Hace ya mucho que se propuso: noticias falsas o falseadas como principal alternativa al omnipresente anglicismo fake news.
Desde la Fundéu BBVA:
Las noticias falsas (y las falseadas) son una de las principales amenazas para los sistemas democráticos, y su detección es uno de los grandes retos para los profesionales de la comunicación.
Y también lo es que, como ante tantos otros fenómenos, hemos adquirido para designarlo un anglicismo que puede llevarnos a banalizar su significado: “eso de fake news suena menos contundente que los términos falsedad, desinformación, mentira”. Además, es prescindible, porque cuenta con innumerables alternativas en español.
Hace ya mucho que se propuso: noticias falsas o falseadas como principal alternativa al omnipresente anglicismo fake news. En su momento, se explicó que esas dos expresiones aportan matices distintos: una noticia falsa puede serlo porque falte a la verdad de forma involuntaria, o porque lo haga de manera premeditada el comunicador. En este último caso, es más preciso hablar de noticias falseadas, expresión que indica a las claras que la adulteración se ha producido adrede.
El campo semántico relacionado con este asunto, es como un vasto océano plagado de criaturas no recomendables y a menudo francamente monstruosas.
La palabra más general, la especie más común, es la simple mentira (‘cosa que no es verdad’), una voz directa, clara y de sencilla comprensión, que —quizá por eso— se evita a menudo en el lenguaje políticamente correcto, y se sustituye por el insulso adjetivo incierto; un ejemplo: eso de que tuviste algo con mi amiga es incierto; en lugar de utilizar el vocablo que tiene significación plena: es mentira.
Las mentiras existen. Se mueven, impulsadas por la mendacidad de algunos, a través de: la desinformación (‘acción de dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines’), de la manipulación (‘intervención con medios hábiles y a veces arteros en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares’), y de la posverdad.
La posverdad es una de las voces que se ha incorporado más recientemente al idioma, y lo ha hecho, procedente del inglés (post-truth), para designar la ‘distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales’. El Diccionario lo dice claro: “Los demagogos son maestros de la posverdad”.
Se mueven en el idioma falseado, además de la mentira, la impostura (‘fingimiento o engaño con apariencia de verdad’), la falsificación (‘algo falso o falto de ley’), la simulación (‘representación de algo, fingiendo o imitando lo que no es’) y la falsedad (‘falta de verdad o autenticidad’).
Un caso curioso es el de las patrañas; el Diccionario dice que esta voz se refiere a las ‘invenciones urdidas con el propósito de engañar’, igualmente se les da este nombre a ciertos ‘relatos breves de carácter novelesco’. Seguramente, por esto último, hasta hace unos doscientos años, las patrañas no eran mentiras urdidas para engañar, sino “para divertir o entretener”.
Cuando alguien falta a la verdad, quizás lo haga con algún buen fin (las mentiras piadosas), pero lo frecuente, hoy en la comunicación hablada y escrita, es que lo haga directamente para hacer daño.
Entre estas especies dañinas están la injuria (‘agravio, ultraje de obra o de palabra’), la calumnia (‘acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño’), la insidia (‘palabra o acción que envuelve mala intención’), la asechanza (‘engaño o artificio para hacer daño a alguien’), la falacia (‘engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien’) y hasta el libelo, que, además de ser un libro pequeño, es un ‘escrito en que se denigra o infama a alguien o algo’. Algunas de las anteriores palabras podemos encontrarlas tanto en las páginas de Diccionarios como en las del Código Penal, ya que se consideran conductas punibles.
A veces, para hacer daño ni siquiera es necesario mentir. Es el caso de los chismes, que —como señala el Diccionario— son ‘noticias verdaderas o falsas, o comentarios con que se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna’.
Son muchas las palabras que pueblan el océano semántico relacionado con ls noticias falseadas. Una clase de comunicadores que puede asustarnos, pero cuyos significados y matices conviene conocer para llamar a las cosas por su nombre. Reducirlo todo al manido anglicismo fake news, no es correcto ni apropiado frente a la infinidad de sesgos, de intenciones y maneras de expresarse periodísticamente, y, sobre todo, en las redes sociales, con intención de dañar.