Cuando un bebé recibe desde el inicio de su vida la leche materna, es como si su organismo recibiera un manto de protección inquebrantable.
La sabiduría ancestral, los legados milenarios y la ciencia se han ocupado de constatar el poder irremplazable de la leche materna. La humanidad cuenta con el producto que por excelencia lo puede todo, cuando de nutrición y salud se trata, si lo permitimos. Pero sigue ausente en miles de vidas, en muchos de nuestros territorios.
Por fortuna ante el permanente desafío que reviste el hecho de promover, defender y explicar las bondades de la lactancia materna, sobresalen personas y entidades comprometidas con descubrir ante sus comunidades, este regalo de la naturaleza a veces tristemente subestimado. Tenemos el caso de asociaciones como Asoparupa(1), las parteras de Buenaventura en el litoral Pacífico unidas que recrean con contagiosa alegría la llegada al mundo de cientos de niños para quienes realmente se hace la luz desde el primer instante de sus vidas, no solo por el cuidado que reciben en el momento de su nacimiento, sino sobre todo porque tienen el privilegio de tener el contacto piel a piel con sus mamás y de tomar desde la primera hora el denominado oro líquido, la leche que es vacuna, remedio y amor. Este ritual de salvación y de esperanza no tiene misterio sino la magia de la naturaleza que se abre paso entre una población altamente vulnerable, dispuesta a aprovechar la lactancia materna como un factor esencial y accesible para proteger a sus hijos contra enfermedades letales como la desnutrición crónica.
Ojalá este legado ancestral que cultiva Asoparupa pudiera replicarse por toda nuestra nación. Su mensaje debería llegar como enseñanza no solo para las mamás, sus familias, amigos y vecinos; también debería ser escuchado por el personal de atención en salud disperso en nuestros municipios que todavía reacciona con pasividad o indiferencia ante la lactancia materna en Colombia. Pocos hábitos garantizan resultados de corto, mediano y largo plazo como la de amamantar. La experiencia de consumo no solo tiene efectos en la salud y el estado afectivo del presente del niño que lacta, sino que puede percibirse en la posteridad. De hecho, existe evidencia científica que dice que los adultos que fueron lactados cuando niños 6 meses exclusivamente obtienen más de 3,5 puntos en las pruebas de coeficiente intelectual.(2)
Cuando un bebé recibe desde el inicio de su vida la leche materna, es como si su organismo recibiera un manto de protección inquebrantable. En este, el acto de amor que más alimenta, el producto es entregado con la mayor fuerza emocional del mundo; gracias a su decisión y voluntad, la mamá es capaz no solo de producir la leche perfecta: estará siempre elaborada a la medida de las necesidades de su bebé, según el momento de su ciclo de vida. ¡Personalizado, relacional, oportuno, económico! ¿Cómo no promoverlo?