de mayor tamaño tienen en su poder el 81 % de la tierra colombiana, el 19 % de tierra restante se reparte entre el 99% de las fincas” (Oxfam). Esta descomunal brecha en la procesión de la tierra no es nueva, ha aquejado a la sociedad colombiana a lo largo de su historia. El mayor intento para combatir el problema de la tierra se dio en 1936, Alfonso López Pumarejo instauró la ley de tierras otorgándole una función social a la tierra, lo cual le daba poder al Estado de expropiar los terrenos improductivos que no cumplieran dicha función. Tema que aún hoy genera polémica, y así como los opositores de Pumarejo durante su mandato, es utilizado actualmente para tachar de “comunistas” a políticos y líderes sociales, término que es un estigma en nuestro país, un estigma que ha traído inclusive la muerte a quienes lo portan.
Esto nos lleva a otro problema recurrente en la historia del país, el uso de las armas como forma de reivindicación política y de obtención de tierras. Grupos que empezaron como una clase de milicias de afiliación conservadora (pájaros, chulavitas) y Liberal (bandoleros, los chusmas), que en medio de las múltiples guerras civiles del siglo XIX y principios del XX despojaron a campesinos en todos las latitudes del país de su tierra. De la misma forma que los paramilitares, las FARC e incluso los militares lo han venido haciendo desde mediados del siglo pasado, generando el fenómeno de desplazamiento forzado (interno) más grande del mundo y aportando a la inmensa desigualdad en la posesión de la tierra en Colombia.
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En siglos pasados las confrontaciones del país eran producto de las divergencias en la forma de concebir el Estado y la sociedad colombiana por parte de los partidos tradicionales, aunque el pueblo pertenecía a uno u otro más por simpatía o antipatía degenerada en fanatismo que, por un acto genuino de adhesión ideológica a uno u otro discurso, convirtiendo a las causas políticas en génesis y motivo fundamental de la violencia en Colombia. Aunque actualmente los partidos tradicionales han ido perdiendo el poder hegemónico que poseían, este fenómeno se sigue percibiendo en la sociedad colombiana.
.Haciendo un repaso histórico podemos ver que, aún con el innegable desarrollo tecnológico y económico, los problemas que aquejaban a la sociedad colombiana decimonónica no distan mucho en materia política y social de las problemáticas actuales. Cómo esperamos que nuestra sociedad avance si no conocemos el origen de nuestros problemas, cómo superar nuestras falencias como nación si no aprendemos de nuestros errores; de aquellos acontecimientos que nos trajeron hasta aquí, algunos de los cuales no debemos repetir.