El general Jorge Guerrero Montoya

Autor: Ramón Elejalde Arbeláez
13 octubre de 2018 - 09:06 PM

Preparo un libro de anécdotas o pequeñas historias que he vivido de cerca y que quiero compartir con mis lectores.

Preparo un libro de anécdotas o pequeñas historias que he vivido de cerca y que quiero compartir con mis lectores. Voy a ser infidente con mi libro, entregándoles a ustedes uno de esos pequeños episodios.

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En el año de 1982 me desempeñaba como alcalde de mi pueblo, Frontino, y por esas calendas fuimos notificados con la buena nueva de que el brigadier general de la Policía, Jorge Guerrero Montoya, hijo de ese mismo municipio, había sido designado como Comandante de la Policía División Bogotá. Mucho antes se había desempeñado como jefe de seguridad del alcalde mayor de Bogotá, doctor Virgilio Barco Vargas, estaba pues llamado a llegar a los más altos cargos dentro de su profesión. Lamentablemente para la carrera policial del general Guerrero, su ascenso, aparejado del ascenso político de su amigo Barco Vargas, por las intrigas y envidias que a veces suceden en los ascensos en el Ejército y la Policía, fue dado al traste con un final como el que muchos presagiábamos para Jorge Guerrero.

Las fuerzas vivas de Frontino, en el año citado, decidieron invitar a su general a visitar al pueblito, ya que desde su niñez no lo hacía, con el fin de rendirle un merecido homenaje. Un día cualquiera de 1982, en un pequeño avión monomotor llegó al aeropuerto de Frontino, exhibiendo su impecable vestimenta de general. En el acogedor recibimiento, el oficial al mando de una patrulla del Ejército, seguramente perturbado por la imponencia del personaje, lo degradó y lo saludó como capitán. Guerrero, con una leve sonrisa, le exhibió sus insignias y el bastón de mando que llevaba.

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Jorge Guerrero llegó primero al H. Concejo de la municipalidad donde le impusieron unas condecoraciones, se leyeron resoluciones de saludo y exaltación y se pronunciaron algunos discursos. Luego el general visita a unas tías que aún vivían en la municipalidad, y para participar en una recepción que en la noche la población le brindaría, se cambia su atuendo policial por el de un simple parroquiano, para ir al evento de manera más informal. De regreso a las instalaciones de la Alcaldía Municipal, Guerrero Montoya lo hace conduciendo un vehículo de un amigo y llega hasta donde un camión escalera o chiva que llaman, mal estacionado, perturbaba el paso vehicular. Guerrero se baja del carro que conducía y le encarece al conductor del automotor atravesado que se orillara y les diera permiso de transitar. El conductor de la chiva, conocido con el alias de El Burro, que no conocía a su interlocutor, le responde inexplicablemente descompuesto: “Viejito: ¿lleva mucho afán? pásese por encima”. El general regresa a su vehículo y espera paciente a que el grosero conductor le permita continuar el recorrido. Al llegar a su destino, lo esperaba una nutrida patrulla de la policía, a quienes les solicita le conduzcan a su presencia al indolente conductor. Minutos después Jorge Guerrero tenía al frente al famoso Burro y le dijo con respeto y voz pausada: “Usted tiene que respetar las normas de tránsito. Este viejito a quien usted le impidió el paso hace poco en una vía principal del municipio es un alto oficial de la policía nacional. Su obligación como ciudadano es respetarnos a todos los que utilizamos esa y otras calles. Se puede retirar” le extendió la mano y así se despidió del personaje. Lección que no debió olvidar El Burro por el resto de sus días.

Imposible terminar esta historia sin contarles que el General Guerrero Montoya, en la fiesta de esa noche memorable para Frontino, interpretó, magistralmente, la composición de música parrandera “Puñalada y media”, utilizando una hoja de un naranjo.

El 3 de octubre de 1996 Jorge Guerrero Montoya es asesinado en una finca de su propiedad, en un municipio del eje cafetero.

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