La función de administración de lo sagrado ha estado en muchos casos indisolublemente ligada al poder político en las sociedades sin escritura.
Uno de los investigadores del siglo XX de mayor profundidad y menos reconocimiento es sin lugar a dudas Georges Dumézil. Durante una larga vida de realizaciones intelectuales dejó probada su teoría de la estructura tripartita de los dioses indoeuropeos que es extensible al estudio de las culturas y las sociedades humanas. Originalmente consideró la existencia de tres funciones básicas en los dioses y las mitologías: uno, administración de lo sagrado, dos, provisión de los recursos y tres, control del poder y de la fuerza. Esa estructura tripartita fue su tema durante los sesenta años de investigación en el Colegio de Francia, las universidades de Varsovia, Upsala, Estambul, Princeton, Chicago, y Los Ángeles. Los desarrollos posteriores de su trabajo han sido lentos pues el programa exige un conocimiento de varias lenguas y en su caso fue precoz, al terminar el Liceo sabia cuatro antiguas y seis modernas. Llegó a conocer más de treinta idiomas solo para estudiar las mitologías, las epopeyas, los textos y confirmar su hipótesis.
Y menciono su hipótesis pero no se trata de trivializar las teorías científicas sino de ayudar a los proceso de comprensión social. Las estructura tripartitas ha sido objeto de estudio también en disciplinas tan diferentes como el psicoanálisis, la arquitectura o la OIT; pero no se trata de ese punto tan general en el cuál caben la Trinidad o la tríada de Marx, Engels y Lenin. Llamo la atención sobre las funciones y no tanto sobre las estructuras. La función de administración de lo sagrado ha estado en muchos casos indisolublemente ligada al poder político en las sociedades sin escritura, en las teocracias y en las sociedades en las cuales esa alianza entre mandones y chamanes está asociada al control casi completo de la vida social. Putin es un buen ejemplo.
Todos los estudiosos de la cultura griega relacionan la debilidad del chamanismo y de la religión antigua griega con el surgimiento de la filosofía. Y la filosofía, desde este punto de vista funcional, no vinculada a la existencia de filósofos profesionales, es la expresión de individuos que razonan e intentan inteligir de manera independiente y autónoma, es decir sin estar sometidos al poder. Esa es la raíz histórica del poder de la opinión individual que por medios públicos de difusión se puede convertir en opinión pública y convertirse en un poder que informa, interroga, subvierte, cuestiona y puede llegar a jalonar procesos de cambio.
El poder de la opinión no es el poder de los filósofos profesionales que desde Platón desprecian la opinión y el opinar sobre asuntos que consideraban demasiado humanos. Y ese gesto lo repiten ahora lo doctos especialistas que no bajan desde las alturas a opinar sobre los desastres que los poderosos le infieren a la sociedad. Por ello hay que saludar a Montaigne y a los hombres de la ilustración que le confirieron al ensayo corto o largo su papel protagónico en la vida social.
Quizás no hay otro campo en el cual la libertad humana sea tan decisiva y contundente al expresarse como argumentos, información y cuestionamiento al poder, los poderosos y la plutocracia que llevan al planeta a la extinción y a las sociedades al punto de no retorno. Observemos cómo en momentos de populismo virulento en todo el planeta son las opiniones contundentes un mecanismo tan temido por los tiranos que pareciera no solo un poder sino el arma por excelencia de la inteligencia frente a los tiranos que como peste proliferan con el apoyo de la ignorancia ciega.