No se puede caer en el simplismo de creer que declarar la guerra al plástico será la panacea de la sostenibilidad. Suplir la falta de bolsas conllevará a la utilización de otros materiales, que también pueden resultar contaminantes.
Este sábado 1 de julio comenzará a cobrarse en los establecimientos comerciales el impuesto al uso de bolsas plásticas, tal como está contemplado en la Ley 1819 de 2016 y ratificado por la reforma tributaria aprobada el año pasado. Inicialmente se cobrarán $20 por bolsa, tarifa que subirá $10 cada año hasta llegar a $50 en 2020.
El propósito del cobro es desincentivar el uso de la bolsa plástica para reducir la contaminación y los impactos ambientales que causa su disposición final. En ese sentido, la medida es pedagógicamente valiosa porque contribuye a transformar la cultura mediante la creación de conciencia frente a la huella que dejan nuestras acciones en el ambiente.
Un río contaminado y el Gobierno ausente
Pero no se puede caer en el simplismo de creer que declarar la guerra al plástico será la panacea de la sostenibilidad. Más allá del impacto económico que generará esta medida, pues ya la industria del plástico acusa la reducción del uso del material, suplir la falta de bolsas conllevará a la utilización de otros materiales, que también pueden resultar contaminantes, o ir en detrimento de otros recursos. El propósito de estas medidas debería ser el de promover la moderación para que los ciudadanos reutilicen las bolsas todo lo que sea posible, de modo que puedan llegar a ser ambientalmente aceptables.