Aunque no me atrevo a llamar chantaje a lo que el gobierno enfrenta, parece que ningún incremento presupuestal saciará la sed de recursos, ni evitará el cuatrienio caliente que nos espera
Antes de las elecciones que dieron el merecido triunfo al doctor Iván Duque, de varias fuentes inferí que sería hostigado permanentemente por los “movimientos estudiantiles”. Las multitudinarias manifestaciones de esta semana, en casi todas las localidades donde hay sedes de “educación superior”, confirman la verosimilitud de esa estrategia político-subversiva.
En vista de la hipersensibilidad de los jóvenes frente a todo lo que se relacione con la “universidad”, nada más fácil para los activistas —que las tienen copadas—, que propiciar asambleas, protestas y paros, en defensa de una institución dizque recortada presupuestalmente y amenazada de privatización.
Esa consideración lleva invariablemente a toda clase de concesiones. Cuando se inició el Frente Nacional, los políticos, agradecidos con los jóvenes que se habían manifestado contra Rojas Pinilla, aceptaron todas las demandas de los líderes estudiantiles, empezando por la extraterritorialidad de las sedes y la autonomía universitaria. Al vedar el acceso de las fuerzas del orden a los recintos, estos se convirtieron no solo en centros de indoctrinación revolucionaria, sino en refugio de terroristas, incendiarios, fabricantes de petardos y cocteles Molotov, al lado de los cuales prosperaron también jíbaros…
En esos años de huelgas, con abundantes pedreas y quema de buses, una carrera universitaria tardaba diez o más años, que no se aprovechaban propiamente para la doble apropiación de conocimiento…
Ante el amenazante movimiento “estudiantil”, que puede dar al traste con el orden público, comprendo la premura del presidente Duque en explicar cómo el actual es el mayor presupuesto educativo en la historia nacional. Lo que no sé es si será escuchado, y tampoco creo que los vaya a convencer…
A continuación, el gobierno anunció para el próximo año algo así como 500.000 millones de pesos adicionales para las universidades, y prometió también aumentar grandemente la gratuidad.
Aunque no me atrevo a llamar chantaje a lo que el gobierno enfrenta, parece que ningún incremento presupuestal saciará la sed de recursos, ni evitará el cuatrienio caliente que nos espera…
Desde 1958, nadie ha sido capaz de contener la voracidad universitaria. Una cosa es el necesario crecimiento de la educación “superior” y otra su desmedido apetito presupuestal. Colombia ha hecho esfuerzos inmensos en ese campo. Basta pensar que la sola Universidad de Antioquia, en cincuenta años, ha pasado de 2.000 a 38.000 estudiantes, y en el resto del país se registran incrementos igualmente convenientes, de tal manera que aquí no ha habido ninguna política restrictiva ni antidemocrática de la educación universitaria.
Ante el temor de las protestas universitarias, irresponsables y manipuladas por la subversión, ningún gobierno ha sido capaz de pedirles ahorro, buena administración, inversión juiciosa, evitar los sueldos desproporcionados y las prestaciones extralegales exageradas, el recorte de los centenares de años sabáticos en el extranjero, moderación en las jugosas comisiones de estudio, evitar la proliferación de nuevas carreras sin demanda laboral, la asistencia de nutridas delegaciones a cuantos congresos y simposios haya en el mundo, mientras la carga académica, afortunadamente, no es agobiante; para no hablar de las costosas “investigaciones” de pacotilla, con las correspondientes publicaciones para el incremento permanente de salarios, que forma parte del magistral análisis del economista Luis Guillermo Vélez sobre la financiación universitaria.
Nadie se opone a que los profesores tengan una retribución adecuada, pero no parece que las universidades deban subsidiarlos con créditos muy blandos para adquirir vehículos, la primera y la segunda vivienda y hasta fincas de recreo.
También en muchas universidades se crean institutos para apoyar proyectos políticos contrarios a la democracia, que no deberían ser financiados por el gobierno.
La educación en Colombia exhibe macrocefalia universitaria, con su correspondiente hinchazón presupuestal, una primaria indigente, un bachillerato raquítico, y formación técnica y tecnológica deficiente.
Esas fallas estructurales no se podrán corregir mientras no se detenga la aspiradora universitaria, que impide equilibrar las distintas ramas del sector…
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¡Y la JEP necesita apenas 80.000 millones adicionales para absolver delincuentes y condenar militares!