Una gran religiosidad acompañaba los juegos en tanto los concursantes seguían reglas estrictas que habían jurado respetar en rituales muy específicos previos a las competencias.
El juego limpio es una forma contemporánea del antiguo ideal griego de la suspensión de las hostilidades entre ciudades estado. La Declaración Universal de los Derechos Humanos recoge ese espíritu de promoción de las relaciones amistosas entre los pueblos y el pleno desarrollo de la personalidad humana en una atmosfera de tolerancia por la diferencia, desarrollo de las potencialidades humanas, amistad y sana competencia orientada a la paz. Los valores como la solidaridad, la imparcialidad y el respeto por el otro quedan muy visibles en este espíritu.
Pero es imprescindible recordar que este ideal tuvo su origen en unas competiciones atléticas disputadas entre diversas ciudades estado griegas desde el 776 a.C. hasta el 393 d.C. La Olimpíada es denominaba así tanto por el período de tiempo de cuatro años entre unas y otras competiciones como por la ciudad de Olimpia que las albergaba. No eran como hoy un certamen abierto a los mejores de toda la tierra pues sólo los hombres libres y que hablaran griego podían participar y siempre se celebraron en Olimpia. Estaban pues excluidos los ilotas, las mujeres, los esclavos y los extranjeros. Los juegos olímpicos cumplieron un papel muy importante en los procesos de conformación del ideal panhelénico que dieron identidad a unos pueblos y una cultura diversa que hoy sin embargo aglutinamos en la evocación con el nombre de los griegos.
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Los hijos de varones libres, ciudadanos de las Polis o ciudades estado griegas, desde que terminaban sus primeros diez años podían ingresar a la palestra y allí en medio de escenarios propicios desarrollaban sus músculos y ejercitaban sus cualidades de autocontrol, antes de poder ingresar a los gimnasios en los cuales permanecían hasta los veinte años cuando ya estaba en condiciones de participar en Juegos propiamente Olímpicos. La gimnasia implica pues ejercitación, competencia, autonocimiento y control del propio poder corporal. No podemos olvidar que esta gimnasia o gimnastiqué era paralela y simultánea a las labores educativas del espíritu o psiqué, el cuidado del alma que no es otra la denominación originaria de morsiqué, la música misma; la música tiene este originario y maravilloso sentido del darle forma al alma y la gimnasia hace lo propio con el cuerpo adiestrándolo para el combate, la confrontación, el arrojo, la persistencia frente a los iguales.
El espacio de los juegos olímpicos estaba consagrado a Zeus y se localizaba en el famoso valle del Alfeo, entre el monte Olimpo y la colina de Cronos, en uno de sus mas hermosos parajes y cada cuatro años, entre los meses de julio y agosto y en una atmosfera claramente piadosa, se hacían estas contiendas que facilitaban la amistad entre las Polis y se buscaba la unidad entre los helenos. Hablar de tono piadoso de una nación implica tomar mucha distancia frente a lo que ahora así se considera pues los Dioses del Olimpo eran diversos, poderosos, cotidianos, vitales, relacionados siempre con el cuerpo. En la Ilíada y en la Odisea de Homero así los podemos ver, en todo su dinamismo y esta concepción pagana la podemos seguir hasta los romanos, deudores por entero de este y muchos otros aspectos de los griegos; en el Satiricón de Petronio podemos leer cuando un personaje impotente sexualmente asiste al templo de Príapo, uno de los hijos de Hermes, a obtener cura para su mal.
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A diferencia de los juegos actuales, con sus uniformes y ropajes, sus estandartes y escudos, los juegos antiguos eran competencias de cuerpos desnudos que por su entrenamiento previo y sentido de la contención no podían matar a sus adversarios, ni atropellarlos en momento de debilidad o pérdida de fuerza. Una gran religiosidad acompañaba los juegos en tanto los concursantes seguían reglas estrictas que habían jurado respetar en rituales muy específicos previos a las competencias. Quizás allí radica el poder profundo del fútbol en el mundo contemporáneo.