El país ausente

Autor: Darío Ruiz Gómez
21 julio de 2019 - 10:06 PM

Y este vaciamiento de los territorios causada por la violencia guerrillera, por el narcotráfico en Colombia, por las bandas criminales señala precisamente la calculada fragmentación de nuestro territorio

Medellín

Darío Ruiz Gómez

La muerte de los pueblos en España ha sido una constante durante los últimos treinta años, viejos pueblos de piedra que el viajero visualmente localiza al paso del tren, metidos en el paisaje agreste, arropados por un extraño manto de silencio que el viajero percibe de inmediato, olvido, decir olvido supondría una decisión racional frente a algo que no queremos seguir teniendo en cuenta, aquí es algo parecido a la constatación de la inexistencia, el fatal morgana invernal de un país donde cada palabra, cada enunciado sobre la vida y sus circunstancias van perdiendo contenido, esa difusa España que la literatura, el cine del llamado “Destape” ignoró descaradamente en el proceso típico del parvenu que instalado en su nueva “clase social” huye de todo aquello que pueda recordarle su origen provinciano, su léxico de pueblerino al cual ha impostado una supuesta liberación sexual, religiosa, el precario lujo del consumismo. Pueblos en venta, intentos de colonización fallidos, una vez desaparecidas las costumbres históricas y una vez desaparecidos los actores históricos que alrededor de la lucha contra las adversidades edificaron una filosofía del sufrimiento, una dimensión ética de la grandeza humana. Las pancartas que unos jóvenes que aún habitan en ese España vacía exhibían durante una manifestación en Madrid eran muy explicativas: “Los jóvenes rurales reEXISTENTES” Sí, ausencia de médicos, de escuelas y colegios, de centros de salud, de trenes y vías para la integración regional: ¿vacía o vaciada? Es lo que Christopher Guilluy ha señalado respecto a la Europa actual como la peligrosa desconexión entre el campo y la ciudad, problema que en estos momentos se puede convertir en un obstáculo porque la fragmentación política de los territorios sería un impedimento para enfrentar el asedio de los populismos. ¿Qué reclamaba Ortega y Gasset en su “España invertebrada” sino la integración de los diversos territorios y voces en el significado primordial de una sola España? ¿Cuáles al respecto serán las estrategias que propondrá el Foro de Sao Paulo para afirmar mediante nuevas formas de violencia sus tiranías? Y este vaciamiento de los territorios causada por la violencia guerrillera, por el narcotráfico en Colombia, por las bandas criminales señala precisamente la calculada fragmentación de nuestro territorio, la destrucción de las culturas regionales, el ahondamiento terrible de la distancia entre el centralismo político y la vida de los territorios vaciados que en nuestro caso obedece a un desconocimiento perfectamente calculado por las minorías gobernantes pero sobre todo señala el intento de destrucción de una idea de nación, de una República, tal como lo he venido señalando con insistencia. ¿Hemos calculado lo que ha supuesto el desplazamiento de los campos hacia las ciudades? ¿Hemos recuperado la entidad humana de la Costa Pacífica o la seguiremos reduciendo a un folclor desfigurado? ¿Cuántos representantes de cada uno de estos territorios ausentes hay en este momento?

Lea también: Del azadón a la volqueta

Si hablamos de un problema de representatividad política para esta población ausente debemos hablar entonces de comunidades que sufren el impacto de las explotaciones de las minas de oro, coltán, - con cientos de esclavos sin sueldo- el comercio ilegal del petróleo y que viven bajo la brutal economía de la coca como productividad rentable en el comercio mundial. Esta forma de violencia, caso México, puede ser la verdadera estrategia mediante la cual se impediría la incorporación de los grupos sociales ausentes y se opondrá a la praxis de una política vertebrada por el reconocimiento de las diversas formas de expresión de tantas comunidades, manipulando la población nativa a base del miedo, buscando la desaparición del Estado, y, la muerte, repetiré a los oídos de tanto idiota, de la cultura o sea del progreso ético de una sociedad.

Lo invitamos a leer: La verdad y la historia

 

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