Tiene una invaluable carga de reconocimiento a un centro universitario que se abre paso formando a la juventud de la clase media y media baja
Este viernes 15 de diciembre fue particularmente muy importante en la historia de la cincuentenaria Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín, Unaula. Ese día llegó a sus instalaciones el novelista, escritor, columnista y político Gustavo Álvarez Gardeazábal a notificarle al rector de ese centro académico, doctor Rodrigo Flórez Ruiz, que tenía la decisión tomada de donarle a la Universidad los derechos de autor del libro Cóndores no entierran todos los días, “uno de los más importantes de la literatura de nuestro país y obra cumbre del donante” (EL MUNDO, de Medellín).
Un gesto filantrópico de Gardeazábal, como nos acostumbramos a llamarlo, cargado de profundos significados: denota el aprecio y respeto que tiene por Jairo Osorio Gómez, director del Fondo Editorial de Unaula, editor de una de sus últimas obras, La misa ha terminado, que es una novela irreverente y provocadora. Igualmente hace un reconocimiento a una universidad nacida de la inconformidad y rebeldía de la juventud de la década del sesenta, época pródiga en movimientos estudiantiles, pero es también un mensaje de amistad para con el pueblo antioqueño, tan caro a sus antepasados y a él mismo, que inició su formación profesional en los claustros de la Universidad Pontificia Bolivariana, de donde fue expulsado, para luego irse a formar en la Universidad del Valle. El detalle es pues una demostración de amistad, rebeldía y reconocimiento por la tierra de sus ancestros.
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La donación anunciada engrandece más a Gustavo Álvarez, cuando le manifestó al rector que solamente pedía a cambio que la primera edición que produjera Unaula fuera popular y entregada en las escuelas y colegios de Antioquia. Filantropía de la más fina categoría.
Previamente a la visita que el escritor hizo a las instalaciones de la Universidad Autónoma Latinoamericana, estuvo el Claustro Comfama, de la plazuela San Ignacio, donde apreció la bella exposición de fotografías de su amigo Jairo Osorio Gómez, que seguirá abierta, para deleite de los antioqueños hasta los primeros meses del año venidero. Degustó el maestro con satisfacción, las fotografías expuestas.
Durante su corta permanencia en Unaula, Gardeazábal tuvo tiempo de contar anécdotas de su paso por la alcaldía de su natal Tuluá, reveló sus premoniciones sobre el actual debate electoral y analizó, por no decir que empelotó en su estilo, a los principales candidatos a la Presidencia de Colombia, fue ácido con algunos personajes de la vida nacional y tuvo tiempo de reconocer que había leído a Don Mateo Rey. Crónicas de barbarie en el Occidente Antioqueño, por el “estercolero que fue el Occidente de Antioquia durante la reciente violencia”.
Eterna gratitud al maestro y escritor. En mejores manos no pudo dejar su legado, que de seguro tendrá importancia económica, pero que tiene una invaluable carga de reconocimiento a un centro universitario que se abre paso formando a la juventud de la clase media y media baja de esta región de Colombia.
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