La gratitud es también un gesto de humildad y conmiseración con los otros, es reconocerse como iguales
En pocos días se celebra en muchos lugares el día de Acción de Gracias, una tradición que comenzó en las comunidades agrícolas y campesinas de países como Canadá y Estados Unidos, como una manera de agradecer las buenas cosechas, recogiendo y beneficiándose de lo que se había sembrado.
Más que una fiesta, el verdadero sentido de esta tradición que es una de las más significativas en estas culturas, es convocar a la unidad y llamar la atención sobre uno de los sentimientos y virtudes que poco se está practicando en el desenfrenado mundo actual, donde ya no hay tiempo para detenerse a reconocer los beneficios que el diario vivir permite disfrutar, ni para dar las gracias o recibir las de los demás. Ser agradecidos es una de las mejores terapias para sentirse felices y en bienestar. Quien agradece siempre será compensado.
El verdadero sentido de la gratitud está en reconocerse como seres en constante evolución, incompletos y dependientes porque nos necesitamos mutuamente.
No practicar la gratitud es un camino seguro a la inconformidad porque quien se centra en lo que le falta y no en lo que tiene así sea poco, corre el riesgo de llevar una vida miserable y mortificada.
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Entender que la gratitud es mucho más que dar las gracias o devolver favores, es uno de los primeros pasos para convivir pacíficamente y sentirse integrados a una sociedad. El verdadero agradecimiento no se manifiesta sólo cuando se recibe un beneficio, debe ser una actitud constante en la vida que no todos tienen la capacidad de expresar y ejercitar. La gratitud es también un gesto de humildad y conmiseración con los otros, es reconocerse como iguales.
Beber el agua sin olvidar la fuente es un proverbio de los que más aluden a la necesidad de ser más agradecidos, de asumir el diario vivir con todas las dificultades que se presenten como una oportunidad para aprender o experimentar algo nuevo y transformar el sentido de la vida y la manera cómo se asumen muchas situaciones.
Agradecer es sin duda recoger buena siembra, es un acto noble y generoso. La gratitud expresada sin hipocresía pero con efusividad y sentido, tiene el poder de desarmar los espíritus de tantos temores, prejuicios y malas acciones.
La ingratitud en cambio contribuye a la incertidumbre de no saber si la cosecha fue productiva. También es una actitud que tiende a individualizar, a apartar a quienes la ejercen de los demás, a generar ambientes tensos y relaciones conflictivas.
No se trata tampoco de que quien brinda esté pendiente de que le agradezcan, sino de que se evidencien los resultados de lo que sembró.
Gracias! debe seguir siendo una de las palabras más usadas en el mundo, recuperar su valor y la necesidad de decirla en el momento oportuno y cada que sea necesario, es una opción para una vida más saludable.
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Fomentar como parte de la civilidad la práctica de la gratitud es fundamental. Desarrollar campañas de cultura ciudadana que promuevan la gratitud, especialmente en las nuevas generaciones, es reconocerse también como sociedades y culturas en constante proceso de evolución. Ser agradecidos no sólo con los otros sino también con la naturaleza, las circunstancias y el entorno que nos rodean, es una manera de confrontarse y reaccionar frente a ciertas situaciones con las que no se está conforme y tratar de cambiarlas.
Una humanidad más agradecida será también más saludable y pacífica porque como dice otro proverbio: la gratitud ennoblece y la ingratitud envilece.
Frase: “El verdadero sentido de la gratitud está en reconocerse como seres en constante evolución, incompletos y dependientes”.