No es la acción de extraer un acto demoníaco. Es cómo hago la extracción. Para qué uso lo extraído y cómo compenso lo extraído.
Por Juan Jairo Montoya
Tres corrientes colonizadoras a inicios del siglo diecinueve cruzaron el río Cauca al encuentro de nuevas tierras al suroeste de Antioquia: Una partió de Santa Fe de Antioquia hacia la microcuenca del río Penderisco; otra desde Titiribí buscando territorios del rio San Juan y una tercera penetró a la región del río Cartama.
Los colonos en su recorrido construyeron caminos, fondas y pequeños caseríos donde se asentaron definitivamente y otros como trampolín para continuar la apertura de la montaña o explorando posibles yacimientos auríferos. Ellos en su afán de crear nuevas haciendas ganaderas o cultivos de sustento, extrajeron del bosque nativo preciosas maderas como robles o cominos para su propio uso o como soporte económico.
En su proceso extractivo de avanzada intervinieron el ecosistema natural con las consecuencias desequilibrantes propias de esa actividad. Se desarrollaron grandes empresas ganaderas en el pie de la cordillera, medianas y pequeñas parcelas en la media y alta cordillera donde los cultivos del pan coger fueron priorizados. Luego se introdujeron cultivos con posibilidades de mercados externos a la explotación, creando una economía propia que poco a poco consolidó el territorio.
Finalizando el siglo se introdujo el cultivo del café con fines de exportación, que dinamizó la economía de la región, gracias a la demanda internacional y la calidad de la bebida obtenida por la excelente oferta ambiental y fertilidad de los suelos.
Bajo esas condiciones, penetró el ferrocarril y las carreteras complementarias dando un gran impulso al desarrollo de las comunidades asentadas en esas montañas. Luz eléctrica, escuelas, acueductos veredales y municipales, intercambio comercial más ágil versus la arriería, transformaron el entorno regional del suroeste.
Ganadería y agricultura dos actividades extractivas. Porque el extraer es una acción necesaria para obtener el producto que transformado o no, se utiliza para el accionar humano y de la naturaleza misma.
Extrajeron nuestros colonos la madera. Con esa extracción, se afectó la vida animal silvestre, se afectó la oferta de bienes ambientales y los ciclos naturales del agua, del suelo y de la vida. Extrae de nuestros suelos las plantas sus nutrientes que luego transforma en frutos para nuestra alimentación. Extrae el hombre de los ríos y los mares los frutos que produce para su beneficio. Extraemos la leche de las vacas para su posterior uso. Extraemos del suelo los materiales para construir nuestras viviendas. Con los minerales extraídos del subsuelo gozamos de los beneficios de la era moderna. Desde la simple aguja de tejer, el machete y el hacha como simples herramientas de supervivencia, hasta el más humilde vehículo son frutos de la extracción. Poder viajar a grandes distancias por el aire en poco tiempo y mover miles de toneladas de mercancías en los barcos por los mares, son el fruto e la extracción de los metales. La energía eléctrica y todas sus bondades, los avances en las comunicaciones y la era digital, existe por la acción de extraer los materiales que la naturaleza nos ha puesto a disposición.
No es la acción de extraer un acto demoníaco. Es cómo hago la extracción. Para qué uso lo extraído y cómo compenso lo extraído.
Nuestra ganadería y caficultura, especialmente la de sol, han generado distorsiones ambientales de largo alcance. Pero ellas por sí mismas no son malas, es la forma como se llevaron a cabo. Ambas fueron el motor impulsor de nuestro territorio. Por ellas logramos el avance de nuestros conciudadanos a niveles de vida de mejor calidad. Es entender que para esas actividades extractivas hoy hay propuestas sostenibles de menor impacto. Lo que no es admisible, es detener el desarrollo de una región llena de riqueza por no saber extraerla con responsabilidad.
* Exalcalde de Concordia