Debemos redefinir metas, ponernos de acuerdo, asegurar la institucionalidad, cerrar brechas, limpiar la casa, reconstruir la confianza, aprender a querernos, abrirnos a la esperanza.
Del 6 al 10 de septiembre, cuatro ciudades de Colombia van a ser la cátedra de Pedro. Nuestro Señor Jesucristo, como consta en el Evangelio, quiso instituir con doce de sus seguidores una comunidad estable al frente de la cual puso a Pedro, como piedra inicial y pastor de todo el rebaño (cf Mc 1,16-20; Mt 16,17; Jn 21,15-17). Desde entonces, la misión de Pedro es confirmar en la fe a sus hermanos (Lc 22,32) y esta misión debe perdurar hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Por eso, los Apóstoles cuidaron de establecer sucesores que continuaran la obra. De esta manera, en el Obispo de Roma perdura Pedro.
El Papa Francisco es hoy el sucesor de Pedro y, como tal, es el principio y el fundamento visible de la unidad de todos los católicos en el mundo. Al querer visitar a Colombia se propone animarnos en el camino de la fe, ayudarnos a vivir en la unidad y mostrarnos horizontes de esperanza hacia el futuro. Debemos comprometernos todos para que la visita impulse procesos de discipulado misionero que nos hagan, como enseña el mismo Papa, una “Iglesia en salida” hacia los más necesitados y hacia aquellos que se encuentran en las “periferias existenciales”.
Debe quedar claro que la visita del Santo Padre no se puede mirar como un evento político, sino como un acontecimiento religioso y pastoral. Conviene evitar que no ocurra ningún tipo de manipulación con fines ideológicos o propagandísticos. Tampoco debe ser la ocasión para privilegiar algún sector o movimiento de la sociedad o para hacer visibles propuestas particulares o intereses personales. Debemos acoger la visita del Papa como un momento de gracia en el que todos somos llamados a revisar nuestra vida, a comprender el querer de Dios sobre nosotros y a dar en esa dirección un paso adelante.
Es preciso decir también que la visita es a Colombia y a todos los colombianos. El Papa, a partir del Evangelio, tiene un mensaje para todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Colombia está viviendo un momento de polarización, consecuencia de tantos años de violencia y de tantos atentados contra la verdad. Sentimos que hemos perdido la confianza en personas, instituciones y proyectos. El individualismo, la corrupción y la agresividad nos están secando el alma. Por eso, a todos nos conviene la reflexión que el Papa suscite en torno a la reconciliación, la justicia, la solidaridad y la paz.
Que el Papa haya escogido a Medellín como una de las ciudades desde donde se quiere encontrar con todos los colombianos nos llena, por supuesto, de alegría y de gratitud; pero nos invita también a la responsabilidad. Debemos ser los primeros en leer lo que nos dice Dios en este momento de la historia y empeñarnos en realizarlo para el bien de todo el país. No podemos pensar con ingenuidad que ya tenemos las bases de un desarrollo integral y para todos, que podemos vivir de las ínfulas con que absolutizamos algunos logros, que ya tenemos hecha y garantizada la paz.
Colombia es un proyecto en construcción. Debemos redefinir metas, ponernos de acuerdo, asegurar la institucionalidad, cerrar brechas, limpiar la casa, reconstruir la confianza, aprender a querernos, abrirnos a la esperanza. En este momento, nos llegan entonces muy bien la presencia y el mensaje del pastor religioso de la mayoría de los colombianos y de un líder de tanto reconocimiento en todo el mundo. Si queremos oír y entender, podemos acoger esta oportunidad para dar con humildad y valentía, como dice el lema de la visita, un nuevo paso adelante. Bienvenido Papa Francisco.
Arzobispo de Medellín